Entrevista realizada el pasado 14 de noviembre, en la que el futuro entrenador del Deportivo Alavés hablaba de sus planes de futuro.

Para José Luis Mendilibar es un tiempo de espera. Confía en que más pronto que tarde sus servicios sean reclamados por un club de Primera, aunque no descarta trabajar en el peldaño inferior. Mientras, repasa experiencias, vierte opiniones y reflexiona con su habitual convencimiento y sencillez, ajeno a la sofisticación tan extendida en el mundillo del fútbol.

En mayo dejó el Eibar, el tiempo vuela.

—Sí, son ya seis meses. Al principio estás tranquilo porque sabíamos que no íbamos a empezar a entrenar con el comienzo de la nueva temporada y decidimos parar. ¿Tomarnos un año sabático? No, tampoco era esa la intención. Ahora noto que estoy echando de menos el día a día, que es algo que siempre me ha gustado. Llega un momento en que añoras levantarte e ir al entrenamiento. Apenas me he acercado a ver el trabajo de otros equipos, salvo el Amorebieta, y he ido a algunos partidos en Ipurua. Los fines de semana suelo ver todo el fútbol que puedo en televisión.

Al hablar de la decisión ha utilizado el plural.

—Sí, en el plural incluyo a Toni Ruiz, el preparador físico. Son ya veinte años juntos. En cambio, Iñaki Bea, que ha sido ayudante mío en los últimos siete años, ahora ha querido ir por su lado y está trabajando para la AFE.

Vale, decidieron parar, tomarse un respiro.

—Es mucho tiempo en activo casi sin interrupciones y estos dos años con la pandemia han sido jodidos, empezando por los protocolos y demás. También sabíamos que era muy difícil que saliera algo en Primera, la mayoría de los banquillos estaban ocupados. Hubo algo de Segunda, pero no nos interesó.

Hace un tiempo manifestaba que no se le caerían los anillos por regresar a Segunda.

—Sigo pensando igual. El riesgo es el mismo que en Primera, aunque si bajas y las cosas no salen bien, la caída es mayor. Y la diferencia respecto al pasado es que ahora, por lo que hemos hecho en Primera, podemos tener más opciones de trabajo en esta categoría. Algún contacto ha habido con clubes del extranjero, pero nada muy concreto. Pero sí, en caso de no poder mantenerse en Primera no pasa nada por ir a Segunda.

Sentiría cierta extrañeza cuando los equipos se pusieron en marcha en la pretemporada y luego, en el arranque de la competición.

—Solo hemos estado una vez sin coger un equipo desde el principio del curso. Fue tras salir del Valladolid y en febrero fuimos a Osasuna. Esta es la segunda vez y no sé cuánto durará el estar parados. Si acaba la temporada y viene el verano, no puedes elegir y tienes que coger lo que venga porque de lo contrario vas quedándote fuera del circuito y en el fútbol enseguida te tratan como viejo. Pasa como en cualquier oficio, que faltas año y medio, quieres volver a empezar y cuesta.

Va teniendo una edad en la que hay quien prefiere relajarse, jubilarse.

—No me jode tener 60 tacos. Mejor seguir cumpliendo años que no hacerlo. Yo me siento bien, creo que puedo seguir manejando una plantilla. Me siento apto, no he perdido las ganas y las ideas que tengo no han cambiado tanto en todo este tiempo que llevo entrenando.

Cada vez salen más técnicos jóvenes con aspiraciones.

—Sí va entrando más gente nueva, también hay más movilidad entre países y más posibilidades para elegir. Pero mira, hay muchos entrenadores que se dedican a comentar partidos o labores de este tipo porque todos no cabemos, menos en Primera.

En el Eibar firmó un registro poco común, seis campañas consecutivas.

—Bueno, en el Valladolid hice casi cuatro y en Osasuna entre que fueron dos medias temporadas y dos completas...

Durar tanto en un sitio es excepcional.

—Y en el Eibar terminamos descendiendo, que es con lo que mucha gente puede quedarse. Pero quitando el tiempo de la pandemia, la estancia allí fue muy grata, estuvimos muy a gusto con los jugadores. Claro que hay un desgaste y temas complicados que hay que ir gestionando, pero a quién no le pasa en su puesto de trabajo.

No todos los años fueron placenteros desde la perspectiva deportiva, pasaron apuros y alguno gordo.

—Alguna gente me decía que lo tenía que dejar porque ya eran cuatro años seguidos, opinaban que me tenía que marchar. Yo pensaba, vale, no sigo aquí y me llaman de otro lado donde tengo que empezar de cero y sin tener la confianza que tengo donde estoy. No lo veía.

Quizá lo más llamativo de su estancia en el Eibar es que siendo un equipo modesto en la élite la propuesta de juego era siempre valiente, nada de especular o cerrarse y aguantar.

