- Que las desgracias nunca vienen solas lo ha sufrido en carne propia Andrés Krakenberger, conocido activista social, presidente de Argituz, y víctima del coronavirus, al haber estado más de una semana ingresado en la UCI y al haber perdido a dos familiares durante esa pandemia. Con una camiseta que lleva la alocución latina Sapere aude (Atrévete a saber) se presenta a la entrevista con este diario. La ha elegido para que la ciudadanía se informe "al máximo" de todo lo que tiene que ver con el covid-19. Krakenberger, como relata, también pone rostro al spot que da a conocer el programa Betirako del Gobierno Vasco porque "tras un muy duro impacto, este servicio puede ayudar a sobrellevar mejor este shock para encontrar antes el momento de llegar a vivir un duelo sano".

¿Durante cuánto tiempo estuvo ingresado en la UCI?

-Estuve en la UCI del Hospital Santiago durante nueve días, de los cuales siete estuve intubado, inconsciente. Ingresé el día 23 de marzo. Llevaba igual unos diez días con fiebre. Mi mudanza a mi nueva casa estaba prevista para el día 20, pero todo nos estalló en las narices. Se nos juntó todo. Tanto es así que al final la hemos hecho este viernes.

¿Aparte de fiebre tuvo otros síntomas?

-Además de fiebre tuve cierto cansancio que yo lo atribuía más a que estaba metiendo mi casa de la Kutxi en cajas para traerla a la nueva. La fiebre que tuve siempre era muy poquita, unas décimas por encima, 37 con algo, no pasaba de allí. Como ya llevaba diez días y no había manera de bajarla, llamé al teléfono del Gobierno Vasco y estaba sobrepasado. Cuando cambiaron el sistema de atención, llamé al médico de cabecera y pudimos hablar con el doctor rápidamente. Digo "pudimos" porque mi mujer fue la que me apoyó para que me atendieran cuanto antes porque las tres toneladas de paracetamol que llevaba ya no me hacían nada. Me derivaron al centro de salud de Salburua, que era uno de los tres ambulatorios de referencia para el coronavirus. Al llegar allí, me pusieron el oxímetro y vieron que saturaba de pena. Y me dijeron que fuera rápidamente al hospital.

¿Y qué es lo que le hicieron allí?

-Primero estuve en Urgencias de Santiago, durante unas tres o cuatro horas, en las que me hicieron pruebas de todo tipo. La última que me hicieron fue una PCR, que en aquel entonces decían que era bastante infalible, pero el caso es que a mí me salió negativa. Como vieron por las placas que tenía los pulmones bastante mal, y que tampoco concordaban los análisis de sangre, me ingresaron. Me tuvieron un día en uno de los cubículos del hospital de día. Básicamente, lo que allí intentaron hacer fue subirme la saturación de oxígeno, que algo consiguieron. Luego, el segundo día, me pasaron a planta, que para mí aquello fue una maravilla porque en comparación con el cubículo en el que había estado, me parecía como el paso a un hotel de cinco estrellas, al tener baño propio. Me subieron allí de noche y es cuando se me disparó todo.

¿Qué le pasó exactamente?

-Tenía una sensación rarísima porque aunque estaba tumbado, me estaba cansando, como si estuviera corriendo una maratón. Un cansancio brutal, primero, y luego ya me faltaba el aliento. Serían las siete u ocho de la mañana del día siguiente, cuando llamé a las enfermeras para avisarlas de que esto no era normal. Ellas llamaron a los médicos y uno de los dos que vinieron, un argentino majísimo, me señaló con su dedo índice y me dijo: "Dóblame el dedo". Se lo agarré, pero fue imposible doblarlo, aquel dedo era una barra de metal. No tenía fuerza ni energías para nada, así que me dijeron que me fuera preparando que iba directo para la UCI. Al llevarme por el pasillo, con la típica camilla de hospital, les dije algo cómico: "Que no he desayunado". No es que tuviera especial interés en hacerlo, pero quería un tiempo de pausa, para poder situarme y poder pensar en mis opciones. La jefa de la UCI me dijo que me garantizaba coger un tren ya, que no sabía a dónde me iba a llevar, pero que si no lo hacía, igual no tenía otro después.

Y decidió subirse a ese tren...

-Sí, pero me puse un poco farruco para que me dejaran llamar a mi mujer, que no me enrollaría, sin melodramas ni nada. Y menos mal que lo hice porque mi mujer dice que no pasó entre una llamada y otra ni cinco o diez minutos, cuando le avisaron de que iban a incinerar mis efectos personales por el miedo al contagio. Y no es lo mismo que te digan eso, sabiendo que te han bajado a la UCI. Era tal el lío que no me dio tiempo a tener miedo a nada. Al de poco me intubaron y a mi mujer le dijeron que a ver si pasaba la primera noche.

Por suerte la pasó y otras más. ¿Cuál fue su primer recuerdo?

-Pues muy desagradable, la verdad. Me desperté justo cuando me desintubaron. Me dijeron que fui el primero de Santiago, pero me asusté cuando me lo quitaron porque no recordaba dónde estaba. Tuve que aprender a volver usar la cuchara, los cuchillos, el tenedor, saber levantarme... Todas las famosas secuelas que antes eran automáticas y ahora tenían que ser premeditadas. Quiero agradecer la labor de los sanitarios, porque nos subían la moral, aunque solo les pudiéramos ver los ojos, y para mí ellos fueron un factor más de mi curación.

¿Y qué hay de las secuelas psicológicas? ¿Necesitó ayuda profesional, teniendo en cuenta que también perdió a dos familiares?

-Mi suegra falleció el día 21 y yo ingresé el 23. Su funeral fue al día siguiente y no pude ir porque estaba con los síntomas. Y mientras estuve intubado en la UCI falleció también un tío de mi mujer. Con los dos tenía mucho trato, así que fueron dos golpes bastante duros, pero no necesité ayuda psicológica porque pudimos hablar de todo lo que nos había pasado entre la familia.

¿Qué consejos daría a una persona que haya perdido a un ser querido por el coronavirus?

-Quiero dar una perspectiva optimista. Es muy duro perder familiares, pero hay que seguir para adelante. Vienen tiempos de marejada económica y social, pero saldremos adelante. Mis familiares y yo hemos podido hablar, desahogarnos, para posibilitar que tengamos un duelo más sano. Por eso, lo que me gusta de Betirako es que te da un primer acceso a psicólogos, si la persona lo necesita. Todavía hay ese estigma social de que para ir al psicólogo tienes que estar medio chalado. Y eso no solo es falso, sino que es dañino. Mi consejo es que si se lleva de forma anormal ese impacto, que te bloqueas, se busque siempre ayuda profesional. Hay unos recursos que hay que saber aprovechar.

"Uno de los médicos me señaló con su dedo índice y me dijo que se lo doblara. Como no pude hacerlo, me llevaron directo a la UCI"

"Mi suegra falleció el 21 de marzo y yo ingresé el 23 y mientras estuve en la UCI murió un tío de mi mujer. Dos golpes muy duros"

"El estigma social de que ir al psicólogo es de chalados no solo es falso, sino que es dañino. Hay unos recursos que hay que aprovechar"