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El Alavés, dependiente de la medular

Sin la sala de máquinas a su nivel óptimo, fruto del físico del Sevilla, los babazorros se mostraron inofensivos en ataque y fueron incapaces de encontrar otras vías

El Alavés, dependiente de la medular

Aunque el resultado, por sí solo, no lo dio a entender, pues perder por la mínima siempre deja la sensación de que pudo haberse sumado algún punto, el de este sábado en Mendizorroza fue un partido muy incómodo para el Deportivo Alavés. Probablemente, el que más de estas cinco primeras jornadas de Liga, y eso que ha habido rivales a priori más exigentes que el Sevilla por el camino.

Los hispalenses, liderados por Matías Almeyda, se plantaron sobre el césped del Paseo de Cervantes con las ideas claras: debían desactivar la sala de máquinas del Glorioso. Ahí es donde el conjunto albiazul cuenta con sus futbolistas de mayor talento, los más diferenciales, y sacándoles del encuentro tendrían mucho ganado. Para ello, el técnico argentino apostó por puro músculo en su centro del campo.

Y le salió genial. Salvo en los primeros compases, donde Antonio Blanco y, sobre todo, Denis Suárez estuvieron algo más liberados, la medular babazorra no existió en todo el partido. Lucien Agoumé y Batista Mendy, dos armarios, hicieron la tarde imposible al gallego y al cordobés. Muestra de ello fue que este último llegó al descanso con un 60 % de acierto en pases, cuando siempre suele rondar el 87 %.

En imágenes: El Alavés cae en Mendizorroza ante el Sevilla

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Además, la falta de precisión en la sala de máquinas se contagió a las demás zonas del terreno de juego. Cuando los que siempre están de notable empiezan a fallar, el nerviosismo se propaga rápido y sin miramientos. Así llegaron los errores de la zaga en la salida de balón y también de la parcela ofensiva, las pocas veces que la pelota alcanzó posiciones de peligro. Incomodidad e impotencia, como resumen.

En este escenario, claro está, las ocasiones claras de gol para el Alavés fueron contadas –tampoco el Sevilla tuvo muchas, eso es cierto–. Si ya de por sí, en duelos previos, a los babazorros les había costado bastante llegar a la portería rival, fruto de su escasa profundidad, el sábado esa tarea se dificultó todavía más. El único albiazul capaz de exigir a la defensa sevillista fue Carlos Vicente, y tampoco en exceso.

Lucas Boyé, al que se le presupone mayor capacidad para combinar que a Mariano Díaz o Toni Martínez, apenas intervino. Y hombres como Carles Aleñá o Jon Guridi no aportaron esa verticalidad ni fluidez que hacía falta. Que la mayoría de jugadas murieran cerca de la línea de centro no ayudó a ello, eso está claro. Tampoco que, si se superaba al doble pivote rival, detrás hubiera tres centrales.

SOLUCIÓN TARDÍA

El Chacho trató de solucionar lo comentado metiendo físico: Pablo Ibáñez entró junto a Blanco y Toni Martínez lo hizo arriba, para formar pareja con Boyé. Y la presencia del navarro ayudó mucho, sobre todo por su energía en la pelea de las segundas jugadas. Por fin se comenzó a ganar algunas. El problema fue, tal y como reconoció el técnico albiazul, que a los pocos minutos el Sevilla marcó el 1-2.

Ahí, con el conjunto andaluz de nuevo por delante, se acabó la contienda. Por mucha garra que pusiera Ibáñez o la cantidad de veces que intentaran Yusi o Abde, también revulsivos, plantar cara a la retaguardia rival, la permisividad del colegiado Gallech Apezteguía con las pérdidas de tiempo y las interrupciones impidió que el ritmo fuera favorable al Alavés. No hubo ocasiones para empatar el encuentro.

La cuestión es si, a sabiendas de que el Sevilla iba a jugar así –es difícil de creer que Almeyda sorprendiera a Coudet con su planteamiento–, no hubiera sido mejor apostar de inicio por futbolistas de más físico, como los propios Ibáñez, Abde o Toni. En especial, por el navarro. Su suplencia fue una auténtica sorpresa, pues había sido de los mejores futbolistas del Glorioso en las cuatro jornadas anteriores.

Y el problema, en realidad, no es que el Sevilla se llevase los tres puntos de Mendizorroza. Ni el Alavés era tan bueno tras ganar en San Mamés ni es tan malo ahora, después de dejar escapar tres puntos en casa. El asunto es que el entrenador hispalense ha sentado precedente. Si el Chacho sigue apostando por una parcela intermedia repleta de jugones, los rivales lo van a tener fácil para contrarrestarlo.

EN EL COLÍSEUM, OTRA PRUEBA

La visita al Getafe, otro equipo caracterizado por su despliegue físico, es una buena prueba para ver qué decisión toma el técnico babazorro, si bien el hecho de que haya otro compromiso el fin de semana puede condicionar su once. Habrá que ver si jugadores que, hasta el momento, no han tenido mucho protagonismo, como Carlos Protesoni o Ander Guevara, reciben una oportunidad en la medular.