Vitoria - Muchas amenazas. Eso es lo que se encontrará el Deportivo Alavés en frente mañana. La Ponferradina no es el equipo más goleador de la Liga Adelante, pero en vanguardia cuenta con toda una serie de jugadores enormemente peligrosos y que por norma general se ven descansados de trabajo defensivo para centrarse en tratar de desequilibrar con su juego. Y ni siquiera en el once inicial se acaba el peligro del ataque que dirige Manolo Díaz, ya que el técnico del cuadro leonés ha tomado por costumbre utilizar en los tramos finales de los partidos al que es su mejor artillero. Al contrario que en campañas precedentes, cuando Yuri era amo y señor de la ofensiva berciana, el punta brasileño ha quedado relegado ahora de manera habitual al banquillo. Pero no por ello ha perdido su veneno, ya que acumula ya quince dianas en el presente curso con un ratio de efectividad brutal que le lleva a conseguir un gol por cada 119 minutos sobre el terreno de juego.

Yuri sigue escribiendo su particular leyenda con la camiseta de la Ponferradina, un club en el que cumple su sexta temporada y con el que ha conseguido en dos ocasiones ascender a Segunda. Ahora busca un paso más, el play off que permite pelear por subir a Primera. El despertar le llegó después de dos primeros años en los que no estuvo atinado con el gol. Después ya se desató por completo hasta convertirse en una catarata realizadora. Hasta 27 dianas logró la temporada del regreso a la categoría de plata, donde ha seguido ejecutando porterías con asiduidad. Eso sí, esta temporada lo hace habitualmente partiendo desde el banquillo.

Manolo Díaz apuesta habitualmente por dos referencias en punta y Rubén Sobrino -bien conocido por el técnico de su etapa en las categorías inferiores del Real Madrid- y Jesús Berrocal se han convertido en su pareja predilecta. Entre los dos acumulan nueve tantos y ni siquiera se acercan a las cifras de Yuri, pero también ofrecen mucho trabajo de desgaste y permiten el brillo de los extremos, verdaderos protagonistas en el juego ofensivo de la Ponferradina. Fuertes físicamente, con poderío en el juego aéreo y sacrificados en esas tareas que no suelen gustarles a los delanteros. No aportan una cantidad de goles colosal, pero sí mucho trabajo.

Trabajo, precisamente, será lo que no les falte a los laterales alavesistas el domingo. No en vano, llegarán a Vitoria dos de los extremos más peligrosos de la categoría. Por el flanco de Raúl García, el derecho en el ataque berciano, estará un extremo que también es leyenda en El Toralín. El tinerfeño cumple ya su quinta temporada en el club y está que se sale, firmando los mejores registros goleadores de su carrera. Nueve tantos acumula ya el canario, que además ha repartido ocho asistencias. Vertical, fino en el regate y ejecutor en el área, no por nada es el futbolista más utilizado por Pepe Díaz en lo que va de campaña.

Eso sí, ninguno de estos nombres causa en Mendizorroza el terror que produce la presencia de Pablo Infante. La particular bestia negra del Alavés en las últimas temporadas volverá a hacer acto de presencia en el escenario en el que mejores han sido sus interpretaciones. Las futbolísticas y las otras. Regueros de tinta y sangre han corrido con cada presencia en Vitoria del extremo burgalés durante su etapa con la camiseta del Mirandés. Y ya en la primera vuelta demostró que su manía persecutoria con el equipo albiazul no ha variado un ápice con el cambio de equipo del pasado verano.

Todo empezó el 22 de noviembre de 2009, en una tarde de infausto recuerdo para el alavesismo. El Mirandés se impuso 1-2 en Vitoria, el extremo marcó el gol de la victoria rojilla y en los minutos finales protagonizó un sainete que concluyó con tres albiazules expulsados. En las tres campañas en las que los dos clubes coincidieron en Segunda B, el calvo banquero siempre consiguió marcar y llevarse un resultado positivo. Incluso en el último curso mirandilla en la categoría de bronce, y ya con la primera plaza del grupo asegurada, echó por tierra las opciones de play off vitorianas con un empate.

La tendencia goleadora de Pablo en Vitoria se rompió la pasada temporada, aunque no su racha ganadora con la camiseta rojilla. Lo que no faltó fue el teatrillo habitual, ya que provocó la expulsión de un Guzmán que sufrió una sanción de cuatro partidos por caer en sus provocaciones. Eso sí, a final de temporada fue El Glorioso el que se tomó su particular revancha con su enemigo íntimo. Podía haber sido ya el colmo de la desgracia, ya que en las botas del extremo estuvo la permanencia mirandilla -las paradas de José Juan y su enfrentamiento verbal con el banquero siguen vivas en el recuerdo- que no acabó siendo tal por la victoria alavesista en Jaén y el empate burgalés en Lugo.

Con el descenso de su equipo de toda la vida -antes de que se conociese el descenso del Murcia y la continuidad en Segunda-, Pablo decidió hacer las maletas y seguir a Carlos Lasheras hasta Ponferrada. Y en el duelo de la primera vuelta se encargó de volver a evidenciar ese particular instinto asesino cuando el Alavés es el oponente. En apenas diez minutos desarboló por completo a unos albiazules que ya degustaban la victoria. Una internada por su banda para servir el pase de la muerte a Yuri, un penalti provocado en una acción similar, además de provocar la expulsión de Galán. Todo un tormento el burgalés, al que, como a toda la vanguardia de la Ponferradina, la zaga alavesista habrá de prestar especial atención.