—Igual es por torpeza. La idea que tengo del fútbol es muy parecida a la que tenía cuando empecé en Preferente, en el Arratia.

¿Torpeza?

—Lo digo porque tienes otro tipo de jugadores. A veces no puedes ir adelante con tu idea. Nos pasó en el Levante y para cuando caí en la cuenta nos habían despedido. Mira, prefiero cometer un error en campo rival que en el propio. Manix [Jabier Mandiola, técnico eibarrés] suele decir que los americanos siempre hacen las guerras en territorio extranjero, nunca en el suyo porque son muy listos. El tema va por ahí. Si fallas arriba, el contrario tiene 60 metros para llegar a tu portería. Es un concepto que no creo que vaya a cambiar. Puede que por las características de la plantilla tengas que replegarte hasta medio campo, pero no más atrás.

La presión alta tiene esa ventaja, que a su juicio compensa el riesgo de poner la defensa muy adelantada.

—Eso es. Otra cosa. Lo del uno contra uno para apretar tampoco lo entiendo. ¿No es el fútbol un deporte de equipo? Pienso que todos tienen que acompañar en la presión, no emparejar uno tuyo con otro del rival. Si consigues hacer superioridades, dos contra uno, porque el equipo muerde en bloque, es más fácil robar.

Lo innegable es que el potencial de la plantilla del Eibar se ha ido resintiendo cada año que pasaba.

—El que destacaba te lo quitaban y luego tú tenías que acertar con el que traías en su lugar, pero además sin invertir en el fichaje lo que habías ingresado por el traspaso.

Así de claro.

—Luego está la cuestión de la disponibilidad, que es algo relativo. Interesa que el que esté, juegue; si está disponible y no cuenta, no te vale. Veinte partidos del que te convence valen más que 38 del que no te convence.

Se refiere por ejemplo a Ramis, su central favorito.

—Sí, pero no solo a él. En los dos últimos años esa disponibilidad ha fallado más y lo hemos notado, sobre todo para defender tan arriba. Se producían más errores y lo pagamos caro. En definitiva, es verdad que bajamos, pero de no haber jugado con el estilo nuestro igual hubiésemos descendido tres años antes.

Nadie le podía tachar de calculador, conservador o aburrido.

—Jamás he sido calculador. Ahora observo que el fútbol cada vez pierde más su ritmo y es algo que me repatea, por mucho que al final el árbitro añada diez minutos. El fútbol es ritmo, no parar. Me gustaba que el Eibar jugase con intensidad. Por eso cuando salió lo del VAR y esas consultas de tres minutos, nos hizo mucho daño. Nosotros no éramos de parar el partido y especular, íbamos y punto. Cada vez que paraban por una duda arbitral, seguido de esa interrupción nos pasaba algo malo. Nos cortaba el ritmo.

Volviendo a lo del currelo. Ahora está a la espera de que un colega...

—No estás esperando a que caiga alguien, pero es evidente que la situación nuestra depende de eso. Hasta ahora han destituido a dos entrenadores y estamos mucha gente sin banquillo. Es mi segunda experiencia de esta clase, pero tampoco tenemos prisa. Ganas sí, pero prisa no.

Por perfil, puede que no encaje en una serie de clubes.

—No sé si la gente piensa tanto en cómo entrena o dirige el técnico que fichan. Sin aludir a nadie en concreto, ves que el que va a un equipo no tiene nada que ver con el que echan y resulta que el 90% de la plantilla es la misma. Los que firman los contratos rara vez piensan en el estilo del entrenador de turno.

En ocasiones esa sensación da.

—Soy consciente de lo que me puede venir. Vendrá un equipo que está mal. El Barcelona está mal, pero no ha venido. Normal. Sabemos dónde estamos y no nos vamos a volver locos de repente.

Por seguir con lo del Barcelona, es un equipo que también se planta muy arriba.

—Nosotros vamos arriba a robar, no la tenemos arriba.

Sí hace eso el líder, la Real, que encima juega por abajo, elabora, etc.

—Tiene mucho mérito lo de Imanol. La Real es capaz de jugar largo si conviene, aprieta rápido tras pérdida y también combina mucho y bien. Hace de todo. Imanol ha conseguido implicar a todos sus hombres, incluidos veteranos como Silva o una figura como Oyarzabal. Todos participan con y sin balón.

¿Cómo llena el día?

—Estoy habituado a levantarme temprano y veo algún partido que me ha quedado del fin de semana. Estoy más tiempo con la familia, tengo una nieta. Ya he dicho que me gustaría ir a ver entrenamientos, pero no a Zubieta o Lezama porque allí hay mucha gente, mucha prensa. Me gustaría pillar una semana entera de trabajo de un equipo, pese a que con este calendario no se puede entrenar bien.

¿Mantiene el contacto con los futbolistas que ha tenido estos años?

