Cuando se ficha a un nuevo entrenador con la temporada ya en curso, lo más habitual es esperar, en mayor o menor medida, una revolución tanto en el once inicial como en la manera de jugar del equipo -sobre todo, si la dinámica es paupérrima-. Algo que se produjo en el Deportivo Alavés con la llegada de José Luis Mendilibar, quien modificó casi por completo las directrices tácticas establecidas previamente por Javi Calleja, pero que, al menos en sus dos primeros partidos al mando, no ha sucedido con Julio Velázquez.

El técnico salmantino cogió el timón del navío albiazul en su momento más crítico y, contrariamente a lo que se podía esperar, su intención es sacarlo de esa tempestad, la cual trata de arrastrarlo a Segunda División, con el mismo núcleo duro que fue incapaz de ganar más de un partido entre noviembre y abril. Esto es, una defensa de cuatro con los centrales más veteranos (Laguardia y Lejeune); dos hombres muy físicos, como son Escalante y Loum, en la medular; y una maquinaria ofensiva que depende, casi al cien por cien, de la labor de Joselu Mato, porque ni las bandas ni el segundo punta son capaces de aportar lo suficiente.

Ahora bien, pese a que no haya habido ninguna revolución respecto a lo que dejó el entrenador de Zaldibar a su marcha, sí es cierto que Velázquez ha introducido dos pequeños cambios que, si bien no surtieron efecto en El Sadar, donde la decepción fue mayúscula, le sirvieron para vencer el sábado al Rayo Vallecano y, de esta manera, afrontar la visita de este martes (19.00 horas) a Son Moix con la certeza de que un buen resultado puede colocarle en una posición idónea para pelear por el objetivo.

En concreto, la primera de esas modificaciones se ha dado en la banda izquierda. Allí, en el puesto más retrasado, Ximo Navarro le ha quitado el sitio, y eso que no es su lado natural, a Rubén Duarte, quien, desde que llegó a Vitoria-Gasteiz en la temporada 2017-18, había sido titular indiscutible -aunque muchas veces, eso sí, por falta de competencia-. Una decisión arriesgada teniendo en cuenta que el lateral granadino ha estado media campaña lesionado y que, sin embargo, le ha salido bien al preparador castellanoleonés.

No ante Osasuna, pues Ximo cometió dos errores puntuales que mancharon completamente su actuación, pero sí frente a la escuadra de Andoni Iraola. El veintitrés fue, en tareas defensivas, el babazorro que más entradas con éxito realizó y el que más balones interceptó; y, además, también fue protagonista en la elaboración de juego siendo el futbolista albiazul por el que más veces pasó la pelota durante el partido.

Por todo ello, y salvo que tenga algún contratiempo físico, no es de extrañar que el nazarí juegue como titular todos y cada uno de los seis partidos que restan por disputar. Algo que no puede decir Manu García, pero que, no obstante, no es del todo negativo para él. Porque, pese a que ha sido suplente en los dos encuentros que ha dirigido Velázquez, el mero hecho de contar con sus servicios es ya de por sí una novedad teniendo en cuenta que solo participó en tres de los trece choques que dirigió Mendilibar.

Y esto, lógicamente, es muy bueno, puesto que, aunque el centrocampista asturiano no sea la solución a todos los problemas que tiene el Alavés a la hora de elaborar juego, es fundamental que el salmantino cuente con un abanico de posibilidades y no solo con once hombres. Sobre todo, si esas alternativas ofrecen, como es el caso de Manu, un perfil diferente a lo que ya hay habitualmente en el césped. Si tendrá continuidad o no, eso ya es otro tema.

Las matemáticas

Por lo demás, tal y como se ha mencionado al principio, nada ha cambiado. El Glorioso continúa sufriendo en todas las facetas, como lo hacía tanto con Calleja como con Mendilibar, pero siempre tiene opciones, que no es poco. Si Velázquez consigue que el equipo esté motivado y siga recibiendo pocos goles, la oportunidad de sumar puntos y, en consecuencia, de pelear por la salvación va a permanecer latente. Solo falta ver de qué lado cae la moneda en Son Moix, donde, de nuevo, las matemáticas importan mucho más que el juego, ya que son las que mantienen viva la esperanza.