a condición sexuada de las personas con diversidad funcional ha sido y sigue siendo en gran medida "ignorada y despreciada" por parte de la sociedad, "cuando no directamente negada", especialmente en el caso de las mujeres. Esta reflexión, verbalizada por Eginaren Eginez, fue el germen de un proyecto impulsado por la propia asociación alavesa de personas con discapacidad física para tratar de desterrar esos prejuicios, mitos y estigmas que rodean la dimensión sexual de las mujeres del colectivo y, a largo plazo, ayudar a que éstas alcancen los mayores niveles de bienestar y calidad de vida.
Se trata, en definitiva, del objetivo fundamental que siempre ha buscado Eginez, que esta vez ha apostado por dar prioridad a un tema que también ha sido tradicionalmente invisible de puertas adentro. "No entendemos que una persona pueda tener una adecuada satisfacción vital si no está satisfecha con el desarrollo de su dimensión sexual", apunta en este sentido Igor Nabarro, trabajador social, sexólogo y presidente del colectivo, que ha materializado esta iniciativa a través del convenio anual que mantiene con Fundación Vital.
La pandemia ha obligado a aplazar una serie de talleres y seminarios centrados en esta temática, en los que iban a participar mujeres en situación de discapacidad y profesionales y estudiantes de Enfermería, pero Eginez sí ha realizado un intenso trabajo previo de diagnóstico de la situación, de investigación bibliográfica y de generación de materiales inéditos que servirán, "cuando sea posible", para cerrar el círculo. A buen seguro, más allá del verano, cuando esas sesiones formativas pendientes puedan impartirse en condiciones de mayor seguridad. Se encargará de ello el colectivo Izanez.
Sin embargo, antes de que ese momento llegue, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha querido acercarse a varias mujeres del colectivo para darles voz y que compartan sus vivencias en torno a esta realidad. Siete de ellas se han animado a hacerlo a través de un cuestionario anónimo en el que numerosas reflexiones confluyen.
"En muchas ocasiones me he sentido invisible. Quizá no me haya sentido despreciada, pero ignorada sí", reconoce una de ellas. "En general me ha ido bien, pero me resulta incómodo y a veces incluso humillante que me traten o se dirijan a mí como si fuera una niña y no una mujer adulta", reflexiona otra. "Me he sentido ignorada como mujer, invisible como posible pareja y como si no fuera posible no tanto que quiera desarrollar una vida y unas experiencias sexuales, sino que alguien como yo sea lesbiana o bisexual", apostilla una tercera, poniendo el foco en los estigmas adicionales que acompañan a la población LGTBI con diversidad funcional. "Cuando tu orientación sexual o tu expresión no es la normativa, aquí hablamos de lo oculto de lo oculto", contextualiza, de nuevo, Nabarro.
¿Pero dónde está la raíz del problema? Las integrantes de Eginez comparten también en este punto interesantes análisis. "En los estereotipos de belleza. Una mujer como yo no entra dentro de los cánones que nos venden", responde la primera. Mientras tanto, una de sus compañeras pone el foco en esa invisibilidad que acompaña al colectivo en todos los planos vitales: "¿Qué pasaría si una personas con discapacidad presentase un telediario?", pregunta.
"Es necesario que la sociedad y las instituciones y los profesionales de atención conozcan que no somos asexuadas y también darle a nuestra sexualidad la misma importancia que a la del resto de personas", apostilla una tercera. A juicio de otra integrantes del colectivo, es necesario "dejar de promover y perpetuar mitos e ideas incorrectas e interesarse por conocer la realidad". Y también, "que los profesionales nos ayuden a hablar y aprender sobre sexualidad".
Precisamente esas lagunas históricas en materia de educación sexual, y más cuando se trata de educación sexual inclusiva, explican no sólo el desconocimiento generalizado en torno a la dimensión sexual del colectivo, sino también la necesidad de las mujeres que lo integran de desaprender para reaprender.
"Hay una indefensión aprendida o una auto desconsideración. Si desde pequeña o desde que tienes un accidente te están diciendo constantemente que no puedes, que eres una persona dependiente, lo acabas interiorizando", apunta de nuevo Nabarro. Estas carencias se hacen más evidentes, según el sexólogo, en las mujeres de más de 30 años, que nunca han tenido una educación sexual inclusiva que visibilice la situación de este colectivo diverso. Tampoco a día de hoy esta materia está integrada en los curriculum educativos "más allá de algunos talleres", algo que según Nabarro sería "muy importante" para avanzar. También, que se extienda al ámbito profesional.
Los tabúes sociales y los falsos mitos, mientras tanto, seguirán ahí. "El principal es que una persona con discapacidad es asexual. ¿Cómo lo va a hacer? ¿Quién se fijará en ella? Y si te quedas embarazada, dirán pobrecita, estando en su condición, ¿cómo lo va a criar?", ejemplifica una de las participantes. Otra compañera pone el foco en esa "permanente necesidad de protección", en la "victimización constante", en "asumir que quien se acerque" a una mujer con discapacidad "va a ser para aprovecharse para abusar. No porque se sienta atraído por mí".
Todas conscientes de que queda "mucho camino" por delante, apuestan por dar una mayor "visibilidad y conocimiento" a la discapacidad en general. Y por trabajar la sexualidad dentro de los propios colectivos, como con este proyecto de Eginez. "Así como las asociaciones han invertido muchos esfuerzos en otros ámbitos, apenas se ha trabajado la sexualidad", recuerda una de ellas.
Mujeres con diversidad funcional
"No es posible una satisfacción vital si no hay un desarrollo de la dimensión sexual"
Sexólogo y pte. de Eginaren Eginez