uando queserías como la de Izoria en Ayala aseguran que su método de elaborar quesos, como el Otzaragazta o queso del cesto, es "ancestral y heredado de sus antepasados", no saben cuan acertados están. De hecho, la tercera campaña de excavaciones abordada entre los días 2 y 14 de agosto en el poblado fortificado de la Edad del Hierro del monte Babio en Ayala por el equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, liderado por el arqueólogo local, Jon Obaldia, ha sacado a la luz el fragmento de una quesera que confirma el carácter ganadero de los moradores de esta cima en la época prerromana. "Tiene tres agujeros claramente definidos en su parte inferior y se aprecia el arranque de otras cuatro hendiduras por las que se expulsa el suero del producto lácteo. Estamos ante una pieza importante que nos ayuda a comprender parte de lo que ya sospechábamos", subraya Obaldia, en referencia a la ingente cantidad de restos óseos animales como "vacas y cerdos pero, sobre todo, de cabras y ovejas", que están encontrando desde el inicio del estudio de este yacimiento en 2018 y que está previsto continúe hasta 2023.
Y es que el hallazgo hace pensar al experto que "más que por la carne, criaban ganado por la leche y el queso", al igual que continúan haciendo hoy día los pastores de la zona. Aunque al carácter ganadero, hay que añadirle el agrícola. "También hemos encontrado semillas", añade, quien también está entusiasmado con el otro gran descubrimiento de la prospección de este verano: una pieza de 40 centímetros de largo, 20 de ancho, un grosor de entre 10 y 15 centímetros y un grabado superior, que está siendo analizado, echando mano de la documentación, de cara a poder interpretarlo.
"La encontramos en el relleno de la muralla interior, que parece tenía una poterna o hueco de conexión con la exterior, pero desconocemos su función. Quizás espiritual, pero es algo por confirmar", subraya. Lo que sí sospechan es su importancia ya que, pese a que "las líneas y trazados son muy simples, están hechas adrede y a cara vista. Algo muy raro, teniendo en cuenta el enlucido impermeable que utilizaron para conservar la piedra caliza que integra la muralla".
De hecho, los esfuerzos de esta tercera campaña estaban centrados en excavar la primera de las murallas -hay dos paralelas y concéntricas que abrazan la cumbre-, comprender cómo estaba estructurada su defensa y estudiar esta especie de pulido que realizaron a la piedra, muy vulnerable a procesos químicos. Para ello, realizaron una zanja de seis metros cuadrados y, aunque no han tenido tiempo de llegar hasta el final, han hallado numerosos restos cerámicos, además de los óseos ya citados.
"Se trata en su mayoría de utensilios de cocina, como ollas gruesas para almacenaje de cereales o platos, que están pendientes de ser datados, restaurados y limpiados", explica Obaldia, contento de que, como ocurre en otros yacimientos, en Babio también hayan podido encontrar junto a las murallas -"que tenían bastante altura"- restos de todo tipo que, con el paso del tiempo, ruedan hacia ellas, pese a que las viviendas u otro tipo de edificaciones no se encuentren en sus inmediaciones.
No en vano, saben que existían, pero aún no han encontrado ninguna de las estructuras en la zona aterrazada del yacimiento; algo que también les está ocurriendo con la necrópolis. "Seguimos buscando. No damos con ella", lamenta. Y es que el asentamiento del Babio tiene una extensión de diez hectáreas. Una superficie "demasiado grande, para que resulte fácil encontrar construcciones o restos de interés", y el motivo que les ha llevado cada campaña a realizar sondeos. "Iremos unos 19. En los del año pasado hallamos la pared interior de la segunda muralla, que está muy bien conservada, y este agosto hemos hecho tres más, ya que la intención es terminar el que hemos abierto este año y repetir la investigación en otra zona de la muralla para tener dos puntos de referencia y poder compararlas, así como seguir avanzando en la zona de viviendas", adelanta respecto a la cuarta campaña, prevista para la primera quincena de agosto de 2022.
Cada campaña está siendo financiada mediante un convenio, por el que el Ayuntamiento de Ayala aporta 10.000 euros, así como la ikastola Etxaurren para pernoctar y el txoko social de la junta administrativa de Izoria para trabajo de laboratorio. Mientras, el trabajo de campo e investigación corre a cargo del equipo dirigido por Obaldia, en el que este año han tomado parte ocho personas de rincones tan dispares como Sevilla, Vitoria, Valencia, Asturias o Bizkaia, entre las que había "desde restauradores, doctorandos y arqueólogos o historiadores hasta recién graduados que tienen que excavar para coger experiencia", apunta Obaldia.
Para él, el que el principal reto de la investigación -descubierto en 1981 e impulsado por el fallecido sacerdote y fundador de la asociación etnográfica Aztarna de Amurrio, Félix Murga- siempre ha sido dotarle de categoría de monumento, de cara a protegerlo por normativa y evitar, con ello, "aberraciones como las que se registraron hace una década, cuando hubo quien pensó que el mismo centro de estos restos arqueológicos eran un lugar idóneo para llevar a cabo enterramientos de cenizas".
De hecho, para concienciar a la población de la necesidad de respetar este yacimiento y dar a conocer su historia e importancia se están organizando visitas guiadas, así como charlas, por las que ya han pasado varios centenares de personas. La última, el pasado 7 de agosto y a ella acudieron 50 visitantes, repartidos en dos tandas. "Una la atendí yo mismo en euskera, y la otra mi compañero Antxoka Martínez, en castellano", explica el director de la excavación. Asimismo, el pasado 27 de junio, el Instituto Alavés de Arqueología introdujo este poblado de la Edad de Hierro en su nuevo programa de salidas de campo.