De lo divino pero también de lo humano. El obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde abre las puertas de la diócesis y hasta de la Catedral Nueva a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA para hablar de diversos temas de actualidad, incluyendo los polémicos abusos a menores, el sector crítico que le ha salido dentro de la Iglesia, la eutanasia o las presuntas inmatriculaciones de la diócesis, de los que no duda en responder.
Tras dos años sin procesiones, esta Semana Santa han vuelto a las calles de Vitoria y también las principales celebraciones. ¿Hay algún acto que le haya hecho especial ilusión recuperar?
-A mí me encoge mucho el corazón la Misa Crismal, que es el miércoles, que está vinculada también al Jueves Santo. De alguna manera, es la gran concelebración del obispo con los sacerdotes y con el pueblo de Dios y ahí es donde se renuevan las promesas sacerdotales. Antes de la pandemia hacíamos una comida después de la misa, aunque este año no se puede hacer. También me gustan mucho el Jueves Santo y Viernes Santo y la Vigilia Pascual, los grandes oficios litúrgicos, que van complementados con las grandes procesiones.
A partir del 20 de abril, ya no va a haber mascarillas en interiores. ¿Qué va a pasar en las misas?
-En las misas, nuestro personal, que es bastante mayor y prudente, creo que la va a mantener. Tengo que consultar las indicaciones con los sacerdotes para ver qué hacemos después de Semana Santa, pero creo que en gran parte se van a mantener. Hay mucha gente mayor que tiene ese criterio y nosotros, desde luego, no vamos a bajar la guardia. Nos parece que aún es pronto para quitarlas, pero acatamos lo que Sanidad diga.
O sea que, en principio, la recomendación va a ser mantenerlas.
-Sí, al igual que sucede con la recomendación de mantener en las procesiones la mascarilla en el exterior.
¿Cuál ha sido, por cierto, el papel de la Iglesia de Vitoria en estos dos años de pandemia?
-Ha sido un papel subsidiario, en el sentido de que las instituciones tienen la iniciativa principal y nosotros hemos estado allí apoyando desde el punto de vista moral, de ánimo, de cercanía, de mensajes y de contacto con la gente mayor. También de apoyo logístico, con todo el tema del voluntariado: los jóvenes y las parroquias se han volcado, las grandes organizaciones eclesiales (Cáritas, Berakah, etc.), con un apoyo logístico real, y luego también ha habido un apoyo profesional diríamos en Pastoral de la Salud, en cuanto a la atención del enfermo, en la multiplicación de recursos por las casas y hospitales. Se ha implicado de lleno y se ha tenido que reinventar y es un hecho que ahora, en Pastoral de la Salud, hay más voluntarios que antes de la pandemia.
La festividad de San Prudencio está a la vuelta de la esquina. ¿Cómo va la preparación de los actos religiosos? ¿Cambiarán algo?
-El año pasado eran unos aforos mínimos y otros protocolos sanitarios y este año yo ya he visto que en el programa de fiestas aparece un San Prudencio normal, casi exultante. Pero nosotros haremos lo mismo que en 2021 porque como la basílica de San Prudencio es pequeña, mantendremos la mascarilla, al ser un espacio cerrado. Va a haber cuatro grandes eucaristías: tres, aparte de la oficial presidida por el obispo. Es un rosario de gente entrando y saliendo continuamente del templo, así que mantendremos la prudencia sanitaria. Y el resto de los actos, incluyendo el 1 de mayo, los mantendremos así, con el mismo criterio.
El pasado 12 de marzo se cumplieron seis años de su ordenación como obispo de Vitoria. ¿Cómo está la diócesis? ¿Y cómo se llevan las tensiones dentro de esta renovación diocesana?
-Creo que, de alguna manera, la llegada de un obispo nuevo y con una edad decente para trabajar aporta novedades y tensiones. A la gente más mayor les mueve un poco el piso y piensa que no está para cambios, pero son tensiones que creo que implican vida, ganas de trabajar y carencias que se quieren superar. Yo encontré un Seminario vacío, una necesidad muy grande de sacerdotes, un presbiterio muy envejecido... Y he pedido ayuda. Están viniendo más seminaristas de otros lugares en los que o no se puede estudiar o tienen más dificultades. A la hora de la verdad, no somos tan acogedores para aceptar otros estilos de otras latitudes y eso crea tensión entre el presbiterio y en algunas parroquias, pero es una tensión Iglesia local-universal y siempre sana.
¿Qué tiene que decir a ese sector crítico que le acusa de “talante autoritario” o de dar un giro conservador a la Iglesia alavesa?
