- En Amurrio hay veteranos que no entienden el significado de la palabra jubilación. Para muestra, varios botones. 2020 dejó en el municipio, en plena era covid, la nueva revista del Consejo de Mayores y dos libros sobre ciclismo y numismática (la historia del club ciclista local por su 50 aniversario, de mano de Alfredo Cerrillo, y Una peseta, del presidente de la asociación filatélico-numismática Armuru, Juan Luis Perello). También dejó dos nuevos trabajos del nonagenario Alberto Luengas. Uno dedicado a narrar la historia de la fundación del club de montaña Mendiko Lagunak, que va por su segunda edición, y la biografía del artesano ayalés Juan Antonio Alaña, del que acaba de recibir los primeros ejemplares y que, de no complicarse la pandemia, tiene previsto presentarse la semana próxima en las escuelas de Llanteno.

"Estarán junto a mí tanto el homenajeado, como el artesano Luis Padura, y los libros calculo que estarán en las librerías de toda la comarca en las mismas fechas", adelanta a este diario el propio Luengas, que confía en que el coronavirus "nos dé un respiro" y pueda celebrarse el acto. De hecho, el relato de los primeros pasos de Mendiko Lagunak, que él vivió en primera línea como primer presidente del club no pudo presentarse en la Casa de Cultura de Amurrio, como ocurrió con sus seis anteriores publicaciones, ya que la primera edición llegó al mercado en abril de 2020.

"Mi única pretensión con este libro era dar por cerrado un ciclo primordial en mi andadura vital y ceder el testigo a la juventud, tras dejar constancia escrita de todo lo que luchamos hasta que un 28 de octubre de 1962 pudimos inaugurar el club, en la cima de Santa Cruz de Burubio, con la colocación de su primer buzón; así como para construir el refugio, en el término de San Isuso de nuestra amada Sierra Salvada, cuya ceremonia de apertura tuvo lugar un 6 de octubre de 1968", relata.

En este caso echó mano del material atesorado a lo largo de toda una vida, en forma de extractos de libros de actas, fotografías y hasta facturas o notificaciones oficiales que dejan constancia de las trabas jurídico y políticas que tuvieron que vencer para lograr su objetivo. Sin embargo, para sacar adelante El ayalés polifacético (título de la biografía dedicada a Juan Antonio Alaña) han sido necesarios un año y medio de encuentros. "Le llamé y me dijo que adelante. Nos reunimos por primera vez un 7 de abril de 2019, en el bar Alambique de Amurrio, pero han sido muchos los ires y venires, por su parte y por la mía, incluidas visitas a su baserri en el barrio Aretxabala de Menagaray, que es como un museo, porque no vivo solo, vivo con todas mis cosas".

Y es que la historia de Alaña, con 70 años cumplidos en noviembre, podría dar para una enciclopedia por fascículos. No ya solo por su conocida faceta aventurera y artesana, sino también por su labor altruista donando sangre durante cuatro décadas "desde los 21 años, e incluso cuando realizaba el servicio militar en el regimiento de caballería en Vitoria" y por su contribución al cicloturismo "formando ciclistas en la tierra de Ayala" y acumulando logros propios, como las ocho ascensiones al coloso Tourmalet que acumulan sus piernas, por citar alguna.

Con todo, la biografía dedica gran parte de sus 306 páginas a relatar los mil y un viajes de Alaña desde Egipto, Rusia o China, hasta Mongolia, Manchuria, Perú, Estambul o Jerusalén "con tan solo una mochila, siempre con algún cuerno, la cámara de fotos y unos gorlekos en el bolsillo para los gastos y nada más, ya que me cambio de ropa cada dos por tres y, la usada, al contenedor", explica, quien ha visto volar "al ave más grande del mundo, el cóndor, en las cumbres andinas" o rebautizado en el río Jordán, de manos de un sacerdote franciscano oriundo de Euskadi "que me vertió tal cantidad de agua que quedé totalmente empapado, pero sonriente", recoge el libro.

Otro importante apartado es el dedicado a la talla y grabado manual de cuernos, caracolas o planchas de bronce que han hecho famoso a Alaña. Una afición que cultiva desde que, en 1972, leyó Amaya o los Vascos del siglo XIII, de Francisco Navarro Villoslada, "al comprobar su uso entre los pueblos de nuestros ancestros para comunicarse mediante sus sonoros sonidos, audibles desde muy lejos y hoy día casi en desuso". Desde entonces, la afición se ha tornado en maestría y dedicación reconocida, como muestra que una de sus piezas -un cuerno bocinero tallado con las dos primeras estrofas del Gernikako arbola- esté expuesta en la misma vitrina de la Casa de Juntas de Gernika que protege a la guitarra del autor del himno, José María Iparagirre. También tienen obras suyas la Euskal Etxea de Shangai, donde entregó otro cuerno con la nana Haurtxo txikia tallada en euskara, o museos como el del Carlismo de Ormaiztegi, el minero de Gallarta o el etnográfico de Orozko.