Decían nuestros abuelos que los hijos vienen con un pan debajo del brazo; se referían a hace décadas cuando primaban las familias numerosas, la juventud empezaba a trabajar a los dieciocho, veinte, e incluso antes, y aportaba parte de su sueldo al sustento de hogares en los que era habitual que conviviesen varias generaciones.

El modelo ha cambiado. Hoy, nada de aquello es representativo de la sociedad actual y los gobiernos se ven obligados a pensar en políticas que impulsen la natalidad ante el riesgo de falta de población joven y, por consiguiente, de mano de obra suficiente para mantener a una ciudadanía que cada vez vive más años y a una sociedad que envejece a pasos agigantados.

Las variables que entran en juego a la hora de tener descendencia son muchas; además del deseo, por supuesto, las parejas tienen en cuenta sobre todo la conciliación familiar, para dar a sus hijos e hijas los cuidados necesarios y la situación económica, para poderlos sacar adelante. Revelan las encuestas que los vascos querrían tener dos hijos y emanciparse a los 24 años, pero la tozuda realidad indica que la tasa de maternidad es de 1,28 por mujer y se van de casa entrada la treintena. En concreto, la edad media de emancipación en Euskadi es de 30,2 años, cuatro años más tardía que la europea.

ayudas y conciliación

Entonces, ¿cómo impulsar la natalidad? La última medida adoptada por el Gobierno Vasco es una paga de 200 euros al mes por hijo hasta que cumpla los tres años. Y es que, Euskadi, al igual que otros países europeos, se enfrenta al importante reto demográfico de invertir una pirámide de población envejecida hasta el punto de que en dos décadas se han reducido en 92.000 las personas en edad de trabajar.

La prestación de los 200 euros mensuales se concederá desde el próximo año. No será universal, pero sí beneficiará a una mayoría de familias con ingresos de menos de cien mil euros. Además, es compatible con las prestaciones que proporciona la RGI y las ayudas fiscales de 950 euros anuales por hijo y 2.100 por dos, vigentes a día de hoy.

Fuera del colegio concertado Marianistas de Vitoria, la llegada de padres y madres no cesa cuando todavía el reloj no ha marcado las nueve de la mañana; casi todos van con prisa a dejar a sus niños y niñas en el cole porque tienen que ir a trabajar o temen que pase un policía municipal que les deje la receta en la luna del coche por aparcar en doble fila. Es hora punta y la mayoría prefiere no opinar argumentando que carecen de información suficiente.

Unos dan la bienvenida a este nuevo paquete de ayudas porque "todo viene bien"; otros se muestran escépticos e incluso contrarios, bien porque las ven insuficientes, bien porque consideran que ese dinero debería invertirse en otras necesidades más urgentes.

La mayoría aduce que, al margen de ayudas económicas, de dinero, el problema radica en las dificultades para conciliar vida familiar y laboral cuando los dos miembros de la pareja trabajan fuera de casa. Ven insuficientes medidas como la reducción de jornada o la excedencia, en parte porque vinculan estas ventajas laborales a la administración pública, piensan que los realmente beneficiados son los funcionarios, en parte porque hay familias que por su precaria situación económica no pueden permitirse trabajar menos horas o dejar de hacerlo.

Un hijo o dos

Padres y madres llegan al centro escolar con un hijo o hija de la mano, otros con dos y se ve alguna mujer embarazada, pero pocas. Las estadísticas ya llevan tiempo advirtiendo de que los nacimientos están en caída libre, al tiempo que se alarga la esperanza de vida.

Durante años la pirámide poblacional se ha equilibrado más o menos con la entrada de población inmigrante que llegaba en busca de un empleo; sin embargo, la pandemia del covid frenó los movimientos migratorios y la actual crisis económica ha sacado a la luz los problemas reales de mano de obra por falta de relevo generacional en sectores fundamentales para la economía como la agricultura, el transporte de mercancías por carretera o la hostelería en temporada alta de turismo, por citar algunos.

