- El discurso de Asier Garitano durante toda la semana ha sido una premonición de lo que ocurrió ayer. El técnico de Bergara lleva días insistiendo en la necesidad de recuperar la solvencia defensiva de antes del confinamiento y el conjunto gasteiztarra llegó a Pucela con la certeza de que la vía más sencilla para puntuar era mantener la portería a cero. Estuvieron a punto de conseguirlo, pero una jugada aislada a balón parado en el último suspiro volvió a dejar al equipo con la miel en los labios, y al aficionado con la sensación de haber visto un partido aburrido para volver a casa sin ninguna recompensa. La alineación presagiaba un planteamiento más defensivo que en ocasiones anteriores, con un 4-2-3-1 en el que introdujo un pivote posicional como Fejsa en sustitución de Joselu, un delantero. Poco se puede achacar a la actitud atrás del cuadro albiazul en la primera mitad. Consiguieron exactamente lo que pretendían: no conceder ningún disparo a puerta a sus rivales. Los futbolistas estuvieron intensos, juntos y organizados, incluso pecaron de dureza y llegaron al descanso con sus dos centrocampistas amonestados.
De hecho, incluso cuando el Alavés atacaba parecía estar defendiendo. En todas las ocasiones que tuvo de salir al contraataque e incomodar a sus rivales, terminaron prefiriendo no precipitarse, mantener el balón e iniciar la jugada desde la defensa. En cuanto el Valladolid presionó y dificultó la salida de balón alavesa, el pelotazo en busca de Lucas Pérez y, posteriormente, Joselu, fue el recurso predilecto de los hombres de Asier Garitano. Cuando no les quedó otra opción que atacar y buscar portería rival, ya era demasiado tarde.
Es cierto que ayer el Glorioso mejoró notablemente en tareas de contención, pero parte de la culpa la tuvo también su rival. El empate era un buen resultado para ambos conjuntos. De hecho, durante varios tramos del duelo parecía que hubieran pactado las tablas. El primer tiro entre los tres palos de los locales no llegó hasta entrada la segunda parte, con un remate de cabeza de Unal que repelió bien Roberto. No buscaron la portería con insistencia y el gol le llegó a Joaquín tras un rebote en la barrera, dos despejes errados de Camarasa y Pina, y un mal posicionamiento de Laguardia, que dificultó la visión de Roberto.
El tanto trastocó los planes de Garitano, que justo en ese momento tenía preparado un cambio para reforzar todavía más el armazón defensivo de su equipo. En la banda esperaban Tachi y Manu García, un central y un pivote defensivo para procurar que no ocurriera nada más en terreno albiazul. Anteriormente se había visto obligado a sustituir a Duarte, lesionado, por Marín; Fejsa, rozando la segunda amarilla, por Pons y Lucas Pérez por Joselu, delantero por delantero. Quién sabe si el de Bergara pretendía quitar a alguno de los atacantes para jugar con tres centrales. Al final no le quedó más remedio que dejar a Tachi en el banquillo y meter a Borja Sainz.
En los minutos finales se notó que los jugadores no estaban mentalizados para buscar portería rival. Las prisas, la imprecisión en los pases y la falta de ideas derivaron en más ocasiones para los locales. Es evidente que no es momento para cometer errores, pero también es importante provocar los del rival. El Valladolid buscó el fallo del Alavés y lo encontró en una jugada a balón parado que vale una salvación. Los vitorianos tendrán que seguir buscando.
El equipo mejoró en defensa, pero pecó de conservador en las oportunidades de salir al contraataque y no incomodó al Valladolid