- La presidenta del Comité de Ética de Servicios Sociales y vocal de Bioética de Cataluña, Begoña Román, será la ponente de este nuevo ciclo en un inicio marcado también por las restricciones del covid.

¿Sobre que ejes va a girar la conferencia de esta tarde?

-Vamos a repensar la participación ciudadana desde el punto de vista de la ética. Repensar implica hacerlo juntos, desde la administración, que es quien convoca, así como las empresas encargadas de desarrollar estos procesos y, finalmente, los participantes. Para que no sea un trabajo meramente pasivo y que puedan cocrear esos procesos. Con el punto de vista de la ética se aporta una reflexión crítica de qué creemos que se está haciendo regular y qué podríamos mejorar para lograr que quienes no suelen participar por su desafección y quienes participan lo hagan con el espíritu de encuentro con todos aquellos con los que compartimos una comunidad.

¿La inclusión del término 'repensar' significa que hasta ahora no se estaba haciendo la participación ciudadana de manera correcta?

-Con el término repensar quiere significarse que hay unos déficit. Tienen que ver con algunas ausencias, como por ejemplo los jóvenes, si ven que su aportación no va a tener incidencia o según las temáticas en las que se pide su participación. Hay que repensarlo también porque no es verdad que la ciudadanía no participe. Creo que Cataluña y Euskadi son claramente comunidades donde sí que hay mucha participación ciudadana con cuestiones como los centros cívicos o asociaciones culturales. Ha sido una participación espontánea desde los intereses de la ciudadanía y la de ahora lo es convocada por una administración que marca cómo se participa, cuándo y por qué. Hay que repensarlo también desde otro concepto de administración que convoca y que, a lo mejor, debería plantearse de otra manera.

¿Puede ser también un indicador la participación ciudadana y su escasa implicación con la desafección hacia la política?

-Cuando hacemos procesos participativos como los presupuestos participativos, es preciso contar con una formación específica sobre los Presupuestos municipales, por ejemplo. La cuestión es más complicada que la de ir a votar sobre qué nos gustaría sobre cómo debieran ser. Efectivamente hay mucha desafección de quienes incluso participan respecto al impacto que pudieran tener. Hay que explicar que los procesos participativos no son vinculantes y no lo pueden ser, porque no son lo suficientemente representativos. Para eso tenemos otro tipo de iniciativa política. Sí que deberían tener una cierta incidencia. Una cosa es que no sean vinculantes y otra es, oído cocina, hemos escuchado muy bien lo que os preocupa, qué es lo que no queréis de ninguna de las maneras. Después hay que tener un feedback de explicar las razones por las que no se llevan adelante y luego que cada vez que cambien los grupos políticos, no echar por tierra los procesos participativos que los otros hicieron en su momento.

¿Una participación ciudadana plena y con todos los ingredientes serviría para conquistar unas ciudades más democráticas, trasparentes y felices?

-Creo que sí. Hay un clásico que dice que la democracia funciona generando en la vida cotidiana de las ciudades encuentros con el otro. Por eso la importancia de que la participación obedezca a necesidades de la vida cotidiana de la población y les toque en su vida cotidiana. Que aparezcan esos procesos participativos de forma espontánea y la democracia se genera haciendo cosas juntos y por tanto se reactiva la democracia y encontrándose la gente.