—Con unos más que con otros. Acabo de hablar con De Blasis, me llamó. Con Diop estuve el otro día porque vino con el Ibiza a Donostia. Con Pedro León siempre he tenido relación. Y con Ramis, que es único del que sé cuándo cumple años y le felicito. Con la mayoría tengo buen trato. Este fin de semana voy a Santiago a unas jornadas para entrenadores y quedaré con Charles y con Manu Castañeira, al que tuve en la 2004-05. Es lo bueno del fútbol: pasa mucha gente por tus manos y algo suele quedar.

Tampoco iban a decir lo contrario en público, pero sus jugadores solían revelar que apreciaban el hecho de que usted fuese de frente, para lo bueno y para lo malo.

—Es que a uno que no juega no le puedes decir que siga entrenando porque pronto va a jugar si no lo ves así. No puedo engañar. Mira, me ha gustado jugar a cartas con los jugadores en los viajes, en el autobús. Luego, igual ibas al Bernabéu y te metían cinco. A la vuelta, les costaba un poco, pero me acababan diciendo que fuese a jugar una partida. Claro que había tenido una gorda en la caseta, el equipo había jugado mal y había habido una bronca de la leche, pero ya está, ya ha pasado y hay que empezar a mirar al siguiente partido. Creo que tiene que ser así.

Cultivar la convivencia en las duras y en las maduras.

—En general, siempre respetas al futbolista. Por ejemplo, para que debute uno del B, muy mal tienen que ir las cosas. Es distinto si crees en el chaval, entonces le subes para todo el año. Puede ser que alguna vez subas a alguien como advertencia para que espabilen otros, pero en una plantilla hay unos roles, roles que hay que ganárselos constantemente. No vale lo que hiciste el año anterior porque empezarás jugando el siguiente, pero si no cumples...

En cada oportunidad que ha tenido, destacaba el privilegio que supone trabajar tan cerca de casa como le ocurría en el Eibar.

—Es una gozada. He estado seis años viviendo en mi pueblo que está a nueve kilómetros de Ipurua. Es algo casi imposible en el mundo del fútbol. Aparte de la distancia, estaba la tranquilidad, pertenecía a un club de Primera pero los medios no me agobiaban nada.

En lo de la distancia, menudo contraste con sus inicios.

—Fíjate, fueron dos años en Lanzarote y en el primero, en nuestro grupo solo había equipos de Andalucía, Extremadura y Madrid. En el segundo ya hubo asturianos y gallegos. En el Levante estuve poco tiempo y Valladolid o Iruñea no quedan tan lejos. Lo siguiente que toque será, imagino, hacer las maletas y, como decía la gente mayor antes, a un día en tren de casa. Aunque ahora con las comunicaciones que hay, todo queda más cerca.

Se ha malacostumbrado a recorrer nueve kilómetros y lo va a notar en su próximo destino.

—Al principio, puede. Luego te asientas y el quehacer diario te hace olvidar lo demás. Lo peor de estar lejos es volver al domicilio y que no haya nadie, que no te espere nadie. Sobre todo, después de una derrota. Eso sí que es duro.

A estas alturas de su carrera, tiene motivos fundados para sentirse satisfecho de lo realizado.

—De crío juegas al fútbol y piensas en llegar a Primera. Yo no llegué. Nunca piensas en ser entrenador, menos aún de Primera. Colgué las botas con 33 y me ofrecieron dirigir al Arratia. Pensé que no había hecho otra cosa que estar en el fútbol y empecé ahí, pero no con el pensamiento de vivir de esto. He tenido suerte y supongo que capacidad para vivir veintitantos años como entrenador y tener un montón de partidos en Primera. Cuando lo deje recordaré a gusto esta trayectoria. No creo que me ponga a pensar en lo que hubiera podido hacer porque he estado centrado en lo que he tenido. Cuando oigo que podía haber estado en un peldaño superior, ni lo pienso, porque ya digo que estoy satisfecho con mi trabajo.

Para ir acabando, ¿cómo fue su salida del Eibar, no se planteó seguir?

—Ellos no querían que siguiera. Antes de yo decir nada, el club nos comunica que va a cambiar. Cuando el descenso era matemático, nos comentaron que no íbamos a seguir y tampoco la dirección técnica. Si de mi hubiese dependido, pienso que no habría seguido, pero antes de decidir hubiese necesitado saber qué cambios iba a hacer el club para ver si me convencían o no.

En años anteriores, ¿no llegó a barajar un cambio de aires?

—Es verdad que hubo equipos con los que hablé, pero siempre le transmití al Eibar estas conversaciones y le comuniqué que no me iría. Siempre he ido de cara, pero también es verdad que esos contactos no llegaron a cuajar. Fueron dos equipos en concreto los que me llamaron. No voy a revelar cuáles.