Vitoria - Cuando el Villarreal cerró el regreso de Santi Cazorla en el verano de 2018, las dudas acerca de su rendimiento eran enormes y no fueron pocos los que pensaron que volvía a la que fue su casa para retirarse y disfrutar de sus últimos minutos como futbolista. Un calvario de prácticamente dos años sin jugar a fútbol parecía un obstáculo insalvable para cualquier mortal, pero Cazorla demostró que los milagros existen. Año y medio después de regresar a los terrenos de juego, el centrocampista asturiano es el jugador insignia del club que lo vio crecer como futbolista y uno de los rostros ilustres de Primera División. Sus 35 años no impiden que el asturiano siga registrando estadísticas de superclase y sea uno de los hombres a vigilar por el Deportivo Alavés hoy a partir de las 18.30 horas.

El calvario del mediocentro del Villarreal comenzó el 19 de octubre de 2016 en un encuentro que enfrentaba al Arsenal con el Ludogorets en Champions League. Por aquel entonces, Cazorla era intocable para Arsène Wenger, pero ese sería su último partido como gunner. El de Lugo de Llanera se retiró del encuentro tocado en su tobillo derecho y desde aquel momento las intervenciones quirúrgicas en la zona se sucedieron una tras otra. Fue operado hasta en ocho ocasiones en un año e incluso uno de sus médicos auguró que lo máximo a lo que podría aspirar era a volver a caminar. Tras ello, se puso en las manos del traumatólogo alavés Mikel Sánchez, que le abrió el tobillo y se encontró con que una infección provocada por una bacteria se había comido ocho centímetros de su tendón de Aquiles. El afamado doctor vitoriano tuvo que ocupar ese hueco enrollando otros tendones. Cazorla, que durante esas semanas de tratamiento en la capital alavesa realizó parte de su recuperación en Ibaia, empezaba a ver la luz al final del túnel después de haber temido no volver nunca a caminar.

Retorno mágico El mediocentro terminó su contrato con el Arsenal sin poder despedirse sobre el césped y el verano de 2018 fue el de su regreso al Villarreal. Se presentó en el Estadio de la Cerámica con un truco del mago Yunke apareciendo de la nada, en un guiño a su apodo: El mago. Lo cierto es que su mote no podría ser más acertado. Su calidad técnica queda fuera de toda duda, pero que el 18 de agosto de 2018, casi dos años después de su lesión, volviera a disputar un partido de Primera División y lo hiciera como titular, es ciertamente brujería. El asturiano fue recuperando ritmo de competición y, aunque las molestias no terminaban de desaparecer, completó una campaña soñada con 46 encuentros disputados entre todas las competiciones, siete goles y once asistencias, números difíciles de alcanzar incluso para futbolistas en plenas facultades físicas.

La temporada 2019-20 está siendo incluso más fructífera para él, al menos en la faceta goleadora. Acaba de empezar la segunda vuelta de LaLiga y Cazorla ya ha superado los siete goles que transformó la pasada campaña, con siete en competición liguera y dos más en Copa del Rey. Es el segundo máximo goleador de su equipo en liga solo por detrás de Gerard Moreno, que lleva ocho tantos. Cierto es que el asturiano es el encargado de lanzar los penaltis y cinco de sus tantos han llegado por esta vía, pero sus cifras no dejan de ser destacables. Si a esto le sumamos las cinco asistencias con las que ha surtido a sus compañeros, parece que el Cazorla del Arsenal nunca dejó de jugar a fútbol.

El mago es uno de los bajitos de LaLiga. Un futbolista eléctrico que, sin ser excesivamente veloz, tiene una capacidad de regate y desborde a la altura de muy pocos, lo que le permite jugar también en la posición de extremo, donde lo ha situado Calleja en las últimas jornadas. Sin embargo, donde saca a relucir sus cualidades es en el centro del campo, como mediapunta o interior. Su toque de balón es exquisito, tiene capacidad de llegar al área rival desde la segunda línea y una envidiable visión de juego. Por algo fue campeón de Europa con la selección española en 2008 y 2012. Se le pueden buscar las cosquillas en defensa debido a su menor poderío físico, pero no dará un balón por perdido. Aunque siempre fue un futbolista especial, ahora disfruta de cada minuto sobre el césped como si fuera un regalo, ya que llegó a temer no volver a calzarse las botas.

Si los hombres de Asier Garitano salen hoy al terreno de juego pensando que Cazorla ya no es tan peligroso como antaño se llevarán un disgusto, los años y las lesiones no han mermado su magia. En la primera vuelta el Glorioso se vio totalmente superado en el Estadio de la Cerámica por el Villarreal, que le aplicó un correctivo de cuatro goles a uno. No deben repetir los mismos errores si quieren que los tres puntos se queden en Mendizorroza.