-Que lo agradezco. Me viene bien la crítica y me viene bien contrastar. No está mal que tenga como un Pepito Grillo que me recuerde mi misión, que es compartida, y a la vez también les digo que están abiertos de par en par los órganos consultivos. Yo estoy tratando de servir a esta Iglesia, con ayuda de todos los carismas y sensibilidades para que no se pongan enfrente, sino para colaborar todos juntos. También me parece que esa crítica denota una manera de trabajar como algo intocable, que es muy relativa, y yo también tengo el derecho a ponerla en tela de juicio.
Hablando de colaboración, la diócesis de Vitoria, ante el problema de los refugiados de Ucrania que quedan fuera de la cobertura pública, ha tomado la iniciativa de impulsar una mesa de acogida. ¿Qué tal va esa coordinación entre sus diferentes miembros?
-Ha sido necesaria por la urgencia de la llegada de personas ucranianas. Ya llevamos 131 familias atendidas por otras emergencias y guerras (Siria, África, etc.), pero aquí, en el Centro de Europa, ha habido un clamor popular pidiendo coordinación porque esas personas ya estaban entrando y en cantidad, mientras que la irrupción del resto era un goteo. Por eso convoqué la mesa, pero queremos que sea permanente para otras emergencias.
Recientemente se anunció que ya había siete familias que habían pedido ayuda a la Iglesia de Vitoria. ¿Ha cambiado ese número?
-Sí, porque hay por lo menos cuatro o cinco más que están tratando de reubicar en otros sitios.
¿Y la ayuda que piden sigue siendo de ropa o alimentos?
-No, ya es de residencia y de una estancia más larga y con más servicios.
El presupuesto inicial para ese plan es de 300.000 euros y 154.000 euros se han reunido gracias a las colectas de los vitorianos. ¿Está previsto hacer alguna acción solidaria nueva para esta causa?
-Sí, porque esos 154.000 euros no son solo para los servicios que ofrecemos aquí, sino para Cáritas internacional, porque la urgencia de liquidez se necesita en los lugares de frontera donde se están acogiendo a tantos refugiados. Aparte de las colectas, hay una labor de sensibilización. La comunidad grecocatólica ucraniana viene todos los domingos a la puerta de la Catedral Nueva mientras dure la guerra para rezar juntos al final de la eucaristía.
-¿Cree que esta guerra de Ucrania acabará pronto o, en cambio, va para largo?
-El corazón igual me engaña, pero quiero creer que esta guerra va a acabar pronto porque me parece que no hemos aprendido nada y que seguimos siendo un poco salvajes. El Papa, en este sentido, también ha hecho un llamamiento para que cese ya porque no se puede poner una bandera de victoria sobre un cúmulo de masacres.
¿Qué novedades hay respecto a los siete bienes de la diócesis de Vitoria que “faltan por identificar”? ¿La Conferencia Episcopal ha ofrecido más datos?
-Nosotros aún no tenemos ningún dato nuevo. Y el Ayuntamiento, que sepamos, no tiene ningún conflicto con nosotros. Vamos, que no son bienes en discusión. Estamos pendientes de la burocracia para que nos hagan ver cuáles son exactamente y cómo. Nosotros no hemos infringido nada, ni tomamos la iniciativa de inmatricular.
Y en cuanto a la iglesia de San Francisco, ¿cómo está el asunto de la Fundación que gestionará el Memorial con la ayuda de la diócesis, entre otras?
-Ahora estamos con la elección del patronato y ya sabemos que van a intervenir las asociaciones de víctimas y familiares y otras vinculadas a ellas, con voz y voto. Hay también un concurso de ideas para el Memorial.
-¿Confía en que el Memorial del 3 de marzo abra antes de 2026?
-Sí, yo creo que sí antes de 2026, pero al ir con otras instituciones, no me atrevo a dar fechas, porque no cortamos el bacalao.
¿Y qué hay de la nueva ubicación de la exposición permanente de belenes?
-Los belenes se están recogiendo y la Diputación nos ha ofrecido tres lugares.
¿Cuáles son esos tres lugares?
-No lo sé. Solo que nos los ha ofrecido la Diputación y estamos pendientes de dar respuesta.
Respecto al Sínodo, ¿cómo están siendo los procesos de diálogo en la diócesis? ¿De qué se habla en estas reuniones?
-Se han hecho muchos grupos sinodales y estoy contento porque todas las parroquias, comunidades, arciprestazgo y todos los colectivos (sacerdotes, religiosas...) lo están haciendo a todos los niveles y mi experiencia es buena porque estamos hablando de temas muy íntimos porque los sacerdotes solemos bloquearnos cuando hay distintas sensibilidades, pero el Sínodo te da una posibilidad de dialogar, sin reñir, escuchando al otro. Y el diálogo termina con los tres puntos prácticos que se podrían cambiar en adelante en cada tema. A mí me está gustando mucho la metodología. Lo que nos ayuda al final es a hablar sin herirnos.