En un año tan importante como el del centenario, recordar los orígenes del Deportivo Alavés es una tarea prácticamente obligada para todos los seguidores albiazules. Por tanto, como punto inicial al amplio contenido de este suplemento especial del DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA, vamos a retroceder en el tiempo hasta el 23 de enero de 1921 para realizar un breve y resumido trayecto por la historia del Glorioso. Aquel día, dio a luz en el número 34 de la Calle Iradier el club que conocemos hoy, pero los babazorros, que aún no tenían ese sobrenombre, no fueron los pioneros en el ámbito futbolístico de Vitoria-Gasteiz.

Lo cierto es que el balompié o foot-ball, cuyo nacimiento se produjo en Inglaterra, no tardó demasiado en popularizarse en la capital alavesa. No obstante, al contrario que a otras ciudades como Bilbao o San Sebastián, su llegada a la sociedad vitoriana fue algo más tardía debido a la propia situación de esta, que había sufrido una menor industrialización que sus vecinos y contaba, además, con una población muy particular -alta presencia de la iglesia y del ejército- e inferior en número a estos.

Pese a ello, una vez se dio a conocer entre los jóvenes gasteiztarras, el fútbol acaparó muchas miradas y se crearon los primeros equipos. Entre ellos, el que daría origen al Deportivo Alavés fue el Sport Friends Club, que se fundó en julio de 1920 por una comisión provisional encabezada por Hilario Dorao que, a su vez, eligió a José Cabezas como presidente de su junta directiva. Poco después, tras varios meses jugando amistosos y adquiriendo popularidad, esa junta se renovó -fue el propio Hilario Dorao quien se puso al frente- y, en una asamblea extraordinaria de socios, se cambió el nombre del club al que todos conocemos en la actualidad.

Asimismo, el primer encuentro que el Alavés jugó con su nueva denominación fue contra el Regimiento de Cuenca el 6 de marzo de 1921. Lo hizo, además, en un campo situado el Paseo de Cervantes, que, a pesar de no ser propiedad de la sociedad, sí que estaba reservado para la práctica deportiva por parte del ayuntamiento. En esa situación, todo hacía indicar que el club evolucionaría favorablemente, pero no tardó en acusar su estructura e idea amateur y, ante la caída de popularidad del fútbol en Vitoria, se vio obligado a explorar nuevos horizontes.

En noviembre de 1922 se designó una comisión integrada por ilustres de la ciudad y dos meses después se firmaron los estatutos del "Club Deportivo Alavés", que ahora integraría otros deportes y contaría con una organización más profesional, profunda y elaborada en la que los estudiantes que formaban la anterior junta directiva únicamente se dedicarían a lo estrictamente deportivo. Una vez reorganizada la estructura, se dio paso a la construcción del campo de fútbol -principal requerimiento para federarse- y los primeros partidos en él, aún con las obras por terminar, se jugaron durante las fiestas de la Blanca de 1923. Más adelante, en la víspera de San Prudencio del año siguiente se inauguró oficialmente y en 1925 adquirió el nombre de Mendizorroza o Mendizorrotza.

Posteriormente, ya con una trayectoria relevante al haber participado y hecho un gran papel en la Copa de 1928 -y ser parte de la Serie A vizcaína-, el Alavés fue incluído, tras ser eliminado de la promoción para participar en Primera, en la Segunda División de la novedosa Liga de fútbol y en la temporada 1929-30 se convirtió en el primer ascendido a la máxima categoría gracias a la actuación de jugadores tan importantes como Ciriaco, Quincoces y Olivares. Además, por si el ascenso no fuera suficiente, el Glorioso se proclamó campeón de la competición regional por delante del Athletic, que había logrado el doblete de Liga y Copa.

No obstante, la buena trayectoria sobre el césped no fue de la mano con la situación económica del club, que empezó a acumular déficit a sus espaldas y, después de lograr la permanencia en su estreno entre los grandes, el Alavés se vio obligado -también por la oportunidad deportiva que suponía para estos- a vender a sus tres futbolistas clave al Real Madrid. Asimismo, el sueño de jugar en Primera División duró dos temporadas más, luego los vitorianos cosecharon dos descensos consecutivos y estuvieron cerca de desaparecer, pero la labor de la directiva volvió a ser determinante para dar continuidad al proyecto deportivo, aunque esta vez a nivel amateur.

