Cualquier aficionado babazorro disfruta con los goles, las victorias, los ascensos y las salvaciones de su Deportivo Alavés. Sin embargo, el éxito, y la emoción que este genera, no siempre depende de los resultados. Muchas veces, son otros acontecimientos -y detalles-, como, por ejemplo, la irrupción de un gasteiztarra en el primer equipo, los que desembocan el sentimiento de orgullo de Mendizorroza y de todo aquel alavesista allá donde esté.

El último en lograr esto fue Martín Aguirregabiria. Lo hizo en 2017 y, desde entonces, las gradas del Paseo de Cervantes no han vuelto a ver a ningún talento local establecerse en lo más alto de la escalera albiazul, pero ese momento llegará. Y así será porque varios chavales, como Unai Ropero en este caso, están dando los pasos adecuados para, por qué no, afrontar algún día el salto con el que llevan soñando desde muy pequeños.

Recientemente ha sellado su renovación con el Alavés hasta 2024, ¿qué ha significado para usted?

Me ha servido para confirmar algo que ya sabía: la gran implicación que el club tiene conmigo. Ambas partes confiamos la una en la otra y eso me motiva mucho para afrontar los proyectos que tenemos por delante.

No siempre va de la mano, pero, en su caso, es gasteiztarra y, además, muy alavesista, ¿verdad?

Sí, así es. Y me enganché como la mayoría de gente que conozco. Fui a Mendizorroza por primera vez gracias al colegio, que nos repartió entradas para un partido; y, desde entonces, empecé a pedir más y más hasta que convencí a mis aitas para que me hicieran socio.

¿Cuál ha sido su momento más emotivo como aficionado?

Recuerdo con mucho cariño la temporada del ascenso a Primera División (2015-16). El Alavés estuvo muy bien durante todo el año y el ambiente que se generó en Mendi fue único. Especialmente, en el partido frente al Numancia, que lo viví con mis amigos en la grada de Iraultza y fue impresionante.

Supongo, entonces, que se habrá imaginado multitud de veces su debut con el primer equipo en Mendizorroza.

Por supuesto, es mi sueño. Peleo día sí y día también para lograrlo y, si algún día llega esa oportunidad, me la imagino con mis familiares y mis amigos apoyándome en la grada.

Ahora bien, aunque haya sido en un amistoso, usted ya ha logrado debutar con el primer equipo. ¿Cómo fue ese día?

Recuerdo que, tras dos semanas entrenando bajo sus órdenes, Javi Calleja nos llamó al gimnasio y ahí, al escucharle narrar la alineación, dijo mi nombre y no supe cómo reaccionar. Sinceramente, en ese momento me puso muy nervioso, porque no es algo que se vive todos los días, pero luego, ya sobre el césped, y gracias al apoyo de los compañeros, estuve mucho más tranquilo e intenté demostrar lo que había aprendido.

¿Qué le han aportado, en lo personal, las diferentes sesiones de entrenamiento que ha realizado con el primer equipo?

Son una oportunidad para probarme ante los mejores y comprobar cómo estoy. Al final, entrenar con futbolistas de primer nivel te obliga a exigirte al máximo y te hace mejorar.

Martín, que fue el último canterano vitoriano en establecerse en el Alavés, es un referente para usted, ¿no?

Sí, claro. A todos los que venimos desde abajo nos motiva ver que él ha podido conseguirlo. Además, en lo personal, Martín es alguien que nos ha apoyado mucho desde el primer día tanto a Balboa como a mí.

Hablando ya del filial babazorro, ¿cómo valora su temporada?

Muy buena. Somos jugadores con un nivel muy alto para esta categoría y todos hemos sabido pasar por situaciones en las que no hemos jugado tanto. Creo que esa está siendo la clave, porque nadie ha parado de apretar en ningún momento.

En estas categorías es habitual pasar por algún bache incluso siendo uno de los favoritos. A ustedes, sin ir más lejos, les ha pasado y lo han superado, ¿estaban preparados para ello?

Sí. Aunque los resultados no nos acompañasen, en el día a día hemos seguido entrenando de manera increíble. Es cierto, como dices, que hubo un momento en el que se nos escaparon bastantes partidos por errores puntuales, pero nunca hemos bajado los brazos.

Y, en lo personal, ¿qué valoración hace de la campaña?

Bastante buena, la verdad. Me he tenido que adaptar, porque en el San Ignacio tenía mucha menos competencia que aquí en el Miniglorias, donde hay varios jugadores muy buenos en mi posición, pero lo importante es saber que puedo ser útil para el equipo en todo momento.

El partido de hoy frente al Portugalete es una final, ¿no?

Sin duda. Así lo afrontamos, vaya. Creo que ellos tienen algo más de presión, puesto que llevan varios partidos sin ganar y nosotros venimos de una buena dinámica, y estoy seguro de que van a venir con todo para evitar que nos alejemos un poco más.

¿Cuáles cree que son sus puntos fuertes como futbolista?

Técnicamente, prefiero que los definan los demás. Sin embargo, lo que sí tengo muy claro es que solo creo en la garra, el esfuerzo y el trabajo. Si un jugador no tiene esos mínimos, no va a llegar a nada.

¿Y en qué aspectos está intentando mejorar?

Trato de prepararme en todos los ámbitos. No ya solo en lo futbolístico, también en lo mental. Es muy importante saber mantenerse fuerte en esas etapas en las que, por la razón que sea, no puedes jugar tanto como te gustaría.

¿Quiénes son sus principales referentes en el Alavés?

Hasta que se marchó, Manu García fue mi mayor referente. Tenía carácter y se notaba mucho cuando estaba sobre el césped. En la actualidad, me llaman la atención futbolistas como Luis Rioja, que vienen de fuera pero dan todo por el escudo.

Entiendo que está centrado en sus objetivos, pero, como babazorro, el Alavés se salva, ¿verdad?

Yo, sinceramente, voy a creer hasta que las matemáticas digan lo contrario. Pronto vamos a jugar frente a varios rivales de nuestra misma liga y, si algo ha caracterizado siempre al Glorioso, es que nunca se rinde.

Hipotéticamente hablando, ¿cree que hubiera podido estrenarse oficialmente con el primer equipo si su situación hubiese sido mejor?

Tal vez. La verdad es que nosotros, como filial, tenemos nuestros propios objetivos y nos centramos en ellos, pero si es cierto que es más fácil debutar cuando la necesidad no es tan imperiosa.