- La capital alavesa se desperezó al día siguiente de honrar a su patrona inmersa en la actividad habitual a bajas revoluciones de una jornada típica del mes de agosto, más propicia para fugas a cualquier punto que garantizara una buena sombra y aliviara los 36 grados hasta los que llegó el mercurio ayer. Fue difícil encontrar cualquier señuelo festivo, más allá de una fugaz aparición de un puñado desperdigado de blusas y neskas por la plaza de la Virgen Blanca, cerca de las 14.00 horas.

Más allá de esta exótica nota volvió a latir el corazón de Vitoria con el ajetreo habitual de sus ciudadanos en sus tareas habituales en el ralentí que conlleva un agosto y además privado de cualquier exaltación a la Virgen Blanca. El mejor ejemplo lo ofreció el operario que dedicó la mañana íntegra a lijar el interminable banco corrido de la Virgen Blanca donde miles de gasteiztarras reposan a diario observando el trasiego desde el mismísimo salón de estar de la ciudad.

A medida que fueron avanzando las manecillas del reloj y cogieron fuerza los rayos del sol, las gotas de sudor fueron haciéndose más evidentes sobre la frente del sufrido empleado. La anexa Plaza España tampoco registró en sus terrazas una de sus mejores mañanas. Nada que ver tuvo el elevado nivel de ocupación con el registrado en la víspera, cuando la hora del vermú llevó a congregar a un buen número de ciudadanos en torno a alguno de los veladores.

El azote del astro rey decantó claramente las preferencias de los escasos parroquianos de las tabernas con una mayoritaria querencia hacia la mitad del cuadrado perfecto que forma la plaza donde estaba garantizada la sombra. Ese mismo motivo del intenso sol, desertizó los veladores de la plaza de Los Fueros y unos metros más adelante, en la renovada Santa Bárbara, los productores locales agradecieron la cubierta de la pérgola para despachar sus mejores viandas. Como cada jueves, más de una veintena de puestos se repartieron por las amplitudes que ha generado la transformación del espacio y el mercado se desarrolló en unas condiciones propias de los tiempos previos a la pandemia sin más huellas que alguna mampara que otra y dispensadores de gel.

Como epicentro de la actividad y el ritmo de Gasteiz, la plaza de la Virgen Blanca vio desfilar, minutos antes de las dos de la tarde, a desperdigados blusas y neskas apurando las últimas horas de la mañana y en plena fase de repostaje de los depósitos, en forma de cañas y vermú, antes de sentarse a comer. En esas estaban cuatro integrantes de la cuadrilla Bereziak, con los populares Eduardo Valle y Mikel García, liderando la formación y tras haberse cruzado en el arranque de la calle dato con su presidente, Luis Izaga. Dos veteranos Bainas como Emilio y Obdulia, fueron la representación de esta emblemática cuadrilla que solo sale cada 6 de agosto, pero ayer tuvo que cancelar cualquier tipo de celebración y postergarlo hasta dentro de doce meses.

El gran musgo vegetal fue el imán que atrajo a estos irreductibles de la tradición, que quisieron inmortalizarse en esta singulares jornadas que ya forman parte de la historia. Minutos más tarde los Txinpartak José Antonio y Angi se preparaban para degustar una suculenta comida como variante gastronómica a lo que toca vivir este año. Las últimas en desfilar para retratarse ante la escultura fueron Ane, Lorea y Claudia antes de poner rumbo a sus domicilios para el almuerzo.

Vuelta a la rutina. La festividad laboral del miércoles dio paso ayer a una jornada donde la ciudad volvió a su pulso normal marcado por la singularidad que conlleva el descenso de revoluciones que supone el mes de agosto.

Calles con poca actividad. Una arteria como General Álava, salpicada de tiendas y punto de destino habitual de los vitorianos reflejó durante la mañana de ayer un escaso tránsito de peatones y clientes de alguna de las tiendas. Además son numerosos los establecimientos que, a pesar de la situación, tienen un horario especial de fiestas.