Ahmed cruzó el Estrecho en 2019 con el dinero justo, justo para pagar el pasaje del barco en el que se embarcó en Tánger y su título universitario de licenciado en Derecho con la esperanza de encontrar un "buen trabajo" y un país que respetase sus derechos. "En Marruecos, la ley los contempla, pero no se cumplen", argumenta. Atrás dejó una madre y una hermana.

En cambio, al llegar a puerto, lo único que encontró fueron dificultades y más dificultades. Abocado durante más de un año a malvivir en la calle, sin papeles ni dinero ni un techo bajo el que cobijarse, y sin apenas hablar castellano, este joven de 27 años deambuló por varias ciudades andaluzas en busca de trabajo, sin éxito, antes de asentarse en Euskadi. "Pensé que en Donostia, al ser frontera con Francia, quizá más gente hablase francés. Pues no, hablan euskera; ya sé algunas palabras", se congratula.

Después llegó el covid y se refugió en fábricas abandonadas de Donostia para convivir con otras quince o veinte personas sin hogar. "Lo peor es vivir en la calle sin dinero", sostiene. "Pensar qué vas a comer, dónde ducharte, cómo pagar el bus, esquivar a la Policía... Claro que he pasado hambre", rememora sus tres meses de confinamiento por el covid.

Ahora, Ahmed ya tiene alojamiento. Ha dejado de ser un sin techo y comparte piso en Usurbil -con habitación propia- con otros tres extranjeros de Marruecos, Argelia y Ghana, gracias a la solidaridad del párroco Ibon, que ha cedido una vivienda. A falta de trabajo, no pierde el tiempo y sigue formándose. Cursa un ciclo superior de Programación y producción de fabricación mecánica en Donostia. "Al principio, no me gustaba demasiado, pero ahora sí, y voy a conseguir acabarlo", se anima. También convalida su título de Derecho, para lo que tiene que cursar algunas asignaturas y, así, algún día ejercer de abogado "o de traductor", puntualiza. "Viene mucha gente que no habla castellano, sólo árabe".

Sin tiempo libre para ver pelis o disfrutar de las "preciosas" playas donostiarras, Ahmed está totalmente concentrado en sus estudios. Sabe lo que le ha costado llegar donde está. "Agradezco mucho la ayuda del programa Lehen Urratsa, me ha ayudado mucho... a cubrir mis necesidades básicas, a tener un techo y a seguir formándome", explica en referencia al programa social puesto en marcha por el Gobierno Vasco.

Su caso es singular. "Ahmed es muy especial, me deja fascinada, por su enorme fortaleza. Pese a que sabía que iba a tener que vivir en la calle, se mantuvo fuerte. Dice que sólo hay una forma de sobrevivir, no parar de moverte y de buscar ayuda y contactos porque, en la calle, si te quedas quieto, acabas mal". Así recoge María, educadora de Zabalduz Kooperativa, el testimonio del joven marroquí al que empuja a seguir a flote.

"El servicio se puso en marcha en junio de 2020 debido a la emergencia sanitaria; los chicos no podían estar en la calle por el covid y, entonces, se les alojó en refugios y polideportivos. Cuando comenzó la desescalada y esos centros cerraron, volvieron a la calle, pero la pandemia no se fue, ni el toque de queda..., no podían quedarse en la calle", explica.

Además, no todos los perfiles son iguales. Ahmed encaja perfectamente en el programa, otros necesitan mayor apoyo porque andan más perdidos. Es fácil despistarse y perderse cuando uno vive en la calle...", constata María. Sabe que Ahmed saldrá adelante. Sin embargo, le apena no poder ayudarle, por ejemplo, a regularizar sus papeles debido a las incongruencias de la ley. "Les exige demostrar tres años de residencia en el Estado español antes de poder trabajar y, mientras, ¿de qué viven?, se pregunta. "Vamos a quitar prejuicios. Como mujer, he de decir que he trabajado seis meses sólo con chicos extranjeros y lo único que he sentido es mucho respeto hacia mi persona", subraya María. Agradecido, Ahmed asiente y hasta bromea: "hasta puedo decir que, gracias al covid, ya no vivo en la calle".

políticas sociales

Lehen Urratsa. Los refugios instalados en las tres capitales vascas cobijaron durante el confinamiento a personas sin hogar. El programa del Departamento vasco de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales nace en junio de 2020 debido a la emergencia sanitaria para ofrecer alojamiento y acompañamiento social a más de medio millar de personas que viven en la calle. Colaboran las entidades Zabalduz, Cruz Roja, Peñascal, Cáritas, Ellacuria, Bizitegi y Arrats.

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