La entrada del Ayuntamiento de Artziniega luce desde ayer al mediodía una escultura en madera cargada de simbolismo. No en vano, su inauguración supuso la apertura a los muchos actos que albergará este año el municipio, con motivo de la celebración de los 750 años transcurridos desde que Alfonso X El Sabio les concediera la Carta Puebla, un ya lejano 2 de noviembre de 1272, con todos los privilegios que, en aquella época, suponía ostentar el título de villa.
La pieza, bautizada con el nombre de Espacio para una Aparición, ha sido modelada por el escultor navarro afincado en Artziniega Xabier Santxotena a partir de la gigantesca rama de más de 2.000 kilos de peso y 80 centímetros de diámetro que se desgajó del no menos singular y centenario Árbol de la Encina, símbolo de este municipio de la Cuadrilla de Ayala y custodio de su santuario. No en vano, su edad supera los 600 años, fue declarado Árbol Singular del País Vasco en 1995 y en Artziniega, tal y como señaló ayer su alcalde, Joseba Vivanco, “en vez de hacer leña del árbol caído” han sabido verlo más como “un no hay mal que por bien no venga”, para sacar adelante “en la solidaridad comunitaria que nos caracteriza” una iniciativa del párroco local, Benjamín Respaldiza.
De hecho, la idea de que Xabier creara para su pueblo de acogida una de sus ya famosas esculturas orgánicas, como buen agote y habitante del bosque, le rondaba “hace ya muchos años” al sacerdote, reconoció ayer el propio Santxotena, pero la oportunidad llegó como caída del cielo, el pasado octubre, con el desprendimiento de la citada rama. “Me llamó Benjamín, subí a verla y el nombre vino solo: Espacio para una aparición. Un concepto con el que, siguiendo las enseñanzas que me transmitió Oteiza con aquello de que quitar es crear, he intentado plasmar el espacio sagrado o relicario que subyace en el interior de toda encina”, aportó.
Y es que se trata del árbol matriarcal por excelencia, dada su forma de bóveda celeste, que otorgaba refugio a los animales ante las inclemencias meteorológicas, así como alimento al ser humano que “elaboraba tortas o talos con la harina de sus bellotas, cuando aún no sabíamos lo que era el trigo, la cebada o la patata”. Un concepto de sagrado que, en tiempos en los que no había notarios ni registradores cercanos, se utilizaba para sellar acuerdos de palabra “con un apretón de manos bajo sus ramas”, explicó Santxotena. Sin embargo, también se trata de madera noble, dura y densa, y por tanto, codiciada hasta el punto “de que hoy día han desaparecido el 95% de los ejemplares que llegaron a existir, cuando se decía que una ardilla podía recorrer la península de Pirineos a Cádiz sin tocar el suelo, bien para construir los galeones de la Armada Invencible, casas, herramientas de carpintería y aperos de labranza, o para elaborar el carbón con el que se alimentaban las ferrerías... Las Bardenas Reales o Los Monegros eran encinares, hoy desiertos. La nuestra tiene más de 600 años, es nuestro orgullo y hay que cuidarla”, espetó el artista, que también animó a “tocar la pieza, una vez pase la pandemia, porque la escultura en un ser vivo”, subrayó, sacando a colación otro dato curioso de los artistas agotes: el hecho de que pedían perdón al árbol cuando lo iban a talar y le abrazaban para transmitir su energía.
El covid truncó la presencia en el acto del otro protagonista, Benjamín Respaldiza, aunque sus palabras, poema incluido, sí estuvieron en la voz de su sobrina Miryam, que incidieron en que la escultura presentada ayer no es más que la continuación de siglos de trabajo escultórico en Artziniega.
Un trabajo que comenzó con la valiosa imagen románica de la Andra Mari del propio Santuario, “posiblemente, la más antigua de Euskadi según el experto gasteiztarra Javier López de Ocariz”, matizó; y que continuó en los retablos del mismo templo y los de las parroquias de La Asunción, de Retes de Tudela y Sojoguti. Al margen de lo religioso, también tiene su representante civil “en los muchos escudos nobiliarios de casas y torres como la de Ortiz de Molinillo y Velasco”, o en la escultura de bronce del bilbaíno Quintín de la Torre, fallecido en 1986 y que, bien cerca del Ayuntamiento, “nos recuerda a Eugenio Garay con un placa y una leyenda dedicada a la educación de los más pequeños”; sin olvidar las esculturas forjadas por los voluntarios, en los últimos años, en cuatro rincones del Casco Histórico. Un suma y sigue “en el que también destaca el propio Taller Museo Santxotena, inaugurado en 2010, y por el que queremos dar las gracias a Xabier y a su mujer Teresa Lafragua, artífice año tras año de otro de los reclamos turísticos de nuestro pueblo: la muestra internacional de belenes del mundo”, enumeró Miryam.
A la presentación de esta escultura le siguió un concierto itinerante de la coral local Bleibet por distintos rincones del Casco Histórico desde Hiriko Atea que, sumado al repicar unísono de todas las campanas de la Villa el pasado 1 de enero, abrieron esa puerta medieval imaginaria de la celebración del 750 aniversario del lugar. Ahí no se quedará la cosa ya que también esta previsto que Santxotena “ceda durante 2022 tres esculturas en hierro que se ubicarán en otros tantos enclaves y que el mismo escultor nos presentará en una próxima visita guiada”, apostilló el alcalde. De aquí en adelante, se abre una amplia programación de eventos que estarán ligados a la efeméride, en un 2022 en el que “esperamos volver a retomar de nuevo citas tan nuestras como la marcha montañera Memorial Yarri (que cumplirá su décima edición), la Karpy ciclista, las fiestas del Casco Histórico o Erretes Tudela, el Kuadrilla Eguna, o el Mercado de Antaño”, enumeró Vivanco.
A la presentación de la escultura le siguió un concierto itinerante de la coral local Bleibet por el Casco Histórico
La pieza fue tallada a partir de la gigantesca rama de más de 2.000 kilos de peso que se desgajó del centenario Árbol de la Encina