La Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) comenzará a cargar los contenedores de combustible gastado de la central nuclear de Santa María de Garoña en la segunda quincena de enero, como parte de la primera fase del desmantelamiento de la instalación, que comenzó con la transferencia de la titularidad, por parte de Nuclenor, que explotaba la planta, el pasado 19 de julio.

El responsable del desmantelamiento de la central, Manuel Ondaro del Pino, ha explicado este jueves, durante una visita informativa, que el combustible gastado se almacenará en 49 contenedores que permanecerán en el Almacén Temporal Individualizado (ATI) junto a otros aproximadamente seis de residuos especiales –con los componentes internos del reactor ya en la segunda fase–, pero estos de características diferentes.

A la intemperie y en dos grandes losas antisísmicas, Garoña guardará tanto el combustible gastado en ella como los residuos de alta actividad hasta el año 2073, fecha en la que se trasladarán definitivamente a un Almacén Geológico Profundo (AGP).

Nuclenor llenó el primer contenedor de estos 49 antes de la transferencia de la titularidad a Enresa, que ahora continuará con la carga de cuatro contenedores tras haber implementado medidas adicionales de seguridad a petición del Consejo Regulador de Seguridad Nuclear.

“Vamos a empezar la próxima semana con las pruebas de las diferentes actividades y los procedimientos a ejecutar porque nuestra intención es, en la segunda quincena de enero, poder empezar con la con la carga de los cuatro contenedores que nos quedan pendientes de esta primera fase, y luego ya vendrán los restantes hasta completar los 49”, ha explicado Ondaro, quien ha precisado que el proceso de carga de cada contenedor es de dos semanas.

“Un traje a medida”

Ondaro, que también dirigió el desmantelamiento de la central José Cabrera (Guadalajara), ha trasladado que en estos procesos hay una serie de actividades que “se acometen siempre”, aunque las particularidades de cada central hacen necesario que se diseñe un “traje a medida” adaptado a la tecnología o la tipología de los edificios.

“Las centrales no fueron diseñadas para desmantelarlas”, ha explicado el máximo responsable de este proceso. Una vez se haya realizado la gestión del combustible gastado y tengan la licencia del Centro de Seguridad Nuclear (CSN) para la Fase 2 comenzarán con el desmontaje de los grandes componentes, en este caso de los internos de la vasija, el secador, el evaporador y realizarán la gestión de los residuos.

“Las centrales no fueron diseñadas para desmantelarlas”

Manuel Ondaro del Pino - Responsable del desmantelamiento de la central

Posteriormente, descontaminarán las paredes de los edificios para que se puedan demoler de forma convencional y, por último, Enresa también se encargará de la vigilancia radiológica del lugar. Así, cuando reciban el visto bueno del CSN devolverán la instalación al propietario, en este caso, a Nuclenor. Todo ello, en un plazo estimado de 10 años –tres años la Fase 1 y siete años la Fase 2–. En cuanto a la estimación presupuestaria de las dos fases, aunque puede haber una reestimación, el coste inicial es de 475 millones de euros a los que habría que sumar los 180 millones de euros correspondientes al coste de los contenedores de combustible gastado.