La psiquiatra, profesora e investigadora recibe a este periódico en su consulta del HUA-Santiago, al que profesionalmente está vinculada desde hace más de tres décadas.
González-Pinto reconoce que el centenario hospital gasteiztarra y sus profesionales han tenido gran parte de la culpa en el premio a la trayectoria profesional que la semana pasada recibió en Madrid
Si alguien le hubiese dicho cuando empezaba en esto que mucho tiempo después sería premiada por su trayectoria, ¿qué habría pensado?
-Me hubiera quedado alucinada, porque las cosas las vas haciendo poco a poco y vives el día a día. Yo por lo menos soy una persona que vive mucho el presente y no se me hubiera ocurrido algo así ni me hubiera planteado nada parecido.
¿Qué cuota de 'culpa' ha tenido este Hospital Santiago en su galardón?
-Bueno, no voy a decir el 100% porque también han influido la UPV/EHU y la parte de investigación, pero le tengo un agradecimiento tremendo a Osakidetza en general y a este hospital en particular. Ha sido un sitio estupendo para trabajar y no puedo tener más que palabras de agradecimiento para mis compañeros, porque las cosas se hacen en equipo. Es increíble, porque cuando hay problemas aquí todo el mundo está dispuesto a ayudar. Y eso es muy raro encontrarlo. El hecho de que sea una profesión tan vocacional, en la que toda la gente piensa en los pacientes aunque esté cansada, y ahora con la pandemia mucho más, es una gozada.
Una época dura la que estarán viviendo también en este servicio.
-Sí, ha sido muy duro. En los primeros meses, por la gran incertidumbre que había, incluso sobre nuestro propio futuro. Porque tuvimos que ceder nuestras instalaciones a los pacientes covid, vimos cómo se tenían que poner tomas de oxígeno en la unidad de Psiquiatría infantil... Era una necesidad vital, había que salvar vidas y fue así. Y después, por todo lo que esto ha supuesto en cambios del protocolo de seguridad con las personas que ingresan.
Duro ha sido también el impacto de la pandemia sobre la salud mental de la población. ¿En qué medida lo están notando en su servicio?
-Sí, sí... Ha sido algo así como la crónica de una muerte anunciada. Hubo una alerta de la OMS sobre la ola de problemas de salud mental que iba a venir y esto hasta se cuestionó un poco. Pero ya sobre junio de 2020 detectamos un aumento de patología en adolescentes y empezamos a hablar sobre qué podríamos hacer. Aquí abrimos un comedor terapéutico, porque se vio que los trastornos de la conducta alimentaria era la patología que más había crecido. Y posteriormente, como se continuó viendo que había muchos más casos graves y hospitalizaciones, se decidió abrir una unidad de prevención de ingresos. Hubo una primera época en que disminuyeron los intentos de suicidio, pero poco a poco han ido volviendo a las cifras de antes y ahora parece que hay algo más. Estamos muy alerta para ver dónde surge una necesidad para volcar los recursos en ella. De momento, la patología infanto-juvenil es la que ha hecho claramente que dediquemos más recursos.
¿Qué es lo que más ha afectado a la salud mental de los jóvenes?
-Los dos factores que más han influido en el aumento de la patología son la propia pandemia en sí, incluso las infecciones en ellos o los familiares, y también el confinamiento, que ha sido un gran factor de estrés por la disminución de las relaciones sociales. Para ellos ha sido muy duro.
Parece que nos vienen muchas más olas detrás de esta sexta, y no precisamente de mortalidad por covid.
-Claro. Y también está ahí lo que llaman la fatiga pandémica. Todos esperábamos que esto se hubiera calmado ya y seguimos así. Pero, por otro lado, hay que vivir con lo que tenemos. Y la grandeza del ser humano está en su capacidad de ser resiliente.
Como investigadora, ¿qué opina de todas esas teorías que cuestionan la ciencia o directamente negacionistas que han proliferado?
-Bueno, es tremendo, pero es que vivimos en una era en la que cualquier opinión vale. Se dan opiniones sin ningún fundamento que pueden tener una credibilidad inmensa. Y el pensamiento científico pierde valor, se diluye. Es algo tremendo.
Hablando ahora de certezas, ¿qué tienen entre manos a día de hoy en su grupo de investigación?
-Justo este lunes presentamos en el Berritzegune el proyecto Upright, que está basado en la prevención de la enfermedad mental en el ámbito escolar. Y respecto a la Psiquiatría de adultos, estamos trabajando muchísimo en la relación que tiene la enfermedad mental con la inflamación. Estamos haciendo intervenciones con ejercicio físico para enfermedades como el trastorno bipolar. Y seguimos trabajando con el tema del cannabis, tratando de que los pacientes abandonen el consumo cuando han tenido un trastorno mental grave.
A estas alturas de su carrera profesional, ¿qué le quita el sueño?
-Duermo bien (ríe), pero sí que le doy vueltas a muchas cosas. Ahora estamos con todo el tema de la Psiquiatría infantil, que ha salido la especialidad y estamos viendo cómo nos organizamos de cara a la formación de los nuevos residentes. Me quita el sueño que a veces me falta un poquito de tiempo para todo.
Sin dejar de lado a estos profesionales del futuro, y en este momento que empiezan a escasear, ¿hay vocaciones que garanticen el relevo?
-Está garantizado el relevo porque sí hay vocaciones para estudiar Medicina, pero el problema es que la planificación es muy difícil. A lo mejor, de repente se necesitan médicos durante diez años, pero luego hay que estar continuamente revisándolo. Y la burocracia no permite esa rapidez. Por los datos que he visto, tendríamos que formar más médicos en los próximos años para poder hacer frente al relevo generacional. Y no sé si habrá que traer también gente de fuera como ha pasado en otras épocas de la historia.
¿Tenemos todavía Ana González-Pinto para rato?
-Los profesores de universidad nos jubilamos a los 70 años, o sea que de momento no tengo ninguna intención si tengo salud (ríe). En una perspectiva a medio plazo, todavía tengo años laborales por delante. Y muchas ganas. ¡Demasiadas!
Y volviendo a esos sueños... ¿le queda alguno por cumplir?
-A nivel profesional, quiero seguir con ganas de mejorar cada día. Eso es lo que más ilusión me hace. A nivel laboral ya no tengo más oposiciones que hacer, pero sí que hay más retos. Ahora por ejemplo voy a pasar a ser secretaria en el Consejo vasco de Salud Mental y probablemente tendremos que trabajar en algunos documentos de futuro, porque las cosas están cambiando continuamente y hay que intentar que las cosas queden escritas.