La Guerra Civil (1936-39) supuso un importante parón en el ámbito deportivo, pero, una vez finalizada, se volvieron a reorganizar las competiciones y el Alavés quedó encuadrado en una amplia Segunda División. Previamente, durante el conflicto bélico, el club del Paseo de Cervantes disputó varios amistosos con antiguos futbolistas que habían regresado a Vitoria durante la guerra como Ciriaco, Quincoces, Olivares, Mardones, Albéniz, etc.

Una vez vuelta la normalidad deportiva, el cuadro vitoriano descendió a Tercera División, luego regresó a Segunda para la campaña 1941-42 -en la que se quedó a las puertas de disputar la promoción a Primera-, y volvió a bajar en la 42-43 al terminar en la última posición de la tabla. A partir de ese momento, el Glorioso pasó por una situación económica de penuria que, además, fue acrecentada por los resultados deportivos. Por fortuna, las instituciones acudieron a la ayuda del Alavés en lo económico y la federación evitó en diferentes ocasiones el descenso a Regional.

La década de los 50 estuvo protagonizada por luces y sombras. Tras muchos años atascado en Tercera, el conjunto albiazul volvió a la División de Plata. Para ello, se formó un equipo más joven y talentoso que, después de asentarse en la categoría durante dos temporadas, no perdió ningún partido en Mendizorroza, lo que reenganchó a la afición vitoriana, y logró el ascenso (1953-54) al imponerse al Caudal en el último encuentro de la liguilla. Con motivo de este éxito, el coro La Armonía cantó por primera vez el "Bravo equipo albiazul" del poeta y músico vitoriano Alfredo Donnay, que, en un principio, compuso esta canción como una dedicatoria al club, pero la acabó registrando (1957) en la SGAE y se la cedió al Deportivo Alavés.

Ya en Segunda División (1951-52), la escuadra alavesista formó una plantilla con vistas a futuro que le permitió consolidarse en la categoría y, con Manuel Echezarreta en el banquillo, se consiguió el ascenso a Primera dos temporadas más tarde. Sin embargo, la segunda etapa (1954-55) del Glorioso en la élite nacional no fue muy longeva. Después de conseguir la permanencia en su primera campaña (10), descendió en la siguiente al quedar colista en una promoción de permanencia en la que defendió su plaza contra el España Industrial, el Zaragoza, el Oviedo, el Murcia y el Betis.

A partir de ahí, ya de vuelta en la División de Plata, el Alavés se mantuvo, salvo en una campaña en la que volvió a descender, en esa categoría entre 1956 y 1964, lo cual, a tenor de los altibajos sufridos previamente, supuso una buena noticia para la entidad en el aspecto deportivo. Sin embargo, en el ámbito económico y en el institucional todo fue muy diferente. En aquella época, la dimisión de las juntas y las llamadas de socorro fueron el pan de cada curso y pocos fueron los valientes que se atrevieron a intentar encauzar el proyecto alavesista.

Tras varios años merodeando por Tercera y Primera Regional, el cuadro albiazul logró en la campaña 1973-74 ascender de nuevo a Segunda División, donde se asentó y permaneció hasta 1983. A día de hoy, ese periplo de 9 años sigue siendo el más longevo del club en la segunda categoría del fútbol nacional y, gracias a él, los aficionados alaveses pudieron disfrutar de varios futbolistas de renombre que vistieron la albiazul como Valdano, Pavón, Ortigosa, Salamanca, Alexanco, Astarbe, etc.

Lo más destacable durante esta etapa -y al igual que en otras anteriores- fue el rendimiento copero, donde el equipo alavesista alcanzó dos cuartos de final consecutivos (1977-78 y 1978-79) en los que fue eliminado por el Barcelona y el Valencia.

No obstante, en junio 1983 se volvió a descender, aunque esta vez a la recién estrenada Segunda B y, tras tres campañas en las que no se logró volver a Segunda, los impagos acecharon al Glorioso y este fue relegado a Tercera División en los despachos. Poco después, en 1986 -y con el club en la ruina económica absoluta-, la figura de Juan Arregui, que ya había sido presidente y, además, parte de varias juntas directivas en la sombra, emergió para firmar un acuerdo con el Athletic que permitió al Alavés subsistir a cambio de convertirse en club convenido de los rojiblancos -una situación que duró hasta 1992-.

