Sonreír o entristecerse. Esa disyuntiva se le planteó al Alavés cuando Cuadra Fernández señaló el final del encuentro ante el Valencia. Tuvo la victoria en sus manos hasta que el cuadro ché logró el empate en el minuto 89 pero también pudo perder. Las tablas finales por lo tanto, aunque dolorosas en el momento, deben ser dadas por buenas para un conjunto que mantiene su ritmo de crucero hacia la permanencia y sumó un punto importante antes del transcendental derbi de la próxima jornada contra el Eibar.
El actual Alavés no tiene absolutamente nada que ver con el de hace apenas tres semanas y ese cambio radical se percibe con nitidez desde el mismo momento de saltar al terreno de juego. Las dudas y temores que atenazaban por completo a los pupilos de Abelardo cuando era el asturiano quien se sentaba en el banquillo se han transformado en seguridad y máxima confianza gracias a la reacción protagonizada de la mano de Javi Calleja.
De esta manera la misma presentación de la escuadra albiazul sobre el césped de Mestalla -con la única variación de Edgar por Rioja respecto al once inicial que había derrotado el pasado miércoles al Villarreal- ya fue una declaración de intenciones repleta de determinación. El Glorioso se plantó firme sobre el terreno de juego, convencido de sus posibilidades de tratar de igual a igual a un adversario con, al menos sobre el papel, muchos más recursos.
Así, los primeros minutos de la contienda depararon un intercambio de golpes con el que ambos púgiles trataron de marcar las distancias. El Valencia recurriendo una y otra vez a un inspirado Guedes y el Alavés apostando por sus salidas en velocidad sin renunciar tampoco a disfrutar de posesiones largas cuando las circunstancias se lo permitían. Y fue precisamente el conjunto gasteiztarra el que gozó de la ocasión más clara hasta el descanso.
En el minuto nueve, una recuperación de balón en el centro del campo se convirtió en un veloz contragolpe gracias al pase filtrado por Pina para Edgar Méndez en la banda derecha. El canario ganó la partida a su par y ejecutó un preciso centro al segundo palo, donde apareció Peleteiro para empotrar el balón en la escuadra de Domenech rematando según le llegaba el esférico. La alegría albiazul, desgraciadamente, duró poco porque el colegiado señaló -correctamente- fuera de juego de Edgar en el origen de la jugada.
Aunque no subió al marcador, esta acción reforzó la puesta en escena alavesista y demostró al Valencia que enfrente tenía un conjunto que le podía hacer mucho daño. A partir de ese momento el combinado ché llevó el ritmo del partido pero sin conseguir poner en apuros en ningún momento a Pacheco. Un peligro que tampoco generó un Alavés al que, pese a ello, se vio muy cómodo con el desarrollo de los acontecimientos hasta la pausa reglamentaria.
El guion se mantuvo tras el descanso aunque, de nuevo de la mano de Guedes, el cuadro local movió el avispero. El portugués se internó hasta la línea de fondo y dibujo un pase de la muerte que ni Maxi ni Gameiro acertaron a rematar. Era el minuto 51 y apenas cinco después el francés batió a Pacheco. La jugada, sin embargo, fue invalidada por el VAR al estar en un ajustado fuera de juego el uruguayo en el origen de la misma, propiciada por un desafortunado rebote en Pina.
El susto, lejos de tumbarlo, hizo que El Glorioso diera un paso al frente y, pese al desgaste acumulado, sacó fuerzas para equilibrar de nuevo el duelo. Los cambios introducidos por Calleja contribuyeron a ello y se abrió un período de dominio albiazul. Al control se sumaron además las ocasiones. Primero en un remate acrobático de Joselu que Domenech desvió con apuros. Era el minuto 66 y en la continuación de esta jugada Edgar envió muy alto desde el área pequeña un buen cenro desde la izquierda.
No perdió la esperanza el cuadro gasteiztarra, que continuó empujando sin que su rival le inquitara. Y así se llegó al epílogo de locura que cerró el duelo. En el minuto 84 Rioja botó una falta desde la izquierda, Laguardia tocó el balón entre los defensas rivales y la pelota le cayó muerta a Guidetti que, solo ante Domenech, no perdonó.
Se encontraba así el Alavés con una recompensa de valor incalculable que, desgraciadamente, se le escurrió entre los dedos casi de inmediato. Porque, en el 89, Maxi Gómez le ganó la partida a Ximo para cabecear a bocajarro y aunque Pacheco respondió con su enésimo paradón, Gayá aprovechó el rechace para establecer el empate definitivo. Unas tablas agridulces que, pese a la decepción inicial, permiten al Alavés volver a casa con un punto más en el casillero. Un punto de granito.