El envejecimiento de la sociedad es un fenómeno que no sólo afecta a la comunidad autónoma vasca sino a todo el continente europeo. Reconoce el lehendakari que la situación no es buena; y es que, las previsiones indican que la población en edad laboral podría descender en 300.000 personas para el año 2050. Por eso, en palabras de Iñigo Urkullu, se trata de "configurar un ecosistema de condiciones favorables para la emancipación y la construcción de familias", tanto a través de ayudas directas como de planes de corte social. Teniendo en cuenta todas las iniciativas, una familia con dos hijos podrá recibir cada año y hasta que el menor cumpla los tres 6.900 euros en subvenciones y deducciones fiscales.

Enrique, aita de María y Eric

"Doscientos euros al mes hasta los tres años no sale a cuenta", asegura Enrique mientras saca del maletero las mochilas de María y Eric, sus dos hijos. Recuerda otras medidas similares de ayudas concedidas por anteriores gobiernos y no le parecen suficientes. "Hay países en Europa que dan hasta los 21 años, además de que cuentan con otro tipo de políticas que de verdad contribuyen a la conciliación real de las familias, no se trata sólo de dinero; sólo hay que ver cómo está todo aquí y cómo nos hemos acostumbrado a vivir: piso, dos coches... Es imposible y me levanto todos los días a las seis de la mañana para ir a trabajar". Confiesa que no tiene intención de tener más hijos, decisión que comparte su pequeña María, muy contenta con Eric, pero "no quiero otro hermano", dice.

Asier, padre de Gorka y Kattalin

Asier también es padre de dos pequeños: Gorka y Kattalin. Piensa que la ayuda de 200 euros puede ayudar a las familias: "te da para unos meses", dice. No obstante, al igual que otros progenitores, apunta que en otros países europeos las ayudas son mejores y, además, se benefician de otro tipo de prestaciones y políticas que favorecen la conciliación real de las familias, que es lo que echa de menos, ya que el problema surge cuando los dos miembros de la pareja trabajan.

"Existe la posibilidad de reducción de jornada o excedencia por cuidado de niños y niñas, pero no todo el mundo se lo puede permitir económicamente", indica. Él está satisfecho con la familia que ha formado, ya que quería tener dos hijos y es lo que tiene y, a día de hoy, no piensa en traer al mundo un tercero.

Ylenia, madre de Martín

"Bienvenida sea la ayuda, tanto los 200 euros al mes, como la extra que dieron cuando el covid, como cualquier ayuda, aunque en Europa hay mejores y otras prestaciones para la conciliación familiar cuando padre y madre trabajan; más que de dinero, creo que se trata de eso, de favorecer la conciliación", señala Ylenia, madre de dos hijos, uno de ellos Martín, Matintxo, al que acompaña al colegio. Dedicada a estudiar y sacarse "títulos y títulos", sí que ha recurrido a la excedencia, pero cuando ambos progenitores trabajan, el problema llega con los tres meses de vacaciones; qué hacer con los hijos durante tantos días que los progenitores no pueden disfrutar: "es un problema, sí", asiente, y eso que piensa que ella no se puede quejar en su situación actual.

Raúl, padre de Mikel y Ane

Raúl acompaña a Mikel y Ane; es profesor y no le entusiasma para nada el reciente anuncio de conceder ayudas de 200 euros al mes por hijo o hija para impulsar la natalidad en Euskadi. "Sorprendente", dice mientras deja a los pequeños en el colegio. "Simplemente, me parece una medida populista, creo que ese dinero estaría mucho mejor invertido en otras prioridades como la sanidad", argumenta. Pone como ejemplo los puntos de atención continua, los denominados PAC, un servicio que ha sufrido recortes; antes en Vitoria había dos, pero al cerrar el del ambulatorio de San Martín, ya sólo atiende el del centro de salud de Olaguíbel.

Para este padre, sin duda, "sería mejor que el Gobierno Vasco invirtiese en Osakidetza", un servicio en el que Raúl considera que falta persona. "Están desbordados".