Puñalada contra las esperanzas de la parroquia albiazul para lograr la permanencia. Una más. El Alavés dejó pasar ante un rival a medio gas el que pudo ser uno de los últimos trenes disponibles hacia el milagro de la salvación.
A pesar de que el banquillo babazorro luciese una nueva cara en la figura de un Julio Velázquez que había irradiado un gran positivismo desde sus primeros pasos, tanto el vértigo como el temor al fracaso de los pupilos de salmantino se percibieron desde un primer instante. Reo de sus miedos, el Alavés mostró una actitud excesivamente conservadora en lugar de ir a por un partido donde tan solo le valía la victoria para aferrarse a Primera. Finalmente pagó cara esa actitud con un repliegue defensivo que posibilitó el gol de Budimir sobre la bocina.
La primera jugada del partido, un remate de cabeza de Joselu con apenas medio minuto transcurrido, parecía demostrar una clara predisposición de ir a por los tres puntos. El planteamiento también fue una declaración de intenciones ya que Velázquez apostó por cuatro futbolistas de perfil ofensivo como Vallejo, Joselu, Rioja y Edgar Méndez. Sin embargo, el paso de los minutos disminuyó las aspiraciones del Alavés hasta tal punto que el equipo dio por bueno un punto que tan solo acercaría la permanencia a otros seis.
El desarrollo del duelo evidenció uno de los muchos problemas de la plantilla gasteiztarra, que no es otro que la falta de mordiente en la zona de tres cuartos. El Glorioso erró hasta tres ocasiones manifiestas de gol en el área de Sergio Herrera. Un déficit goleador que explica la condición de colista del Alavés. Rioja y Joselu, una dupla que durante la primera mitad del curso se entendió a las mil maravillas, ya no se compenetran como antaño y, en este sentido, el artillero del Alavés volvió a irse de vacío en una tarde aciaga para los aficionados del Glorioso.
Y es que se esperaba mucho más por parte del equipo. Una reacción de garra y carácter. Había que afrontar el partido con el cuchillo entre los dientes, pero muchos no lo entendieron así. La afición desplazada al feudo rojillo quería ver un equipo reconocible y del que poder sentirse orgulloso. Y en El Sadar no se vio nada de eso para desesperación del personal. El Alavés acabó replegándose a un bloque bajo en el que su único plan no era otro que robar el esférico cerca de su área y después lanzar contragolpes a través de la velocidad de Rioja. Esa apuesta pudo haber funcionado tranquilamente, pero el cuadro gasteiztarra carece de calidad en los metros finales y no tuvo en Rioja a un puñal desequilibrante.
El desenlace del duelo fue de sobra conocido. Un error individual de Ximo Navarro al trastabillarse con el balón a dos minutos del final provocó el gol de Budimir, quien no tuvo ningún problema a la hora de batir a un Pacheco que estuvo imperial ante Osasuna.
En definitiva, el primer test de Velázquez como técnico del Alavés ha generado más sombras que luces. A pesar de su encomiable optimismo, el discurso del salmantino puede que haya llegado demasiado tarde a un grupo que no levanta cabeza y tan solo ha obtenido una victoria en los últimos 19 encuentros ligueros ante el Valencia.
Por tanto, llegados a esta situación en la que Velázquez se ha convertido en el tercer técnico del Alavés en la presente temporada, quizá es el momento para reflexionar y ser autocríticos. La plantilla demandaba herramientas de nivel desde hace temporadas y, ahí, la responsabilidad no está en el banquillo.
Teniendo en cuenta la imperiosa necesidad de ganar, el desmedido repliegue atrás y el bloque tan bajo fueron llamativos