Vitoria - Un brazo que se levanta y se despega del cuerpo un poco más de lo estrictamente razonable, un centro desde la banda que vuela, un balón que golpea en esa extremidad extendida y, con un criterio arbitral que está siendo con este equipo especialmente puntilloso en este tipo de acciones sean muy evidentes o bastante dudosas, un nuevo penalti en contra del Deportivo Alavés. La película que vivió El Glorioso en Sevilla, con Rubén Duarte como desafortunado protagonista, se ha repetido ya en demasiadas ocasiones esta temporada. Hasta diez penas máximas acumula ya el cuadro albiazul en lo que va de curso -el más penalizado de Primera División en este sentido, tras haber igualado en esta última jornada con el Mallorca- y seis de estas infracciones han sido por mano. Algunas de ellas claramente evitables, pero otras propias del movimiento natural del cuerpo a la hora de moverse en el campo y ciertamente difíciles de solventar; cuando no ciertamente dudosas -alguna de ellas inclusa rescatada desde la sala de videoarbitraje cuando había pasado por completo desapercibida- e incapaces de situar en posición de acuerdo a los especialistas en la materia arbitral. En todo caso, esta reiteración habla bien a las claras de un problema que se está repitiendo con excesiva persistencia y al que cabe buscar solución de manera inmediata, pues está penalizando mucho al equipo.

La imagen previa a la acción que desencadenó el penalti habla bien a las claras de que los jugadores son conscientes de la amenaza que supone andar con los brazos despegados del cuerpo. Cuando Jesús Navas controló el balón y encaró a Duarte, el almeriense, casi instintivamente, se llevó los brazos a la espalda en un claro gesto de protección. Fue cuando intentó corregir su posición ante el amago de quiebro del futbolista de Los Palacios cuando abrió sus extremidades para mantener el equilibrio. En ese momento, llegó el centro del lateral sevillano, que impactó a la altura de la muñeca con el brazo izquierdo claramente extendido del almeriense, sin tiempo de reacción para retirarlo. La cara del defensa, de resignación, lo decía todo, pues, como acabó sucediendo, era evidente que Del Cerro Grande iba a señalar el punto fatídico por mano por sexta vez en lo que va de temporada.

Estas acciones no están exentas de polémica y los propios jugadores del Alavés ya han expresado en más de una ocasión que es difícil saber a qué atenerse. Porque infracciones como la de ayer no son siempre castigadas de la misma manera al entrar a colación la valoración del árbitro acerca de la cercanía con el atacante, la ocupación anómala de espacios o el propio movimiento del brazo. Un maremágnum del que el cuadro albiazul ha salido perjudicado casi en todas las decisiones.

Dos de Duarte y dos de Manu El primer penalti por mano llegó en la visita a la Real Sociedad, cuando un centro de Portu impactó en el codo de un Adrián Marín que dejó su brazo izquierdo extendido en un salto en el que estaba girando su cuerpo para protegerse. Como en el de ayer, de los que no ofrecen ninguna duda a los colegiados, al encontrarse el brazo ocupando un espacio poco natural en el vuelo del esférico.

Mucha más controversia generó el primero que cometió Duarte en la visita a Osasuna. Un centro de Pervis Estupiñán que Roberto Torres no llega a cabecear le roza en su brazo izquierdo al almeriense, que justo estaba intentando hacer el gesto de abrirlo. Aunque la incidencia en la acción de ataque fue nula, Munuera Montero, tras revisarlo en la pantalla, señaló un penalti más que dudoso. Poco después no hubo queja alguna cuando el colegiado castigó con una segunda pena máxima una nueva mano, en este caso una inexplicable zamorana -despeje con el codo- de Manu García a disparo de Rubén García.

El capitán repetiría desgracia en la visita al Granada, cuando perseguía a su hombre en un saque de esquina y el balón le golpeó en el brazo izquierdo mientras corría y tras haberse tropezado. Una acción desgraciada y bastante complicada de evitar, más aún que la de Duarte en el Sánchez Pizjuán, pero con la misma resolución que el resto.

La última pena máxima por mano había llegado en la visita al Barcelona, con Martin Aguirregabiria como protagonista. Encima fue una de esas acciones que ni se protestan, pues de no haber sido por el videoarbitraje hubiese pasado del todo desapercibida por su absoluta involuntariedad. En un servicio desde la banda, el lateral vitoriano saltó con Luis Suárez, pero el uruguayo le ganó la partida y su cabezazo rozó en el brazo izquierdo abierto del defensa, que incluso estaba de espaldas al remate y acabó siendo penalizado de manera muy rigurosa.