- ¿Qué pesa más a la hora de realizar una transformación de la movilidad a las áreas industriales, el cambio de mentalidad de los usuarios o el que haya medios eficientes para llevarla cabo?

-Evidentemente las dos cosas. El cambio de rutinas sin poner medios, sistemas, alternativas u objetivos es muy complicado. La gente tiene sus costumbres y no se planteará cambiar si encuentra atractivo ir en coche viendo que va a encontrar aparcamiento gratuito. Así pues, hay que sensibilizar pero también poner incentivos; Liberty Seguros, con sedes en Bilbao, Madrid y Barcelona, ha conseguido que el 12% de la plantilla vaya al trabajo en bicicleta porque subvenciona con 0,31 céntimos de euro por kilómetro estos desplazamientos. Se puede cambiar, pero para ello hay que caracterizar la movilidad, y a eso se dedicará la encuesta por un lado, y por otro tratará de conocer la predisposición al cambio, en qué condiciones compartirían coche, irían en bicicleta, podrían teletrabajar, etcétera. A partir de ahí se pueden hacer propuestas concretas.

Que deberá implementar la institución.

-Efectivamente, lo más importante es liderar la propuesta que se haga desde el Ayuntamiento, ligar a los agentes económicos y sociales, y apostar por dar un paso más y consolidar esa iniciativa mediante la creación de una oficina de gestión de la movilidad al trabajo, porque la movilidad no es una foto fija, en seis años habrán cambiado las circunstancias y habrá que reevaluar las propuestas.

El hecho de que se estudien medidas como eliminar plazas de aparcamiento, hacer más incómodo el uso del coche particular, ¿trae inevitablemente un fenómeno de rechazo a estas iniciativas?

-Exacto, la primera reacción es de rechazo, pero si puedo seguir yendo de manera libre el cambio no es posible. La solución pasa por plantear las alternativas, habilitar espacios seguros para aparcar la bicicleta, zonas para cambiarse y ducharse en las empresas... Son pequeñas acciones, unas más de competencia de la empresa y otras de las instituciones públicas, que pueden mejorar accesos, señalización, ampliación de aceras, jerarquía del espacio público... Habrá que ordenar todo eso.

Habla de una foto fija para una situación cambiante. En ese sentido, ¿qué opina del auge de patinetes y bicicletas eléctricos y de las posibilidades que ofrecen para cubrir distancias importantes a diario?

-De entrada es una buena noticia, pero luego hay que ver cómo se acompaña, cómo se habilita, cómo se educa, cómo se conciencia de que no deben ir por la acera. En todo caso, alternativas hay muchísimas, cómo compartir furgonetas que ceda la empresa, lo que se conoce como el van pooling que en Vitoria puede hacer Mercedes. Siempre con el objetivo de romper la dinámica de una persona con un coche para ir al trabajo, con todo lo que conlleva de multiplicar por dos, por tres o por cuatro emisiones a la atmósfera o los costes económicos.

¿Tiene que cambiar también de mentalidad las propias administraciones, acostumbradas a trabajar en una movilidad sostenible en el ámbito urbano, que poco tiene que con el industrial?

-Es otra movilidad y hay que hacer un trabajo de gestión de detalles entre las empresas y los operadores, hay empresas que tienen su propio transporte, lo que supone un doble coste, e igual puede ser la empresas municipal la que gestione el transporte a la demanda, hay que cooperar, concertar y trabajar de manera conjunta, porque el beneficio es para todos, ganan las empresas, los trabajadores y el territorio, la sociedad.