stará usted de acuerdo conmigo en que poder leer hoy libros que han sido prohibidos en algún momento de la historia pasada produce cierto placer. También resulta sugerente leer libros que aquí están permitidos, pero que en otros países han sido censurados.

Les propongo a continuación un breve recorrido por algunos de esos títulos, a modo de homenaje a quienes hacen posible su recuperación: en museos de libros prohibidos, como el de Tallin en Estonia, en ferias de libros censurados, o en los muchos catálogos que se han elaborado en los últimos años tratando de inventariarlos.

Empezando por ejemplos próximos, podría decirse que aquí la censura estrictamente como tal, en lo referente a literatura, es más cosa del pasado (aunque no solo). La Regenta (Clarín, 1884-1885) fue prohibida por el franquismo, acusada de ser lasciva y anticlerical al narrar el adulterio de una mujer. Incluso La Colmena (Camilo José Cela, 1951) fue también prohibida, pese a que Cela era un censor del régimen franquista.

De otros países conocemos prohibiciones históricas de novelas como La metamorfosis (Kafka, 1915), censurada en la Alemania nazi o la antigua Unión Soviética, por su crítica a una sociedad en la que un comerciante se despierta transformado en un insecto. Rebelión en la granja (Orwell, 1945) fue censurado por tratarse de un cuento sobre cerdos y otros animales que pelean por ver quién manda en una granja. A estos títulos, se suman los de centenares de novelas prohibidas por contener escenas sexuales: Adiós a las armas (Hemingway, 1929); Trópico de cáncer (Henry Miller, 1934); Lolita (Vladimir Nabokov, 1955) acusada de promover la pederastia (aunque después fue adaptada al cine y Nabokov fue nominado a un Oscar al mejor guion). Suma y sigue.

Sin embargo, la censura de libros no es algo que antes ocurría y ya no. Hace unas semanas conocíamos el caso del comité escolar de un condado en Estados Unidos (en Tennesse) que aprobó por unanimidad la supresión en las bibliotecas escolares de un cómic educativo sobre el Holocausto por incluir desnudos. La historieta gráfica titulada Maus, del dibujante Art Spiegelman, había ganado en 1992 el premio Pulitzer.

Otro caso indignante, también surgido en Estados Unidos, fue Tres con Tango (Justin Richardson, 2005). Este cuento ilustrado narra la historia real de dos pingüinos homosexuales que incuban un huevo en el zoo de Central Park en Nueva York. Por su abordaje de la familia homosexual, según datos del organismo norteamericano de bibliotecas ALA, fue el libro que más solicitudes de prohibición recibió entre 2006 y 2010 en escuelas y bibliotecas de Estados Unidos. Son solo dos ejemplos. Hay muchos más. Y no solo en Estados Unidos.

En los Emiratos Árabes se prohibió leer Harry Potter y la piedra filosofal (JK Rowling, 1997), por incitar a la brujería.

En Europa, el cómic Tintín en el Congo (Hergé, 1931) fue retirado de muchas librerías en Reino Unido en 2007, por referirse a la población congoleña como perezosa, en un ejercicio de lectura con ojos actuales de un texto escrito 80 años antes.

Este tipo de cancelaciones revisionistas se ha extendido y en la actualidad son muchos los casos que podemos encontrar también en nuestro entorno.

Algunos de los ejemplos hasta ahora citados nos pueden resultar curiosos, o incluso jocosos; otros, no lo son tanto. Una cosa es que algunas bibliotecas estadounidenses decidieran en 1987 retirar de sus estanterías el cómic infantil ¿Dónde está Wally? porque en una página aparecía un dibujo microscópico de una mujer en topless en la playa (se reeditó dibujándole un bikini). Otra cosa es que en 1989, el ayatola Jomeini lanzara una fatwa de agresión contra Salman Rushdie, acusándole de haber injuriado el nombre de Mahoma en el libro Versos satánicos.

Lo cierto es que, sea divertida o seria, cualquier censura nos empobrece. De ello nos alertaba la novela Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) en su historia de un bombero cuyo trabajo era quemar libros, en una sociedad futura en la que los libros son quemados como manera de control social e ideológico.

El título, que hace referencia a la temperatura a la que arde el papel, nos evoca hoy a las viejas y nuevas maneras de censurar publicaciones, ante las cuales en estas fechas, con ocasión del Día Internacional del Libro, podemos responder leyéndolas.

De hecho, su lectura es obligada, no tanto por normas impositivas, como por nuestra necesidad de conocimiento, en un entorno en el que dos términos como librOs y librEs tanto se asemejan, no solo en sus letras, sino también en su significado.

Se atribuye a R.W. Emerson la frase: "Todo libro echado a la hoguera ilumina el mundo". ¿Qué dicen de nuestro mundo los libros que quemamos?

'Harry Potter', '¿Dónde está Wally?', 'Tres con Tango', 'La Regenta', 'Maus'... son títulos de libros alguna vez censurados. Hoy podemos rebelarnos leyéndolos