Cada vez son más las personas mayores que viven solos en nuestro país. En una sociedad en la que los mayores de 65 años rozan ya el 20% de la población, resulta difícil poner solución a un problema social discreto, pero que siempre ha estado ahí. Un problema invisible que, en el confinamiento por la pandemia, se volvió aún más palpable.

El cohousing es un proyecto pensado para personas mayores llenas de energía y con ganas de experimentar otra forma de envejecer. Este modo de vida, surgido en los años 70 en Dinamarca y los Países Bajos, permite a sus residentes realizar actividades conjuntamente, aunque manteniendo cada uno de los miembros su propio apartamento. Una alternativa a las residencias de mayores que llega a nuestra provincia gracias a la asociación Lagungarri, que puso en marcha esta iniciativa por primera vez en enero de 2020. Una idea que para Laura Irigaray, presidenta de Lagungarri, surgió de la necesidad de envejecer de otra manera. “No nos gustan las perspectivas de las residencias actuales”, señala rechazando la tendencia actual de que los ancianos terminen en estos complejo.

Una filosofía de vida que en Euskadi ha tenido varias iniciativas tanto en Gasteiz como en Bilbao, pero que no han terminado llevándose a cabo debido a la falta de terreno. Un emplazamiento en el que cada socio tiene su propia vivienda privada, pero todos ellos comparten espacios en común con el resto de miembros de la comunidad, como jardines, biblioteca o gimnasio entre otros si así lo desean. “Son decisiones que tienen que tomar de manera conjunta”, indica Irigaray en este aspecto. Un lugar en el que también se realizan todo tipo de actividades lúdicas para este público, con las que se pretende fomentar las relaciones humanas y disfrutar de una vida independiente y social. “Tienen una actividad interna y cultural muy fuerte”, apunta Javier Pagalday, presidente de la Federación de Euskadi de Cooperativas de Vivienda (Bizikoop).

La parcela de la instalación, de 11.000 metros cuadrados, se ubicará a escasos metros del centro de Murgia, junto al convento de las Carmelitas. Un entorno verde y agradable que contará con 60 viviendas privadas divididas en dos pisos, así como zonas comunes tanto en la parte superior como inferior del edificio. Además, la construcción estará adaptada a personas con movilidad reducida, pese a que para acceder a ellas, hay que ser una persona válida, además de tener entre 50 y 70 años. Un lugar ideal en plena cuadrilla de Zuia, a medio camino entre Bilbao y la capital alavesa, y que cuenta con servicios básicos como entidades bancarias y centros de salud.

Asimismo, uno de los beneficios de este proyecto es la posibilidad de abandonarlo en caso de deseo del usuario. “Se tiene que esperar a que entre otro socio para poder devolverles el dinero”, manifiesta Pagalday. Para ello, hay de antemano una lista de espera de personas que desean adentrarse, y que también pueden sustituir a fallecidos. De esta manera, el socio renunciante recupera el dinero de inmediato, sin que existan problemas de índole económica. Todo esto propiciará que los residentes tengan una vida activa y saludable en el recinto, cubriendo todas sus necesidades, especialmente las médicas. Con el fin de evitar posibles contratiempos, desde Lagungarri ya han visitado otros cohousing en España, con el objetivo, tal y como subraya Irigaray, de “copiar sus aciertos y evitar sus errores’’.

¿Solución a la emancipación?

Un proyecto del que, a su vez, pueden beneficiarse las futuras generaciones. En un país en el que el acceso al mercado de la vivienda es un quebradero de cabeza para los más jóvenes, el cohousing se convierte en una posible solución, evitando pagar alquileres e hipotecas. A diferencia de los cohousing destinados a seniors que son de la administración pública, estos en su mayoría son propiedad de la cooperativa durante 75 años y con derecho de uso indefinido. “Esto les da a los jóvenes la oportunidad de realizar una inversión y resolver el problema de la vivienda”, destaca Irigaray. Una importante estabilidad y seguridad en tiempos de incertidumbre tras la pandemia del coronavirus en la que incluso podrían vivir con amigos. “Queremos que tengan una vivienda digna que cubra sus necesidades”, comenta Irigaray.

Una solución para que el público de la tercera edad se sienta activo, realizado y seguro. Una oportunidad para que los jóvenes puedan marcharse de casa sin presiones. Así es el cohousing. Una manera diferente de disfrutar en compañía sin prácticamente tener que salir de casa. El paso del tiempo nos dirá si es la fórmula óptima para unos y para otros, aunque Laura Irigaray lo tiene claro. “Yo creo que va a ser el futuro para todos”