Solucionado, al menos de forma provisional, el plano económico, el Alavés necesitaba en ese momento regresar al fútbol profesional. Para ello, la primera piedra se puso el 1 de mayo de 1990 en el antiguo campo de Lerún (Elgoibar), donde los albiazules consiguieron abandonar por fin la Tercera División. Posteriormente, de nuevo en Segunda B, se planificó un proyecto ambicioso y el conjunto babazorro jugó cinco liguillas de ascenso consecutivas hasta que, en esa quinta promoción (1994-95), logró regresar, con Txutxi Aranguren en el banquillo, a la División de Plata tras derrotar a la UD Las Palmas, la Gramanet y el Real Jaén.

Más tarde, en la temporada 1997-98, José Manuel Esnal Mané llegó a la entidad del Paseo de Cervantes y, mediante futbolistas como Leal, Karmona, Téllez, Desio, Pablo, Serrano, etc., propulsó al Glorioso hacia la Primera División tras batir el récord de puntos de Segunda (82). Además, por si eso no fuera suficiente, ese Alavés de Mané se convirtió en el matagigantes de la Copa, ya que, aunque cayó en semifinales contra el Mallorca, eliminó al Real Madrid y el Deportivo de la Coruña.

De vuelta a la máxima categoría del fútbol español 42 años después de haberla abandonado, la escuadra gasteiztarra dio continuidad a parte importante del bloque que le permitió ascender y, aunque sufrió hasta la última jornada -en la que venció a la Real Sociedad en Mendizorroza-, consiguió asegurar su continuidad en la élite. Al año siguiente, más conocedores de cómo funcionaba la Primera División, se logró un pasaporte para la UEFA, aunque pudo haber sido para la Champions, y, en el curso 2000-01, el cuadro gasteiztarra tocó la gloria con la yema de sus dedos.

Gaziantepspor, Lillestrøm, Rosenborg, Inter de Milán, Rayo Vallecano y Kaiserslautern. Estos fueron los seis rivales a los que tuvo que batir el Deportivo Alavés para llegar a la final de Dortmund. Una final que se disputó el 16 de mayo de 2001 y en la que un modesto equipo alavesista no solo plantó cara a todo un campeón de Europa como el Liverpool, sino que, además, estuvo muy cerca (5-4) de arrebatarle la copa.

Tras perder esa oportunidad, los albiazules volvieron a competir en Europa (2002-03), pero no tuvieron la misma fortuna que en su estreno. En esta ocasión, el Besiktas eliminó al Glorioso en la segunda ronda, lo que supuso la primera decepción de la campaña, y la segunda llegó cuando se consumó el descenso después de cinco años en la élite.

Tanto éxito acumulado en la última década provocó una importante obsesión por regresar a la máxima categoría y esto pasó factura. Las prisas nunca fueron buenas compañeras y, después de no lograr el retorno en la 2003-04, Gonzalo Antón abandonó la entidad y fue Dimitry Piterman quien compró el club. Con el mandato del ucraniano, la entidad del Paseo de Cervantes vivió su época más negra como club. Sí, es cierto que se ascendió a Primera en la 2004-05, pero la burbuja acabó explotando, la deuda fue cada vez a más y la crisis económica fue profunda. Además, la fractura social fue tal que los aficionados alavesistas y Vitoria lograron expulsar al empresario balcánico y Fernando Órtiz de Zárate ocupó su lugar en la temporada 2008-09.

Por desgracia, la situación económica del club llegó a extremos insostenibles, lo que provocó el descenso a Segunda B en el curso 2008-09. Previamente, eso sí, el presidente gasteiztarra vivió una salvación en Vigo, sustentada también por la espectacular remontada contra la Real Sociedad en Mendizorroza.

El curso 2010-11 se abre bajo el mandato de Alfredo Ruiz de Gauna, que, tras el fracaso de la temporada anterior -los albiazules terminaron quintos-, consigue, junto a la labor de Álvarez Tomé y de la plantilla, meter al Glorioso en los play off de ascenso a Segunda División. Por desgracia, tras eliminar al Melilla en la primera ronda, los babazorros cayeron frente al Lugo en una eliminatoria muy competida y protagonizada por un ambiente espectacular en el partido de ida disputado en Mendizorroza.

A continuación, con el club al borde de la desaparición por su situación económica, el grupo Saski Baskonia, liderado por Josean Querejeta, se hace cargo -con la ayuda de las instituciones alavesas- del Deportivo Alavés, que comienza su escalada. En la campaña 2012-13, con Natxo González en el banquillo, los babazorros lograron el ansiado ascenso a la División de Plata tras proclamarse campeones de su grupo en liga regular y vencer al Real Jaén en los play off de ascenso. Sin olvidar eso sí, el título de la categoría obtenido ante el Tenerife.

