Se esperaba ayer el estreno de John Guidetti como nuevo jugador del Deportivo Alavés, pero el sueco no está todavía en plenitud física y unas molestias musculares llevaron a Abelardo a dejarlo en la grada después de la prueba del calentamiento. A la espera del estreno del nuevo fichaje, quienes ayer ejercieron de referencias ofensivas en el ataque vitoriano vivieron su particular jornada de cara y cruz. La parte positiva tuvo de nuevo como protagonista a un Ermedin Demirovic al que la eliminatoria copera contra el Formentera le ha servido para exhibirse ante el mundo del balompié al firmar ayer su tercer gol en esta serie. En el otro lado de la balanza, el negativo, un Rubén Sobrino que cuajó una actuación sobresaliente en labores de mediapunta -su asistencia para el gol del bosnio fue exquisita-, pero que falló de nuevo estrepitosamente en la definición, un mal que habitualmente le suele afectar y que ha sido una constante en toda su carrera.
Que el futbolista de Daimiel no es el más ducho para resolver situaciones favorables cuando se encuentra en posición de ventaja de cara a la portería rival no es algo novedoso para nadie que haya seguido su trayectoria. A pesar de su innegable calidad, siempre ha destacado mucho más como conector entre líneas en la zona de tres cuartos que como un punta resolutivo. Tanto en su paso por la cantera del Real Madrid como en sus etapas en Segunda División con la Ponferradina o el Girona ya había evidenciado esos problemas -su mejor registro de goles en una campaña es de siete, en la categoría de bronce- que también salieron a relucir el pasado curso en Vitoria, cuando marcó tres goles y se recuerdan más las claras ocasiones que desaprovechó. Un mal que le volvió a afectar ayer, cuando tuvo un puñado importante de clarísimas oportunidades en las que se topó con su propio desacierto a la hora de apuntar. Mereció el gol más que nadie, lo intentó más que nadie, pero entre el guardameta del Formentera y el palo desbarataron sus remates y el premio en forma de gol que merecía. Eso sí, en su especialidad, la aparición entre líneas, estuvo letal y dejó una asistencia espléndida a Demirovic.
El bosnio, no obstante, redondeó ese preciso pase con un remate no menos preciosista. Si en el campo del Formentera dejó dos ejecuciones maravillosas -el primer gol con un cabezazo cruzado; el segundo, con un taconazo-, ayer la definición no le fue a la zaga con un sutil toque con el exterior de su bota derecha, un remate de delantero de categoría. El joven balcánico sale de este serial contra el cuadro balear como un gran descubrimiento -un par de fueras de juego cuando se quedaba solo frustraron la opción de que marcase de nuevo, aunque además del gol volvió a ofrecer un enorme despliegue físico- y todavía es difícil de entender que no formase parte de una expedición a San Mamés huérfana de un delantero de sus características, al que se echó de menos cuando se necesitaba darle la vuelta al partido.