Vitoria. La creciente cantidad de goles encajados por el Deportivo Alavés ha centralizado la atención en la figura de un Iñaki Goitia que en el arranque del curso no está teniendo el rendimiento por todos esperados cuando se contrató a este experimentado guardameta con una reconocible trayectoria en Primera y Segunda División y que durante los últimos años estaba siendo una de las referencias bajo palos del fútbol estatal. Cierto es que no todos los goles encajados son culpa del portero, que en no pocas ocasiones nada puede hacer para eclipsar la endeblez defensiva de todos los jugadores que tiene por delante, pero no menos cierto es que el vizcaíno no está atravesando por sus mejores días y no transmite a sus compañeros la seguridad que tiene que aportar un cancerbero, lo que ha propiciado situaciones de nervios, malentendidos por desconfianza y algunos tantos encajados. En esta tesitura, en el entorno alavesista ya se maneja la opción de que Iván Crespo releve bajo palos a su compañero, aunque habrá que ver si Natxo González está determinado a dar un paso tan importante, que va mucho más allá que un simple cambio de nombres en cualquier otra demarcación del campo.

Y es que el de portero es un puesto en el que la confianza es una de las principales claves. Competir por una u otra posición en los entrenamientos es habitual, pero lo que hace de un guardameta titular y de otro suplente va mucho más allá de ese trabajo diario. Trayectoria, la citada confianza, experiencia, sensaciones... Normalmente, el titular es titular y el suplente, suplente. Los roles suelen venir establecidos de antemano y solo las lesiones o un alarmante rendimiento negativo por parte del encargado de defender la portería pueden conducir a la alternativa. En el caso del Alavés, el desempeño de Goitia no está siendo, ni de lejos, el esperado, pero aún así no parece para nada claro que se vaya a apostar desde ya por la alternativa que supone Crespo.

El rendimiento pasado del meta de Barakaldo está fuera de toda duda y, sin ir más lejos, en el último curso fue una de las piezas clave en la permanencia del Mirandés como hace años ya lo fue en los ascensos a Primera de Málaga o Betis. A sus 31 años fue una de las contrataciones estelares del Alavés el último verano. Tanto que se le firmaron dos años de contrato. Pero esa confianza no se ha traducido en un buen rendimiento sobre el césped. No es que haya cometido multitud de errores graves -el único ciertamente reseñable fue el que propició el gol del empate del Sabadell-, pero tampoco acaba de transmitir seguridad a sus compañeros y sus dudas no hacen más que incrementar el nerviosismo del colectivo.

Los problemas vienen marcados en dos vertientes, principalmente. Las salidas en los balones aéreos cruzados y el juego con los pies. Goitia es de esos porteros a los que les cuesta abandonar sus dominios y la seguridad de los tres palos y en no pocas ocasiones su escaso gusto por adelantarse unos metros propicia que sean los defensas los que reculen en exceso, los atacantes se acerquen a la portería y surjan los problemas. Algo así ocurrió en el desafortunado gol en propia puerta de Rubio que supuso el empate contra el Recreativo. En este sentido tampoco ayuda nada su escasa comunicación con los compañeros, ya que Goitia no es de los que ordenan demasiado a voz en grito.

El otro aspecto, el de los problemas con los pies, ya viene siendo evidente desde hace jornadas y provoca los murmullos en Mendizorroza cuando los pases directamente a los pies de los rivales se suceden. Natxo González otorga una gran relevancia a este apartado -le gustaba mucho Miguel por su buen manejo- y los centrales muchas veces retrasan hacia atrás buscando una salida más cómoda que en demasiadas ocasiones se complica excesivamente.

falta de tranquilidad Entre unas cosas y otras, lo cierto es que Goitia ya ha encajado 22 goles y que en pocas ocasiones sus intervenciones han resultado determinantes en el resultado de un partido, aunque algunas paradas brillantes ya ha dejado. Eso sí, últimamente parece que cada vez que le disparan el balón acaba irremisiblemente en sus redes. Como suele ocurrir con las rachas de los delanteros sin marcar, parece que el vizcaíno se encuentra ahora en esa fase negativa en la que nada le sale a derechas. Una espiral en la que la salida parece difícil.

Una de las soluciones, para buscar tranquilidad y limpiar la cabeza, es el paso por el banquillo, aunque, como ha quedado señalado, no es sencillo que un entrenador se decante por una decisión que es de las más drásticas que se pueden tomar. Ya en el primer tramo del pasado curso, cuando Goitia y Crespo militaban en el Mirandés, se produjo una tesitura similar y el de Barakaldo se mantuvo inamovible, lo que propició que el cántabro fichase por el Alavés.

Ahora Crespo ve que la rendija de la titularidad, y con ella la opción del estreno, al fin, en Segunda División, se le abre de nuevo. No pudo debutar el curso pasado en la categoría de plata y por eso hizo las maletas con rumbo a Vitoria para ser pieza clave en el ascenso. Seguro por alto y sin miedo a las salidas, con gran desplazamiento de balón en largo, quizá bajo palos no tiene los reflejos de su compañero y ni mucho menos su experiencia, pero en los dos partidos de Copa se ha mostrado muy seguro dejando en ambos la portería a cero, manda mucho sobre la defensa y puede suponer ese revulsivo que necesita el equipo para candar su portería definitivamente.