Ya en Segunda, la escuadra vitoriana, sumida en los puestos de descenso durante gran parte del curso, consiguió una salvación agónica frente al Real Jaén. Aquel día, el 7 de junio de 2014, el estadio de La Victoria vio cómo Guzmán Casaseca se convertía en el héroe de todo Álava al marcar en el minuto 93 el definitivo 2-3 que le dio la salvación al Glorioso en detrimento del propio cuadro jienense. Una permanencia que, por supuesto, sirvió para que el proyecto alavesista no diera un enorme paso hacia atrás y siguiera preparando su retorno a la élite.

Ese esperado regreso a Primera División llegó en la temporada 2015-16 con José Bordalás. El técnico alicantino formó un equipo muy competitivo y eficaz que, una vez se metió en la pelea, nadie fue capaz de sacar de los puestos de ascenso directo. Además, el Alavés no solo escaló el último peldaño, también se proclamó campeón de la categoría y en la memoria aún subsisten el trascendental derbi ante el Bilbao Athletic en Lasesarre y el encuentro de confirmación contra el Numancia en Mendizorroza.

Posteriormente, la vuelta a Primera después de 10 años de ausencia no pudo ser más especial. Pellegrino asumió la capitanía del barco babazorro y logró una salvación holgada que, además, estuvo acompañada de triunfos emocionantes como el del Camp Nou o el derbi ante el Athletic en el feudo del Paseo de Cervantes. No obstante, el protagonismo no fue para la permanencia, el Glorioso alcanzó la primera final de Copa de su historia y, junto a más de 20.000 aficionados, trató de batir, sin éxito, a un gigante como el Barcelona en el Vicente Calderón.

El siguiente curso (2017-18) tampoco estuvo carente de emoción. Cuando arrancaba el mes de diciembre, el Alavés ocupaba el farolillo rojo de la tabla y la esperanza rozaba mínimos después del mal rendimiento del equipo primero con Zubeldía y después con De Biasi. Sin embargo, los problemas se solucionaron con la llegada del Pitu Abelardo. El técnico asturiano debutó con una taquicárdica remontada contra el Girona en Montilivi y consiguió aprovechar ese empujón de confianza para salvar a la escuadra gasteiztarra con relativa tranquilidad, lo que le valió la renovación.

En su segunda campaña como albiazul, el gijonés llevó a sus pupilos a realizar la mejor primera vuelta de la historia del conjunto alavesista en la máxima categoría. El cuadro babazorro estuvo durante muchas jornadas metido de lleno en la pelea por los puestos europeos, pero un flojo segundo tramo de la temporada hizo que la ilusión por volver a jugar una competición continental se esfumara por completo.

Una vez confirmada la salida de Abelardo, el Glorioso intentó crear un nuevo proyecto alrededor de Asier Garitano, que arrancó con buen pie y mantuvo al plantel alejado de los puestos de descenso. No obstante, todo lo bueno que se había visto del conjunto vitoriano desapareció tras el parón por covid-19, cuando una continua paupérrima imagen sobre el césped acabó con la confianza depositada sobre el entrenador de Bergara. Juan Ramón López Muñiz fue quien, entonces, se sentó en el banquillo y certificó la permanencia con un triunfo en el Benito Villamarín.

Finalmente, llegamos a 2020-21. Una temporada muy complicada para la afición del Deportivo Alavés, que no ha podido acudir a ninguno de los partidos disputados en Mendizorroza y que, además, ha tenido que sufrir desde fuera cómo su equipo se iba apagando poco a poco con Pablo Machín y, sobre todo, con el Pitu. Por fortuna, en abril llegó Javi Calleja para recobrar la confianza y la esperanza no solo de la hinchada, también del vestuario. ¿El final? Es de sobra conocido. Una racha espectacular y una nueva permanencia que dará la oportunidad a todos los alavesistas de volver a su segunda casa para seguir viendo a su equipo compitiendo entre los mejores y para seguir demostrando que son el corazón y la voz de este equipo que ha cumplido cien años.

1921-2021. Libro escrito por el Santiago de Pablo y editado por el Deportivo Alavés.

Emilio Quílez. Artículos de "366 días albiazules" publicados en DNA.

Diputación Foral de Álava. Documental de 1993 dirigido por Moraza y Churruca.