Tal vez el golpeo con el exterior del pie o con el empeine exterior sea uno de los más difíciles de dominar en el fútbol. Por eso cabría decir que su ejecución solo está al alcance de unos pocos, jugadores marcados fundamentalmente por una notable destreza técnica a la que incorporan las dosis justas de velocidad y coordinación. El resultado es un gesto técnico perfecto cuya parábola tiende a despertar la sorpresa de los rivales y la admiración de los aficionados. El álbum de cromos de la historia del fútbol mundial cuenta con numerosos embajadores de este singular golpeo, que al igual que la rabona o la folha seca, también responde a estímulos de rentabilidad más de que efectismo.

El Alavés no es ajeno a esta corriente de jugadores distintos, normalmente diestros, empeñados en complicarse la vida y el juego con un golpeo que muchas veces podría considerarse antinatura, propio de hombres de banda sobre todo incapaces de llevar a cabo un centro de garantías con la pierna que, se supone, sería la natural en la banda en la que actúan. Futbolistas como Ibai Gómez, el único rara avis de la actual plantilla a quien resulta extraño no verle golpear el balón con el exterior de su pie derecho en todos los partidos. El último ejemplo tuvo lugar en el partido de hace dos semanas en Mendizorroza ante el Deportivo, donde al filo del minuto 75 estampó el balón en el travesaño después de un espectacular golpeo con el exterior desde fuera del área. No entró por poco aquella maravilla, pero la plasticidad del disparo y la parábola que dibujó en el aire terminaron por convertir a este no gol en un ejemplo claro de viralidad en las redes sociales. Aunque en lo que va de temporada no ha visto aún puerta a través de esta técnica, el de Santutxu es sin duda el mayor especialista del Alavés en este tipo de golpeos, propios, como se decía, de jugadores dotados de una gran calidad. La singular y poco ortodoxa pegada no es nueva para Ibai. Según recuerdan algunos de los técnicos que le entrenaron en sus comienzos, la destreza en este sentido ya resultaba llamativa entonces.

El actual técnico del Santutxu de Tercera División, Carlos Marco, a quien todo el mundo en el barrio conoce como Marquitos, comparte con este diario su particular versión de la historia de Ibai y su golpeo con el exterior. “Desde siempre tuvo preferencia por jugar a pierna cambiada, en este caso en la banda izquierda, lo que le permitía encarar a sus rivales y meterse hacia dentro en busca de un pase final entre líneas o un golpeo desde fuera del área. Situaciones ventajosas, sin duda, si no fuera porque de tanto hacerlo se hizo demasiado previsible para sus rivales, lo cual le obligó a buscar nuevas fórmulas de desborde”, recuerda el preparador. Y ahí apareció precisamente el exterior como válvula de escape. Un recurso que dominaba y sigue haciendo desde el plano técnico con pasmosa facilidad hasta el punto de seguir teniendo hoy mucha más confianza en este golpeo que en su pierna izquierda. “Ha transformado este golpeo en un hábito que protagoniza con una gran normalidad y al que le saca mucho partido, sobre todo en los centros desde la banda izquierda”, abunda Marquitos, sorprendido aún con el disparo desde fuera del área que su antiguo pupilo estampó contra el larguero el día del Deportivo. “Acomodar el cuerpo de ese modo en plena carrera, armar el pie tan rápido y ejecutar el disparo con esa precisión solo puede responder a la extraordinaria confianza que Ibai tiene en ese golpeo, porque lo normal es que en dicha jugada terminara chutando a portería con su pierna izquierda”, abunda el preparador.

Aunque no existe una certeza del origen de esta forma de chutar en el centrocampista vizcaíno, los que han seguido de cerca la carrera del jugador creen que gran parte de la culpa la tiene Mitxelo, su padre, que ya en su época de jugador en el Santutxu -donde llevaba, por cierto, el mismo número 11 que su hijo a la espalda-, era un habitual en el golpeo con el exterior, de lo que cabría deducir que el actual jugador del Alavés aprendió de su padre por pura imitación. Eso o que pudo quedar prendado y también copió de los ídolos que marcaron su juventud. Finos estilistas como Michael Laudrup y aquella antológica asistencia a Romario que firmó en El Sadar, Martín Vázquez, Fernando Redondo, el explosivo Roberto Carlos o su compatriota Romario y el gol para el recuerdo que firmó ante el Real Madrid cuando defendía la camiseta del Barça -el de La cola de vaca-, que definió de forma magistral con su empeine exterior tras romperle la cintura a Rafa Alkorta.

Jugadas, gestos y resoluciones para la historia que al margen de la estética del momento esconden otra serie de ventajas con gran incidencia sobre el juego, especialmente en el caso del pase corto. Un virtuoso en este sentido es Andrés Iniesta, un jugador de recorridos cortos que domina el juego colectivo y la asociación junto a sus compañeros con el pase exterior de su pie derecho. De este modo, y poniendo como ejemplo una situación de uno contra uno entre el propio jugador del Barça y un rival, el de Fuentealbilla podría llegar a golpear de frente o hacia una diagonal en caso de achique de los espacios por parte del rival, dado que la estructura chanfleada del borde externo del pie y la forma esférica del balón lo permiten. De esta forma, conduciendo con el exterior del pie, es posible ejecutar un pase hacia el lateral sin dificultad y con el factor sorpresa además, algo que en las mismas condiciones de carrera frontal no sería posible si el golpeo se produjera con el interior del pie. En tal caso, el movimiento sería más complejo debido a los giros que habría que realizar (torcedura de la cadera, el muslo y la pierna, hasta el pie), lo que sin duda provocaría un mayor gasto energético, menos posibilidad de engaño y un aumento del riesgo de ser interceptado por parte del defensor.

alfonso del barrio Aporta estas claves Alfonso del Barrio, en su día técnico de Ibai en el Sestao River, donde hoy ejerce de secretario técnico. Bajo su tutela, el jugador dio el salto de División de Honor a Segunda B, donde cuajó una temporada sensacional y donde ya demostró que su particular golpeo le venía de serie. “Lo vimos pronto así que apenas lo movimos desde la banda izquierda, donde jugaba a pierna cambiada. Allí aprendió porque no le quedó más remedio a buscar otras alternativas a irse hacia adentro y mejoró sus prestaciones. Creo que tenía más confianza en su golpe exterior que fe con su pierna izquierda”, recuerda con cierta ironía el técnico, a quien por edad, su antiguo pupilo le sigue recordando a Cunningham, “un fuera de serie con un golpeo similar que además sacaba los córners así”.