- Los amantes del séptimo arte recordarán a buen seguro el personaje de El Santo, ese inconfundible ladrón de guante blanco que siempre conseguía campar a sus anchas haciéndose con botines imposibles sin que las autoridades ni sus propios competidores fueran capaces siquiera de identificarlo y, por supuesto, mucho menos de capturarlo. Periódicamente aparecía y desaparecía de la escena del lumpen provocando la incredulidad y hasta más de una simpatía entre quienes asistían a sus hazañas.

En los últimos años, el Deportivo Alavés ha disfrutado de su particular versión de esta historia. El protagonista de la misma también luce guantes, aunque en su caso no son blancos sino que se trata de las manoplas con las que ataja los balones envenenados con los que le ponen a prueba sus adversarios. A diferencia de la ficción, su identidad es perfectamente conocida y, evidentemente, responde al nombre de Fernando Pacheco.

El guardameta albiazul es el indiscutible dueño de la portería de Mendizorroza desde hace más de un lustro ya y en este tiempo ha sido protagonista de numerosos robos que pueden competir en inverosimilitud con los llevados a cabo por El Santo en las películas. La gran diferencia, eso sí, estriba en el tipo de tesoros que roban. Por lo que respecta al extremeño, es un consumado especialista en quitar de las manos puntos con los que ya contaban sus adversarios para devolverlos al casillero del Glorioso. Una habilidad que, sin ninguna duda, ha resultado fundamental para que el conjunto del Paseo de Cervantes haya podido escribir en esta etapa páginas repletas de éxitos.

Semana tras semana, el cancerbero tiraba de repertorio para asombrar a propios y extraños con intervenciones imposibles que, muchas veces, se traducían en resultados positivos para el combinado gasteiztarra. La cotidianidad de estas actuaciones las convirtió casi en rutina y como consecuencia provocó que, en no pocas ocasiones, no se las tuviera lo suficiente en consideración. Hasta que, desgraciadamente, comenzaron a no ser tan habituales. Lo que hasta entonces había sido moneda de curso común empezó a escasear y, entonces sí, todo el mundo se acordó del ladrón de guante blanco que parecía haber abandonado la portería del Alavés.

Como suele suceder en estos casos, el oscurecimiento de su brillo no fue algo puntual sino que coincidió con la fase más gris de todo el colectivo. Como ocurre con el huevo y la gallina, en esta situación también resulta harto complicado determinar si una circunstancia fue consecuencia de la otra o simplemente el siempre caprichoso azar quiso hacerlas coincidir.

La realidad, en cualquier caso, es que la pasada temporada no fue precisamente la mejor de Fernando Pacheco como albiazul. El equipo se acostumbró a recibir severos castigos con asiduidad -especialmente lejos de Mendizorroza- y sus intervenciones primero dejaron de ser decisivas y más tarde comenzaron incluso a escasear. La interrupción de la competición por el coronavirus tampoco resultó demasiado provechosa y el regreso se complicó todavía más al sufrir diferentes problemas físicos. Un cúmulo de factores que terminó por abrirle la puerta de la titularidad a Roberto Jiménez, que respondió con nota.

Tras unas vacaciones más cortas de lo habitual, sin embargo, el panorama parece haber cambiado por completo para el cancerbero alavesista. De esta manera, han sido suficientes tres encuentros para que pueda certificarse que el regreso del Santo es ya una feliz realidad. Y eso pese a que los resultados en este inicio de Liga no han sido precisamente los ideales e incluso en los compromisos de pretemporada el equipo ha encajado más goles de los que le hubiera gustado.

Pese a ello, Fernando Pacheco ha recuperado su aureola para comenzar su particular recolecta de puntos robados a oponentes que casi festejaban ya su conquista. Arrancó el curso con una actuación todavía discreta ante el Betis. Con la complicidad del larguero estuvo a punto de mantener el candado de su portería pero el disparo de Tello en el descuento lo impidió. Una semana después, todo visitar al Granada y en la ciudad nazarí tuvo lugar su primer gran destello. Precisamente en la jugada que supuso el tanto de la victoria andaluza. Un gol que llegó a la segunda tras una memorable parada al remate inicial a bocajarro.

Lejos de venirse abajo por no recoger los frutos de su excelente trabajo, esa parada pareció servir para que en su interior se produjera el clic definitivo y rellenó su depósito de confianza. Algo que resultó evidente el sábado contra el Getafe. En un compromiso de máxima exigencia y ante uno de los adversarios más incómodos en todos los sentidos de la Liga, Pacheco volvió a resultar determinante para la suerte del Glorioso.

En acciones decisivas como el taconazo de Cucurella al que respondió con una mano providencial o el peligroso cabezazo de Mata que desvió a córner pero también mostrando una consistencia granítica a lo largo de los noventa minutos. Ni un solo instante de duda se concedió el cancerbero albiazul y esa seguridad permitió a sus compañeros dedicarse la faceta ofensiva con mayor tranquilidad sabiendo que sus espaldas volvían a estar cubiertas por las manos del Santo.

Una fórmula que dio como resultado que, tras siete compromisos (cuatro de pretemporada y tres de Liga), el Alavés consiguiera por fin mantener su portería a cero. Un objetivo fundamental para un conjunto de sus características y que le permitió estrenar su casillero de puntos. Pero, sobre todo, recuperar la sensación de protección que extiende El Santo con su manto. Porque San Fernando Pacheco está de vuelta.

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Ese es el número de goles que ha encajado Fernando Pacheco (en encuentros oficiales) vistiendo la camiseta del Deportivo Alavés desde que llegó a la entidad del Paseo de Cervantes en el verano de 2015. La temporada 2017-18 fue la que más tantos recibió (50), mientras que la del ascenso, con 34, ha sido en la que menos veces le han batido hasta ahora. Este curso ha recibido 3.

El curso pasado se contagió del tono gris de todo el grupo pero este ya ha tenido intervenciones estelares ante Granada y Getafe