Las gradas de Mendizorroza vivieron una fiesta del fútbol en el derbi entre el Alavés y Osasuna, aunque el sabor amargo lo tuvo que soportar la parroquia albiazul, pues sufrió su segunda derrota del curso en su feudo.  

Eso sí, dentro de la competitiviad que se respira en un duelo correspondiente a la máxima categoría, la cordialidad y la deportividad predominaron durante un encuentro en el que un solitario zarpazo de Arnaiz fue suficiente para decantar la balanza en contra del Alavés. 

Desde primera hora de la jornada dominival, la capital alavesa recibió a centenares de seguidores rojillos, que inundaron las calles más céntricas de la ciudad junto a la fiel afición albiazul en una clara señal de la fraternidad entre los dos equipos.

La cercanía geográfica y la buena relación entre ambas aficiones propiciaron que el derbi vasco fuese una fiesta desde el primer minuto. Mendizorroza, con 19.035 espectadores, vistió una de sus mejores galas de la temporada y demostró, una vez más, que el Glorioso está respaldado por una afición de Primera. 

Caldera en la grada

El conjunto capitaneado por Luis García recibió el inagotable apoyo de su afición. Desde el primer pitido inicial y, pese a sufrir un jarro de agua fría con el tanto de Osasuna, la marea albiazul se convirtió en el inequívoco jugador número 12 –y 11 tras la desproporcionada expulsión de Antonio Blanco–.

Ambas aficiones vivieron el partido con deportividad Alex Larretxi

Tras la reanudación de la contienda y con el objetivo de igualar el marcador, Mendizorroza no dejó de apretar a los suyos en busca de la remontada. Cada ocasión albiazul aumentó los decibelios del estadio del Paseo de Cervantes y, como es lógico, la afición también mostró su descontento por las pérdidas de tiempo de Herrera y las decisiones arbitrales. Con todo y, pese a buscar todas las fórmulas para rescatar el botín, la fiesta vivida en la grada no se pudo trasladar al tapete.