- No son tiempos para que haya café para todos. Cuando unas localidades mejoran las cifras de contagios tras haber superado la dureza de los cierres, las distancias sociales y la mentalización de las medidas de seguridad, como es el caso de Nanclares de la Oca, cuyo colegio fue uno de los primeros en dar cifras preocupantes en esa localidad, y que ayer pudo reabrir bares, otras, como Alegría-Dulantzi comenzaron ayer el cierre de su hostelería en un intento por cortar el creciente impacto de la pandemia en el pueblo.

En Nanclares de la Oca, en el bar Kronos durante la pasada jornada se notaba una alegría y dinamismo muy diferentes al día que comenzaron el último de los cierres. El mostrador aparecía rebosante de pintxos y los saludos que se dirigían unos y otros, aunque se hubieran tropezado el día el día antes en la calle, sonaban como un reencuentro.

En la calle, bajo los soportales, ya estaba la terraza y varios grupos de personas, charlaban animadamente mientras disfrutaban del café con leche y cruasanes. Una de las parroquianas que aprovechaban el café después de dejar a los hijos en el colegio y antes de hacer la compra, mostraba la alegría "porque no es lo mismo encontrarte a las amigas o las vecinas en la calle, que hacerlo al tomar un café".

Mientras tanto, la encargada de la cafetería en ese momento, Atenea, hacía una breve parada para comentar a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA que "es un gusto volver a tener la gente en el bar y en la terraza. La gente es el corazón de los bares. Sin ellos, esto es una ruina para todos, porque en la calle suben los precios y si además no te dejan trabajar, desaparecemos".

Añadía también el comentario de lo mal que se había pasado, aunque reconocía que "gracias a mi jefe puedo llegar a fin de mes y había muchas ganas de volver".

Las medidas se han acatado, pero todo el mundo hace matizaciones en cuanto a la culpabilidad que se trata de trasladar a la hostelería. "Obviamente la culpa de la pandemia no es de los bares o los restaurantes. Si miras alrededor ves que los centros comerciales están abiertos y allí la gente está pegada unos a otros, no hay distancias. También ves gente que no se pone la mascarilla o el cómo vamos en el transporte público. Se echa la culpa a lo más fácil, a la hostelería, cuando no es así", declaraba.

En la misma calle Langraiz, otro bar, el Siglo XXI, que ha intentado sobrevivir a los cierres elaborando comida para llevar a casa, recibía a un grupo de clientes habituales con alegría y con la barra bien surtida y colorida. Iñigo, el cocinero, comentaba que "hemos abierto otra vez. Cerramos, abrimos, cerramos, volvimos a abrir en diciembre, pero a los pocos días volvimos a cerrar€ Es una situación un poquito difícil. Para nosotros, ver que la gente está comiendo en la calle porque no lo pueden hacer dentro y que lo tengan que hacer en el coche o en un banco nos producía un gran disgusto. Yo, que estoy en la cocina, lo veo fatal".

Pero ayer era diferente. "Hoy es una suerte, una alegría, volver a abrir y da gusto ver que la gente entra y disfruta y que puede convivir de una manera normal, aunque solo sea hasta cierto punto", señalaba Iñigo, que recordaba que todas las medidas se cumplen "escrupulosamente": mascarillas, limpieza, ventilación, desinfección de mesas: "Cumplimos todas las normas, mucho más que otros como el transporte público, centros comerciales o determinadas empresas" y no podía evitar la queja de que "nos cierran a nosotros, pero hay otras cosas que están abiertas y no nos parece que sea justo".

Cerrar, cerraron la entrada de público, "pero estuvimos a punto de tener que bajar la persiana porque hacer comida para llevar nos supone un ingreso mucho menor, pero los gastos siguen siendo los mismos". Pero todo se olvidó después de abril, así que "volvemos con ganas y esperamos que este fin de semana se note la afluencia de gente. Ya estamos trabajando con ilusión el menú del fin de semana", confiaba Íñigo.

