Vitoria - Resulta atípico el caso de Deyverson Silva en el Alavés... y en el fútbol en general, acostumbrado a medir el resultado de sus delanteros siempre con severa dureza a partir del saco de goles que sean capaces de marcar. De no ser así, las opciones a las que queda reducido su futuro no son muchas: o se convierten en carne de banquillo en el mejor de los casos o son traspasados al final de temporada. Y vuelta a empezar en el siguiente curso, en un equipo distinto con unas circunstancias diferentes. Y con el peso del pasado más reciente como mochila, en definitiva. La tiranía del 9.
Pero Deyverson es distinto, singular... Un tipo curioso al que, como decía recientemente Zinedine Zidane cuando hablaba de Cristiano Ronaldo, “o se le quiere o se le odia”. Uno de esos jugadores frontales que no ofrecen ni grises ni matices de ninguna clase. Un tipo vacunado contra el postureo. Desde que aterrizó en Vitoria procedente del Levante con una inquietante fama que hablaba más de sus escarceos extradeportivos que de su rendimiento en el campo, el punta brasileño ha ofrecido una imagen antagónica y, sobre todo, un rendimiento extraordinario del que se han beneficiado sus compañeros y, especialmente, su entrenador, máximo responsable de haberle sabido extraer todo el jugo futbolístico que atesora. Porque si en la capital levantina ya apuntaba en su día conceptos básicos que acompañaba con un notable despliegue físico, ha sido realmente en el Alavés donde Dey ha terminado por explotar. Y eso debió verlo el preparador albiazul allá por el mes de julio porque desde entonces su fe en el espigado delantero no ha dejado de crecer conforme transcurrían las jornadas. Da igual que marcara o no, que fuera sancionado por su reiteración de tarjetas o que arrastrara problemas físicos. Su presencia en el once titular ha sido una constante a lo largo de la temporada y por si había alguna duda de la confianza infinita que Pellegrino ha manifestado hacia su delantero, el pasado domingo ante el Celta volvió a demostrársela regalándole una nueva titularidad en detrimento de Christian Santos, al que esa tarde se daba como delantero titular al no jugarse prácticamente nada reseñable ni su equipo ni el Celta pero que, sin embargo, terminó de nuevo en la grada sin convocar, lo que de facto y de cara a la final confirma a Deyverson como el 9 con el que el Alavés saltará al Calderón. Una certeza positiva que sin embargo podría esconder un problema en el caso de que brasileño sufriera un contratiempo de aquí hasta el día de la final. Si así ocurriera y Pellegrino se viera obligado a activar un plan B, ¿se la jugaría el técnico con un Santos devaluado como punta de referencia o daría entrada a Rubén Sobrino o Romero como falsos 9, al estilo de lo que ya probó en su día Vicente del Bosque con Fábregas en la Selección?
¿Descansará en butarque? Como quiera que al venezolano se le acaban las balas para demostrar lo que ya hizo en su día en Holanda y terminar de convencer a su entrenador, la duda estriba ahora en si El Flaco decide darle cancha este sábado en Butarque ante el Leganés y así dar descanso a Deyverson, o aguantar con éste hasta el final para mantenerle enchufado y con la misma chispa que ya encendió ante el Celta, donde además de su habitual trabajo de desgaste y generación de espacios recuperó por fin las sensaciones de cara a gol, anotando el séptimo de su casillero particular con un movimiento perfecto de delantero centro a pase de Vigaray. Rompió entonces el brasileño una sequía que duraba ya demasiadas semanas -en concreto no marcaba un gol desde el derbi en casa ante la Real- y recuperó una sonrisa que fortalece su ya de por sí elevada autoestima. Esa misma que este año ha sacado a pasear en los 32 partidos que ha disputado con el Alavés -29 como titular-, donde ha sido sustituido en nueve ocasiones, generado una asistencia de gol y anotado, como se decía, siete goles para los que ha necesitado una media de 370 minutos, es decir, casi cuatro partidos para perforar la meta rival. Un guarismo demasiado pobre para un delantero centro que sin embargo en su caso ha sido capaz de voltear a partir de un trabajo físico descomunal que a estas alturas continúa sorprendiendo a su entrenador. “Es un caso especial porque nunca se cansa de correr, nunca se cansa...”, se felicita Pellegrino.