El acelerado envejecimiento poblacional es un proceso que afecta al conjunto de Europa, pero que alcanza en la CAV tintes ya preocupantes.

Euskadi es, de hecho, el tercer territorio más longevo de todo el continente, con una población mayor de 65 años que llega al 23,5% del total, solamente por detrás de Italia (23,8%) y Portugal (23,7%).

La media de la Unión Europea (UE) está en el 21,1% y la del Estado español, en el 20,1%. En Luxemburgo, el país más joven, la tasa es de apenas el 14,8%. 

Longeva, pero no tanto

Álava, que no se escapa de esta crisis demográfica global, se destaca sin embargo en la actualidad por contar con la ciudadanía menos envejecida de la CAV y la tasa más elevada de nacimientos por cada 1.000 habitantes al compararse con sus dos territorios vecinos.

Según los datos recopilados por el Instituto vasco de Estadística (Eustat), la población mayor de 65 años era en el mes de julio de 2022 –el último con datos disponibles– del 22,1% en la provincia, 1,4 puntos por debajo de esa media vasca.

Álava se encuentra en este ranking justo a la par que Alemania y ligeramente por encima de Bulgaria (21,7%), Eslovenia y Francia (21,1%).

Paseo intergeneracional hacia la escuela, hoy en Vitoria. Pilar Barco

6,8 bebés por cada 1.000 habitantes

A esto ha ayudado que el territorio registre a día de hoy la tasa de natalidad más elevada de la CAV.

Aunque Álava y también el conjunto de Euskadi tocaron fondo hace dos años con el menor número de nacimientos desde 1975, el primero con datos estadísticos fiables, la provincia cerró 2022 con una tasa de 6,8 bebés nacidos vivos por cada 1.000 habitantes, por encima tanto de la media vasca (6,2%) como de la guipuzcoana (6,3%) y vizcaína (6%). 

En concreto, vinieron al mundo en el territorio 2.267 bebés, que fueron –eso sí– un 4,3% menos que justo un año antes. La caída en Gipuzkoa alcanzó ese mismo año el 8,6%.

Pirámide con forma de guitarra

La consecuencia fundamental de que Álava se haga cada vez más mayor y de que el relevo generacional no compense esta realidad es que la pirámide poblacional del territorio ha cambiado la forma triangular que presentaba a mediados de los años 70 por la de guitarra que tiene en la actualidad.

Si en 1976 la población de 65 años o más –nacida en 1910 o antes– suponía en Euskadi apenas el 8,3%, en 2022 –personas nacidas en 1956 o antes– representaba ya el 23,2%. De 171.161 habitantes en edad de jubilación a 506.596.

Esperanza de vida

La pirámide, que también es bastante alargada, indica un continuo incremento de la esperanza de vida que con los años ha multiplicado los porcentajes de población con 85 y más años, un grupo que en el año 1976 representaba en la CAV apenas el 0,4% y que en 2022 era ya del 4,1%.

En 2022 había más de 1.400 personas centenarias en Euskadi, de las cuales el 86,2% eran mujeres, de nuevo según el Instituto vasco de Estadística.  

La causa principal, y a veces única, de que la población vasca haya crecido desde el año 2000 ha sido el saldo migratorio

La causa principal, y a veces única, de que la población vasca haya crecido desde el año 2000 ha sido el saldo migratorio, que la llegada de vecinos de otras latitudes del Estado y del planeta ha superado a la marcha de autóctonos a otros lugares. 

Si la CAV perdió 52.638 personas por las migraciones entre los años 1988 y 1999, de 2000 a 2022 ha ganado 169.425, debido fundamentalmente al incremento de las migraciones de personas extranjeras.

En las dos décadas largas que han transcurrido del presente siglo han inmigrado 787.321 personas –según los datos de Eustat– frente a las 617.896 que emigraron, invirtiéndose el sentido de los últimos once años del siglo XX, donde la relación fue de 136.159 inmigrantes frente a 188.797 emigrantes.

Múltiples factores

Con todo, las cifras son del todo insuficientes para equilibrar una pirámide poblacional que sigue –y seguirá– ensanchándose por su parte más alta debido a muy diferentes factores. 

La precariedad laboral que afecta a muchos jóvenes, su consecuente inestabilidad económica y, sobre todo, la dificultad para acceder a la vivienda debido a su carestía, lo cual deriva en una emancipación más tardía, hacen que las parejas jóvenes retrasen cada vez más la decisión de tener hijos. Eso, si deciden tenerlos.