Vitoria - Tras la puerta del número 5 de la calle Pintor Jesús Apellániz de Vitoria, en el antiguo local que ocupó la tapicería Samaniego, se encuentra todo un portal del tiempo. Un umbral mágico que muchos valientes cruzan para partir hasta una posada, situada en lo más alto de una montaña, donde una leyenda cuenta que un tabernero está dispuesto a ofrecer sus riquezas a todo aquel que consiga buscar y traer de vuelta a su hijo. Sin embargo, pocos son los que regresan. Esta gran aventura es la que ofrece Dragonborn (Nacido del dragón), una sala de escape “inmersiva”, en la que se acaban de embarcar tres vitorianos: Rubén de Miguel -copropietario de la librería Ronin, que se ubica justo al lado, en el número 3-, Ieltxu Aginako y Alberto Romero, alma mater de estos juegos de evasión en el norte peninsular, cuando se atrevió a traer hace cinco años a Euskadi este modelo de negocio, en una época en la que apenas había un par de salas en Barcelona, y propietario de la marca Mad Mansion, matriz de siete escape room que tiene repartidas por Bizkaia, Pamplona o Zaragoza.

Y aunque Romero ya es todo un referente en el sector, ya que, como confiesa, “hay hasta gente que me reconoce cuando me ve en la calle”, ahora quiere ser profeta en su tierra poniendo en marcha junto a sus socios y amigos esta nueva de Dragonborn, en San Martín, “en el primer trimestre de 2019”. Las nuevas instalaciones, de 128 metros cuadrados, se unirán así a la media docena de locales que existe en Gasteiz para divertirse con esta nueva forma de ocio que cada vez tiene más adeptos y que consiste en desentrañar a contrarreloj una serie de acertijos y enigmas entre las personas encerradas en una habitación. Aunque ésta, eso sí, tendrá dos peculiaridades: estará teatralizada, por lo que contará con la ventaja de que las pistas van a ser muy personalizadas. “Nosotros estaremos viéndoles y escuchándoles en una sala de control y como seremos personajes, también podemos acudir perfectamente donde ellos para que no perder la magia del juego”, añaden.

decoración El segundo elemento diferenciador es la atención especial que se ha prestado a su interior, cuidado hasta el más mínimo detalle, como ha podido comprobar este periódico en su visita, con el objetivo de sumergir de lleno al participante en la trama. Por este motivo, sus promotores han contratado a un reputado fabricante de elementos de escenografía que ha trabajado para importantes productoras de cine y televisión. Además, habrá efectos especiales también más elaborados. “Hay cosas que gustarán tanto a un niño como a alguien más mayor”, adelantan, entre las pocas pistas que pueden facilitar al respecto.

Tal y como resaltan, el nivel de inversión y sofisticación que ahora éstas requieren para montarlas en nada tiene que ver cuando empezaron a popularizarse en Europa, a través de una franquicia húngara (ParaPark), y llegaran finalmente a España en 2012. Ahora se abre prácticamente “una al mes”, con temáticas de lo más variadas. De ahí que Romero, como diseñador de interiores, asegure “comerse mucho la cabeza” cuando lanza una nueva escape room, “para ofrecer algo que no se haya visto antes, porque ahora cada vez buscamos una película real, que pasen cosas, que no sólo sea abrir candados. Contar historias globales es lo que gusta del sello Mad Mansion”.

Y, de momento, esa inmersión ya se consigue, y eso que a Dragonborn -cuyo nombre hace alusión al videojuego de Skyrim, de la saga The Elder Scrolls- le faltan los últimos remates, pero, aún así, al adentrarse en ella, cuerpo y mente se ponen en tensión desde el minuto cero. Un reto psicológico que está pensado para que sus participantes, a partir de 12 años (si son menores, deberán de ir acompañados por una adulto) no jueguen solos. “Los juegos de escape son como puzzles, basados en el ingenio, y de relacionar conceptos. Y como es grupal, cuanto más se comuniquen los jugadores, más facilidades tendrán para resolver los enigmas”, aclara De Miguel.

El número máximo de jugadores será de cinco porque “no nos suele gustar masificarlo. Hay que buscar el equilibrio, ya que sólo entre dos y cinco jugadores cambia mucho la experiencia: porque si hay menos, todos se enteran de todo al ser pocos, y con cinco, se va más rápido porque hay más cabezas pensantes, pero es más caótico. La planificación de un grupo es importante para que todos se metan en el papel”, destaca Aginako.

Sus creadores también plantean que cada sesión sea ”un poco más larga de lo habitual, probablemente dure unos 70 minutos”. Si bien, no habrá la típica pantalla con el temido cronómetro, “nuestro objetivo no es que salgan rápido, sino que lo disfruten”, remarcan.

La cuenta atrás para la apertura de esta sala ya ha empezado y su reserva, a través de la página de Facebook de Dragonborn, también.