La verdad es que la imagen que daba ayer Nanclares de la Oca era bien diferente. El mercadillo aparecía animado, cuando en otras fechas ha sido casi un calvario para los propietarios de los puestos, que apenas veían clientes. En el despacho de apuestas y sorteos se veía un entrar y salir, mientras que en el bar o en la terraza la gente disfrutaba del café y de la lectura de la prensa.

Pero si en Nanclares de la Oca se recuperaban los hábitos, en Alegría-Dulantzi, se repetía esa imagen de calles vacías, juegos infantiles sin pequeños y bares cerrados. La medida afectaba a toda la hostelería, aunque alguno tenía la suerte de dedicarse a panadería y bar, como Ogi Berri Dulantzi, aunque los cafés se tenían que llevar. "Esto es una faena para todos y eso que a mí no me afecta del todo porque al final pongo cafés para llevar, pero viendo como están los hosteleros, esto es una faena", comentaba Ana, la propietaria del establecimiento.

Al igual que en otros lugares, opinaba que la situación "no es culpa de la hostelería. Los políticos tienen derecho a hacer mítines, se puede ir a votar, pero luego no pueden ir a tomar un café al bar". En cuanto a la gente que acude a su panadería-cafetería, considera que "este es mi negocio, pero veo que no es justo que yo pueda poner un café para llevar y ellos no puedan".

Casi todos los bares de la localidad tenían colocadas en las puertas, cerradas con sus correspondientes cancelas, carteles con las medidas de seguridad. Otros mostraban la campaña de bonos propiciada por el Ayuntamiento y alguno, como el Hika Mika, anunciaba en una hoja de cuaderno 'Cerrado hasta nueva orden' y en otra facilitaba un punto de entrega de pedidos: 'Entrega de paquetes en el estanco. Gracias'.

Mientras, el Consistorio, dotado con todas las medidas preventivas, continuaba su trabajo cotidiano. El alcalde, Joseba Koldo Garitagoitia, 'Gari', reconocía que el incremento de casos "era algo que se veía venir".

Desde un primer momento, la corporación municipal ha estado pendiente de la incidencia que podía tener en la vida económica de Dulantzi y "ya desde el año pasado se habilitaron ayudas, empezando por exenciones de impuestos, especialmente a la hostelería y el comercio, que son los que en principio más sufrieron los efectos negativos de la pandemia. También a través de una partida económica importante hemos habilitado unos bonos para comercio y hostelería que van a permitir que se muevan 80.000 euros en lo que es el comercio local."

Dado que la situación se prolonga y que nadie puede saber hasta cuándo, el alcalde confirma que "a partir de ahora, en el año 2021, se seguirán tomando medidas en ese sentido". Garitagoitia insistía en que "la situación nos preocupa y tenemos que poner toda la carne en el asador y echar una mano".

Y como una cosa es que se acate la normativa y otra la opinión de cada uno, 'Gari' señalaba que "es cierto que se está echando la culpa a la hostelería" y en cuanto a las medidas, "discrepo de muchas porque se está focalizando mucho el problema en la hostelería, cuando el de fondo es el comportamiento individual. No me parece bien que éste sea el sector señalado y que pague con unas consecuencias terribles. Habría que valorar mejor las cosas y tomar medidas no tan drásticas e intentar ayudarles todo lo posible".

Hostelería. En el caso de Nanclares de la Oca, cuyo colegio fue uno de los primeros en dar cifras preocupantes de covid en esa localidad, ayer pudo reabrir bares, pero otras, como Alegría-Dulantzi, comenzaron ayer el cierre de sus bares en un intento por cortar el creciente impacto de la pandemia en el pueblo. No en vano, ha superado los 500 casos de tasa de incidencia acumulada, por lo que ha entrado en zona roja.

Así lo destaca Atenea, tras el mostrador del café-bar Kronos de Nanclares.

Lo dice Iñigo, cocinero del bar Siglo XXI, de Nanclares.

Ana, propietaria de este establecimiento, tiene claro qué es lo que ha supuesto el cierre de la hostelería de Dulantzi tras entrar en zona roja.

Joseba Koldo Garitagoitia, conocido popularmente como 'Gari', reconoce que el incremento de casos "era algo que se veía venir". Y propone "valorar mejor las cosas", en lugar de tomar "medidas no tan drásticas".