Son numerosos en el fútbol los casos de futbolistas que destacan en un equipo y ambiente concretos, triunfan y al dar el salto a otro club con exigencias, un entrenador y un entorno diferentes no consiguen exprimir su rendimiento de la misma manera. A veces es resultado de la presión a la que se ven sometidos, otras veces el futbolista no logra encajar en el vestuario o no es capaz de asimilar un rol secundario después de haber sido un líder en su anterior equipo.
En otras ocasiones, simplemente, el entrenador no cuenta con él a pesar de que sigue rindiendo al mismo nivel. El de Rubén Sobrino es uno de esos casos en el que un jugador no logra recuperar su brillo lejos del lugar en el que vivió su mejor momento de forma.
El delantero manchego visitará el próximo domingo a partir de las 21.00 horas Mendizorroza, el que fuera su hogar durante dos años y medio, entre la temporada 2016-17 y la 2018-19. Lo hará vistiendo la camiseta del Valencia, el club que se lo llevó en enero de 2019 y obligó al Glorioso a buscar un recambio de manera urgente para compensar su marcha. Sin embargo, es poco probable que pueda saltar al césped para enfrentarse a algunos de sus excompañeros, ya que su protagonismo en el conjunto ché ha ido decayendo progresivamente hasta quedarse sumido en el ostracismo.
Rubén Sobrino llegó al Alavés en calidad de préstamo en el verano de 2016, con el club gasteiztarra recién ascendido a Primera, procedente del Manchester City, cuando aún era un melón por abrir. En su primera temporada, con Mauricio Pellegrino al frente del banquillo, no logró hacerse un hueco en la rotación hasta la segunda vuelta.
Entonces, empezó a destacar como un atacante muy versátil, capaz de jugar como única referencia arriba, como segundo delantero o en cualquiera de los dos extremos. Su velocidad, capacidad para el desmarque y control del balón lo convirtieron en una buena opción para jugar al contraataque o ser empleado como revulsivo entrando desde el banquillo. Una lesión muscular frenó su trayectoria ascendente, pero acabó jugando los últimos partidos y disputando la final de la Copa del Rey.
Su buena imagen convenció al Alavés para afrontar su fichaje en el verano de 2017 y a partir de entonces se convirtió en una pieza clave para el equipo, rindiendo especialmente bien en el esquema del Pitu Abelardo, pudiendo jugar tanto en las bandas como en la delantera, aportando movilidad, abarcando mucho terreno de juego y complementándose bien con Munir y Guidetti. Aquel año terminó la temporada con 5 goles y 4 asistencias en 33 partidos, sumando liga y Copa del Rey.
El curso 2018-19 empezó igual que terminó el anterior, con Sobrino participando en todos los partidos y aportando tres goles para el club babazorro. Su rendimiento no pasó desapercibido para los equipos punteros de Primera División y el Valencia lo fichó en el mercado de invierno por una cantidad cercana a los cinco millones de euros. El manchego gozó de protagonismo al principio e incluso marcó un gol en Europa League contra el Celtic de Glasgow, pero las lesiones impidieron que tuviera continuidad y fue desapareciendo de los planes de Marcelino.
Las cosas se torcieron definitivamente para él el curso pasado, en el que apenas pisó los terrenos de juego y fue suplente en todos los partidos que jugó excepto en uno contra el Real Valladolid, en el que fue sustituido a la hora de encuentro. De hecho, terminó el curso con la pobre cifra de solo 160 minutos jugados en liga, ni siquiera dos partidos en total.
De hecho, el pasado verano fue uno de los nombres que sonó para recalar en el Deportivo Alavés, pero su elevada ficha impidió que la operación se consumara. Si la pasada temporada compitió poco, en la actual ha estado condenado a jugar los minutos de la basura, a pesar de todas las salidas que se han producido en el Valencia y la posibilidad de realizar cinco sustituciones por encuentro.
En total, doce minutos en tres partidos en lo que va de temporada, un registro casi humillante para un futbolista cuya progresión se vio frenada en seco cuando pasaba por el mejor momento de su carrera. Es una incógnita cuánto permanecerá en Mestalla, pero parece cuestión de tiempo que Sobrino busque un nuevo hogar en el que volver a sentirse futbolista.