or María Pilar Martínez es una monja alavesa, natural de Barriobusto, que desde hace más de 50 años trabaja en Bolivia tratando de facilitar las condiciones de vida de las personas más desfavorecidas de la sociedad, principalmente mujeres.

De un tiempo a esta parte, lo hace al frente del Centro Transitorio para Víctimas de Trata y Tráfico de Seres Humanos, que atiende a mujeres explotadas por la violencia sexual y comercial, muchas de ellas con hijos a su cargo.

El creciente número de personas que están llegando a este recurso -son ya casi un centenar- ha hecho que Martínez y la congregación de la que es superiora, las Religiosas Adoratrices, necesiten una ayuda económica adicional para poder seguir dando el servicio que ofrecen, comprar medicamentos y material sanitario, así como contratar a dos educadoras.

Una cantidad importante, cifrada en casi de 7.000 euros, pero que va a tener un buen empujón desde la tierra natal de Martínez.

Una gran respuesta

No en vano, la estrecha relación de la religiosa con el grupo Solidaridad de la parroquia gasteiztarra de San Pedro se tradujo ayer domingo en un concurrido pintxopote en el pórtico de la iglesia cuya recaudación se destinará íntegramente a este centro, donde las mujeres tienen un periodo medio de permanencia de seis meses.

"El día está yendo bien, sobre todo porque la gente ayuda con más de lo que es el pintxopote. Buscamos sobre todo dar a conocer este proyecto", comentaba Blanca Bajo, de Solidaridad, en conversación con este periódico.

Bajo detallaba que el contacto con sor María Pilar es tan fluido que no es la primera vez que desarrollan una iniciativa conjunta.

"El año pasado ya colaboramos con ella. Estaba en otra población de Bolivia, con niñas muy jóvenes, también víctimas de la trata, de abusos, de prostitución y violencia machista. Ahora la han trasladado a otra población, donde muchas de las que van al centro son madres con niños. Las monjas las atienden física y psicológicamente, porque traen muchísimas cargas de todo tipo. Les intentan dar un medio de vida, formarles para que tengan alguna profesión, y también atienden a los niños y les dan de comer", relataba Bajo.

Representación familiar

El pintxopote se extendió durante buena parte de la mañana -entre las 11.00 y las 14.00 horas- y allí se acercaron también algunas familiares de Martínez, como sus sobrinas Lourdes y Ana, que ponían en valor el trabajo que su tía desarrolla en Bolivia desde que llegó al país andino como poco más de 20 años. Este próximo mes de septiembre cumplirá 76 y no tiene ninguna intención de jubilarse.

"Es una persona con mucha capacidad de organización, mucha mano izquierda con cualquier tipo de persona de cualquier condición, muy currela", describía Ana, quien ha comprobado en primera persona el trabajo que la congregación lleva a cabo al otro lado del charco y tuvo la ocasión de ver a su tía por última vez este mismo año durante una última visita a Vitoria. "Teníamos muchas ganas de estar con ella", reconoce.