Jon Ander Pérez Ruiz de Garibay, más conocido como Jon Ander, ha anunciado hace poco su retirada del fútbol profesional, después de haber jugado en diferentes equipos y haber competido en Segunda División B. Una idea que viene precedida por el sentimiento de querer estar más cerca de su familia. Licenciado en Magisterio e INEF, admite que es una decisión muy consensuada y que a pesar de haber vivido unos años magníficos, siempre ha tenido claro que su futuro estaba en las aulas, donde espera poder estar impartiendo clases dentro de poco.

Acaba de anunciar hace unos días su retirada. ¿Ha sido una decisión muy meditada?

–Sí, ha sido muy meditada porque todavía con 33 años creo que podría haber jugado unos años más, pero al final, la situación familiar ha pesado más. Y es que hace poco que acabamos de tener a nuestra segunda niña y el fútbol supone muchos viajes y por eso mismo decidí dar un paso al lado. Incluso a pesar de tener alguna oferta de Primera y Segunda RFEF, no me veía tan motivado como otras veces y me ilusionaba más estar en casa con mi familia.

Con lo que es el fútbol a día de hoy y teniendo ofertas, quizá haya sido una decisión que no haya entendido mucha gente…

–Entiendo que habrá gente que no lo comprenda, pero yo también estudié INEF y Magisterio con Educación Física, y tengo otras opciones para ganarme la vida. Eso es lo que he decidido y es lo que me hace feliz.

¿Entonces le gustaría dedicarse a la enseñanza en un futuro cercano?

–Al final, empecé la carrera con 18 años y el fútbol me llegó más tarde que los estudios y, por eso mismo, siempre he tenido claro que mi futuro está en las aulas. Luego he tenido la suerte de poder vivir 7-8 años del fútbol profesional, los cuales han sido maravillosos y espectaculares, pero nunca me he olvidado de dónde vengo, es decir, de lo que he estudiado. La enseñanza me encanta y espero que más pronto que tarde esté dando clases a niñas y niños.

¿Cómo fueron sus comienzos en el fútbol?

–Comencé más o menos con 13-14 años que era cuando jugaba en el Alavés, luego tuve un arrebato de niño pequeño, de esas cosas que no sabes ni qué haces, me enfadé con el entrenador y me marché del equipo. Después jugué con mis amigos en el Urgatzi, pero tampoco me lo tomé excesivamente en serio. Más adelante firmé por el Aurrera y estuve alrededor de siete años ahí, alternando temporadas con más y otras con menos minutos, pero al final tuve un año muy bueno en Tercera División y eso hizo que me firmara el Beasain. A partir de ahí, me empezó a salir todo muy bien, incluso logré quedar pichichi de Tercera. Eso me hizo fichar por el Amorebieta en Segunda B y por aquel entonces ya tenía 27 años. Ahí también tuve una buena actuación que hizo que me llamara el Racing de Santander. Entonces, viví un sueño increíble en un club que tiene toda la estructura como si fuera de Primera División, con una masa social increíble. Además, tuve la suerte de sentirme como un futbolista profesional, algo con lo que todo el mundo sueña cuando es pequeño. Al final, fue como sentirme futbolista y estoy muy agradecido por poder haber vivido todo eso. Ya en mi última etapa, estos años han sido diferentes y eso creo que ha condicionado mi decisión, ya que quizá mi pasión se ha reducido. Entonces, ahora que aún estoy bien físicamente para correr detrás de mis hijas es el momento para echarme a un lado.

¿Cómo ha vivido su última temporada?

–Ha sido algo difícil, he jugado en el Real Unión y he sufrido varias lesiones. Además, en casa, mi hija pequeña ha estado un poco enferma y todas esas cosas afectan a la cabeza. Al final, la decisión no ha sido otra que tirar para casa.

¿Se le ha quedado alguna espina clavada?

–Yo siempre le digo a mi mujer lo mismo, que no me voy a arrepentir de nada y menos de una decisión que haya tomado, pero quizá me hubiera gustado jugar en el extranjero. Lógicamente, también habría sido increíble poder jugar en el primer equipo del Deportivo Alavés o del Athletic. Pero probar otra liga no me hubiera importado y eso que tuve alguna oportunidad en su momento, pero siempre he priorizado la familia y mi gente que el irme a ganar más dinero a otro país. Algo que por cierto ahora está muy de moda.

Hablando de esto, ahora los equipos parece que poco a poco optan por los canteranos. Por ejemplo, Guevara ha vuelto a casa.

–Creo que es algo que deberían hacer mucho más y creo que se debería cuidar mejor la cantera, porque al final la gente cuando además de jugar por un salario, lo hace por sentimiento, creo que difiere mucho de alguien que viene de fuera. Por ejemplo, el caso de Ander es especial, porque somos amigos de toda la vida y tengo mucho trato con él. Por eso mismo sé que para él es diferente porque defiende el escudo de su ciudad y su casa en el que han jugado sus hermanos y su padre. Por lo que ojalá haya más oportunidades para gente de la casa porque lo van a defender de otra manera.

Al margen de los grandes futbolistas, es cierto que el fútbol en categorías inferiores tiene otra realidad.

–El fútbol es precioso y es cierto que no podemos decir que sufrimos mucho, pero es verdad que hay cosas que no se ven, como el machaque físico que existe, tanto en el presente como en el futuro que es bastante duro. Por ejemplo, yo me he roto muchas partes del cuerpo y sé que eso me va a pasar factura el día de mañana. Yo he tenido temporadas en las que me levantaba bastante cojo y luego poco a poco le daba la vuelta a lo largo del día, pero la realidad era que yo me levantaba cojo. Por otro lado, también pasas mucho tiempo fuera de casa y hay gente a la que le gusta, pero a mí me encanta estar con mis hijas y mi mujer y eso siempre me ha afectado. Pero lógicamente vivir de tu hobby es algo maravilloso, así que no nos podemos quejar.

Por cómo habla, Vitoria es su ciudad de siempre y para siempre...

–Cuando no renové por el Racing de Santander ya tenía a mi primera hija y junto a mi mujer decidimos que solo iba a fichar por equipos que estuvieran cerca de Vitoria. Ahora estoy muy contento en Zurbano y no tengo intención de moverme.

¿Cuál ha sido su mejor y su peor momento?

–Mi mejor momento, sin duda alguna, fue el año que jugué en el Racing de Santander, que fue cuando logramos el ascenso. Fue increíble cuando se pitó el final en aquel partido en Mallorca, una sensación irrepetible. Luego, el peor, cuando me rompí el cruzado, me pilló en un momento de forma muy bueno y aunque se logró el objetivo colectivo, a nivel individual fue muy duro. Es más, a la postre esa lesión creo que ha sido determinante en mi declive en el fútbol.

¿Cómo es Jon Ander fuera de los terrenos de juego?

–Me considero muy alegre e incluso algo payasete. Muy familiar y es que me gusta estar con mi gente y hacer reuniones y comidas.