Vitoria - Un solo partido, 90 minutos. Un breve espacio de tiempo o una eternidad, según se mire. En el mundo del fútbol, este tiempo es suficiente para encumbrar a un equipo o a un jugador a la gloria o enviarlo directamente a galeras, a esa suerte de catacumbas donde solo van a parar los proscritos. Es la particular justicia que impera en el deporte rey, donde los éxitos del pasado, aunque éste sea efímero, no cuentan y donde la paciencia es una virtud que, salvo honrosas excepciones, no existe. Algo de todo eso sufrió ayer el Glorioso en San Mamés, donde tras un partido infame que pudo haber terminado en goleada echó por tierra de un plumazo la buena imagen que había conseguido durante el pasado mes de diciembre, donde firmó nueve de 12 puntos posibles que habían ilusionado al alavesismo, que ayer volvió a dar una muestra más de fidelidad a unos colores con otro desplazamiento masivo. Pero como se decía, en solo 90 minutos la escuadra albiazul se disparó en un pie y lo que es peor, no supo explicar porqué lo había hecho. Regresó a la infamia del pasado, a ser un equipo ramplón, flojo y sin personalidad. Un plantel sin carácter ni orgullo que ayer, ante un Athletic mediocre, fue un pelele en manos rojiblancas. Ojalá sea solo un paso atrás, por más que Abelardo quisiera sacar ayer la cara por sus jugadores.
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