Vitoria. Ha sido una de las grandes virtudes del Deportivo Alavés y en Jaén se convirtió en un factor clave para dar un paso decisivo hacia el ascenso a Segunda División. El nivel físico de este equipo ha sido muy alto a lo largo de todo el curso y en la segunda parte en La Nueva Victoria superó ampliamente en este sentido a un oponente que fue perdiendo gasolina y fuerzas con el paso de los minutos. Mientras los albiazules se crecían sobre el terreno de juego y se volcaban sobre el campo rival, los jiennenses lo fiaban todo a tratar de cerrarse y resistir un bajón físico que les ha sido habitual en los últimos compromisos ligueros.

Hablar del potencial físico del Alavés no supone ninguna novedad, ya que esa resistencia, ese crecerse con el paso de los minutos, ha sido una de las principales virtudes de este equipo a lo largo de todo el curso. Los albiazules someten a sus oponentes a duelos de alto ritmo para ir desgastándoles poco a poco y aprovechar el bajón en los tramos finales para inclinar la balanza de su lado. "Madurar los partidos", es la manida expresión a la que ha recurrido Natxo González para explicar este particular estilo que durante la fase regular ha propiciado muchos puntos y que en Jaén resultó decisivo.

Así, tras una primera parte en la que las fuerzas estuvieron igualadas y en la que el Jaén aprovechó su mejor juego para adelantarse a balón parado, en la segunda el crecimiento alavesista vino acompañado por el progresivo hundimiento del equipo de Manolo Herrero, que físicamente fue perdiendo fuelle hasta quedar en manos de los vitorianos, que en el descuento acabaron aprovechando su opción de llevarse un trabajado empate. La pena fue que la igualada no llegó un poco antes, ya que la sensación que trasladaba el partido era de que con unos pocos minutos más por delante los de Natxo González podían haber dejado el ascenso visto para sentencia gracias a la enorme superioridad física demostrada, que al final solo le sirvió para empatar al no disfrutar de demasiadas ocasiones de gol. En este sentido, y a pesar de las críticas contra el arbitraje de Melgares de Aguilar Fernández por parte de jugadores y aficionados del Jaén por las muchas faltas decretadas en su contra, la expulsión de Nino y la pena máxima final, que el colegiado decidiese castigar con falta al borde del área y no con penalti unas manos de Quesada resultó un factor decisivo, ya que entonces los albiazules hubiesen tenido mucho tiempo por delante para llevarse la victoria.

Pese a ello, ese gol en el descuento viene a reafirmar que Natxo González y sus colaboradores directos, en este caso el preparador físico Gerardo Izaguirre, han realizado una labor de preparación brillante durante todo el año. El trabajo en este sentido ha sido muy importante a lo largo de toda la temporada y uno de los objetivos marcados por el cuerpo técnico pasaba por llegar al play off con la plantilla al completo y en las mejores condiciones posibles para competir. Ni de calidad ni técnicamente va sobrado este equipo, pero en un apartado como la fortaleza y la resistencia resulta bastante complicado igualarle. Más aún para un Jaén muy corto de efectivos, que ha sobrecargado mucho a sus jugadores más relevantes y que ya en partidos precedentes había evidenciado graves problemas de aguante en las segundas partes. Por eso no es de extrañar que varios futbolistas hubieran de ser atendidos al sufrir calambres y sobrecargas musculares, aunque en este sentido también hay que entender que buscaban perder tiempo deliberadamente.

Variación táctica La superioridad física fue fundamental, pero también lo fue la lectura del partido realizada por Natxo González. Tanto en la disposición inicial del mismo como en la variación de conceptos en su transcurso, el técnico vitoriano estuvo brillante. Primero, con la apuesta de nuevo por los tres centrales, con lo que compuso un entramado que hizo imposibles las irrupciones por el centro del Jaén y que complicó también las llegadas por las bandas con un buen trabajo de ayudas. El gol de Servando, que seguro que causó el enfado del técnico, le obligó a variar el guión prestablecido y esa variación, el cambio de sistema con la entrada de Guzmán por Agustín y dando paso a un 4-2-3-1, resultó determinante.

El Alavés se pareció más a sí mismo en la segunda parte, en la que se soltó en ataque tras una primera mitad en la que estuvo escaso de presencia en el campo rival. Guzmán fue, además, arma determinante con sus llegadas por la derecha y acabó propiciando el empate al provocar el penalti que acabó transformando Viguera.