Cuando uno se desvía de la ruta trazada, lo más recomendable suele ser siempre regresar al punto de partida cuanto antes. Tratar de alcanzar el destino fijado mediante algún atajo acostumbra a ser sinónimo de problemas mientras que desandar el camino, aunque inicialmente implique un inevitable retraso, garantiza al menos volver a transitar por una senda que conduce con seguridad hasta el objetivo buscado, Y ese es precisamente el propósito del Deportivo Alavés esta semana. Tras extraviar el pasado sábado ante el Barcelona la seguridad defensiva que le había devuelto la esperanza, el combinado albiazul necesita retroceder de inmediato al inicio del camino y reconstruir su particular muro ante la Real Sociedad.

Porque a estas alturas de la competición resulta más que evidente que únicamente desde la fortaleza en la retaguardia tendrá opciones de asegurar la permanencia un año más en la máxima categoría. Hasta el momento, el conjunto gasteiztarra solo ha sido capaz de conservar su portería inmaculada en seis de los veintitrés encuentros de Liga que ha disputado. Un balance bastante escaso que le ha obligado a un esfuerzo adicional muy importante en el resto de sus compromisos. Del que, además, ha obtenido muy poca recompensa. De hecho, su expediente liguero refleja únicamente dos victorias y cuatro empates en aquellas citas en las que ha recibido al menos un gol.

Y es que a pesar de disponer de una pareja de delanteros -Joselu y Lucas Pérez- claramente por encima de la media de los conjuntos de su entorno clasificatorio, verse obligado casi de manera permanente a compensar los goles que encaja supone una losa demasiado pesada. Por el contrario, alcanzar el minuto noventa con el candado perfectamente cerrado en la portería asegura, como mínimo, la conquista de un valioso punto.

Sobre esta receta precisamente fue sobre la que comenzó a construir Abelardo el cambio de cara albiazul tras su regreso al banquillo. Aunque al asturiano le costó dar con la tecla. Porque su estreno coincidió con la debacle copera (5-0) ante el Almería y a renglón seguido el calendario le puso en el camino dos duelos de la máxima exigencia de los que no pudo salir airoso. De esta manera, sucumbió de manera consecutiva en Mendizorroza (1-2 y 1-4) ante Sevilla y Real Madrid.

Resultados que, al margen del inadmisible ridículo en el torneo del K.O., pueden entrar dentro de lo normal teniendo en cuenta la entidad de los adversarios. Fueron piedras de toque para terminar de afinar un trabajo defensivo que dio sus frutos en las siguientes citas frente a Getafe y Valladolid. En ambos compromisos el equipo fue capaz de mantener su portería a cero y como resultado incrementó en cuatro puntos la cosecha de su casillero.

Pero incluso más importante que ese destacado balance numérico fue el hecho de que Fernando Pacheco apenas tuvo necesidad de intervenir a lo largo de esos 180 minutos. La tela de araña albiazul funcionó a la perfección en todas las zonas del campo y ni madrileños ni pucelanos fueron capaces de encontrar vías de escape por las que acercarse con peligro al área del Glorioso

Una dinámica positiva que, desgraciadamente, se quebró el pasado fin de semana en el Camp Nou. El conjunto vitoriano regresó a casa con la mayor goleada de la temporada en el maletero y recordando sus noches más oscuras del curso. Un varapalo que, no obstante, no debería significar un retroceso en su proceso de recuperación. Porque a pesar de la contundente derrota y la cascada de goles encajados lo cierto es que la actuación del plantel de Abelardo distó mucho de caer al nivel de otras citas precedentes que encendieron las luces de alarma.

En esta oportunidad el equipo cayó derrotado de manera contundente pero, durante bastantes minutos, plantó cara a su oponente y compitió frente a un adversario de la entidad del Barcelona que cada vez se parece más a la mejor versión de sí mismo. Si a eso se le añade el factor diferencial que siempre supone que el imprevisible Leo Messi entre en combustión, el 5-1 del Camp Nou puede considerarse un accidente asumible para el Alavés.

Siempre, claro está, que se mantenga como un hecho aislado y no vuelva a convertirse en la tendencia del Glorioso. Lo que se pondrá a prueba en el exigente examen que la escuadra albiazul pasará el domingo contra la Real Sociedad. En el derbi de Anoeta, el cuadro vitoriano necesitará que su trabajo defensivo roce de nuevo la perfección para tener opciones de regresar a casa con una sonrisa. De lo contrario, correrá el serio peligro de recibir un castigo similar al del Camp Nou.

Porque si de algo puede presumir el conjunto donostiarra es de un fútbol ofensivo que se sitúa entre los mejores de la Liga. De hecho no es ninguna casualidad que, con 37 goles marcados, presente el cuarto mejor balance realizador del campeonato, únicamente superado por Barcelona (49), Atlético (44) y Real Madrid (41).

El equipo se someterá en Anoeta a un duro examen ante el cuarto equipo más goleador del campeonato con 37 dianas en su haber