Cuando la conocida como la Armada Invencible cayó derrotada ante las tropas inglesas en 1588, el rey Felipe II justificó el desastre por la imposibilidad de luchar contra los elementos. Un argumento que se mantiene vigente más de cinco siglos después y que el Deportivo Alavés está sufriendo en carne propio. Porque es precisamente un muro de elementos contra lo que se estrella el conjunto albiazul jornada tras jornada para dar lugar a una escena de absoluta impotencia.

Una dolorosísima historia de la que en el Wanda Metropolitano se escribió un nuevo capítulo. El combinado gasteiztarra cuajó una actuación más que correcta durante los noventa minutos, controló la mayor parte del encuentro a todo un líder de Primera División que únicamente en una gran combinación pudo superar a Pacheco y, cuando tuvo entre sus dedos la merecida recompensa a tanto esfuerzo, vio cómo un inexplicable impulso volvía a hundirlo. Fue en concreto la mano de Oblak -un portero del que siempre se ha señalado su falta de acierto en los penaltis como su único punto débil- al desviar la pena máxima lanzada por Joselu en el minuto 86 la que ejerció de improvisado verdugo y condenó al Glorioso a otra enorme dosis de decepción y amargura.

Las ausencias por sanción de Tomás Pina y Manu García habían empujado a Abelardo a modificar el esquema con el que habitualmente organiza al equipo. De esta manera, el hasta ahora inmutable 4-4-2 pasó a convertirse en un 4-2-3-1 flexible. Una variación que, además, reabrió la puerta de la titularidad a Pere Pons y Jota Peleteiro, dos jugadores que llevaban mucho tiempo sin formar parte del once inicial. Por delante de una línea defensiva (Ximo, Laguardia, Lejeune y Duarte) en la que no se registraron novedades, el técnico asturiano situó a Battaglia y Pons como doble pivote para guardar las espaldas del tridente de mediaspuntas integrado por Pellistri, Peleteiro y Edgar Méndez. Por último Joselu, una vez más, volvió a ser la referencia ofensiva.

Este dibujo inicial tenía la virtud de irse adaptando a las necesidades que planteaba el encuentro, lo que llevó a que, por momentos, el centro del campo albiazul formase un triángulo con Battaglia como vértice más retrasado y Jota y Pons por delante. La idea de poblar el centro del campo de camisetas albiazules y dejar espacio para las salidas en velocidad de los puñales gasteiztarras se mostró eficaz.

El Atlético de Madrid disfrutaba del control de la pelota y llevaba la iniciativa pero era incapaz de encontrar vías por las que acceder a las inmediaciones de Pacheco. El Alavés, por el contrario, buscó electrocutar a su adversario con alguna de sus descargas eléctricas intermitententes. La primera la protagonizó Pellestri con un disparo solo desde la frontal del área que se le marchó desviado. Poco después, mediado ya el primer período, una buena contra de Pere Pons terminó con un remate de Joselu que Savic desvió con la punta de la bota cuando parecía destinado a batir a Oblak. Antes, el colegiado había decidido no señalar penalti en una cabezazo de Savic que había rebotado en la mano de Edgar Méndez.

Tras esta pequeña tempestad se reinstauró la calma aunque con el Alavés manteniendo siempre el partdo bajo control. Solo un disparo de Suárez ajustado al palo en el minuto 40 y un centro lateral del Alavés que acabó en las manos de Oblak tras rebotar en el área pequeña en Marcos Llorente justo antes del descanso subieron un poco la tensión.

El regreso al terreno de juego deparó una película ya vista en demasiadas ocasiones. En el minuto 53 el Atlético trenzó su casi única combinación de calidad, Trippier ejecutó un centro medido desde la derecha y Luis Suárez ofreció su enésimo clínic de matador para conectar un cabezazo inalcanzable para Pacheco.

Si un gol es un tesoro para cualquier equipo, mucho más valioso todavía resulta para un combinado como el Atlético de Madrid, que pudo hacer el segundo con un disparo de Llorente que Pacheco desvió al larguero.

No se descompuso sin embargo el Alavés y, poco a poco, fue recuperando el control de la situación y subiendo líneas hacia las inmediaciones de Oblak. Así, en una presión de Rioja sobre Savic, llegó la jugada que parecía ofrecerle el justo premio a su trabajo. El central sacó el brazo innecesariamente y su codo impactó en el rostro del albiazul dentro del área. Martínez Munuera consultó las imágenes a instancias del VAR y señaló los once metros. Allí se dirigió Joselu dispuesto a rescatar al menos un valioso punto pero, al igual que la Armada invencible, se estrelló impotente contra los elementos.