El Deportivo Alavés sabía de antemano que tenía que disfrutar de un nivel de puntería cercano a la perfección para tener opciones de puntuar en su visita al estadio Santiago Bernabéu, pero no fue ayer la tarde del equipo vitoriano en el apartado ofensivo. Y no fue por la contundencia del Real Madrid en la parcela defensiva, donde, por momentos, hizo de nuevo aguas de forma alarmante con errores de calibre mayor. Que El Glorioso no fuese capaz de sacar rendimiento positivo alguno de esas situaciones de ventaja que, sobre todo en la primera parte, le concedió su rival fue un factor clave en el desenlace final. Ante un equipo que se caracteriza por inyectar a sus oponentes un veneno letal a base de eficacia en sus remates, el equipo de Abelardo fue ayer un cuchillo desafilado, incapaz de infligir daño a los de Zinedine Zidane a pesar de encontrar varias opciones de ventaja que, en todo caso, fueron mal resueltas.

Como no podía ser de otra manera, se echó mucho de menos la presencia en la punta del ataque de un Munir El Haddadi que maneja a la perfección todas las facetas que ha de dominar un delantero y que, sobre todo, cuenta con veneno en sus botas. El Alavés pecó ayer de inocente en su visita a la Casa Blanca. Muchas aproximaciones con ventaja, varias de ellas propiciadas por los propios errores de los madridistas en una primera parte en la que regalaron en exceso, pero muy pocos remates peligrosos. Basta con decir que la mejor ocasión de todo el partido la tuvo Alexis tras el 1-0 de Cristiano Ronaldo y segundos antes del descanso para entender que la vanguardia albiazul no anduvo ayer nada acertada en sus ofensivas.

John Guidetti aportó el trabajo de costumbre y fue quien con más puntería probó a Keylor Navas, pero echó de menos el acompañamiento de Munir. Rubén Sobrino, que cuajó un partido notable, sacó a relucir esa versión que le califica como un sensacional agitador de partidos pero que le penaliza a la hora de encuadrarle como delantero. El de Daimiel encarna a la perfección la figura del mediapunta que se asocia a la perfección entre líneas y que desborda con facilidad, pero la falta de instinto goleador que exhibe cuando encara la portería rival le penaliza en exceso.

El otro argumento atacante fundamental en los planes de Abelardo pasa por unas bandas que ayer también fallaron. No fue por no intentarlo en el caso de un Alfonso Pedraza que percutió con insistencia por su costado y buscó rupturas a la espalda de la defensa, pero el cordobés no tuvo ayer su día con el balón: cuando no hizo un mal control, se trastabilló. Peor aún fue lo de Hernán Pérez, completamente desconocido. El paraguayo pareció vivir con el reloj retrasado varios segundos con respecto a lo que acontecía en el verde y llegó siempre tarde.

Con el casillero de remates ofreciendo un registro muy inferior a la sensación de peligro generada, sobre todo por los errores locales, El Glorioso no aprovechó las opciones que se le presentaron y se quedó sin marcar. El primer partido en el que no consigue ningún gol desde el 2-0 que en su visita al Athletic, desde el que llevaba marcando durante seis jornadas consecutivas.