eguramente nadie pensaría hace cinco meses que hoy, 2 de agosto, el covid-19 seguiría siendo una indeseada parte fundamental del día a día del territorio alavés y de sus vecinos. Pero la realidad se ha impuesto y la amenaza del coronavirus persiste después de haber provocado el confinamiento domiciliario de toda la población durante mes y medio, más de 370 muertes sólo en la provincia y un cataclismo económico y social todavía hoy imposibles de cuantificar. Mientras buena parte de la sociedad trata de recuperar como puede cierta normalidad en sus vidas y ansía la llegada de una vacuna eficaz contra el covid-19, Álava se asoma ahora a una posible segunda oleada del virus tras los recientes rebrotes. La pandemia que todo lo cambió continúa su curso, pero ha dejado ya durante su recorrido multitud de hitos.
De los primeros casos al confinamiento
Las primeras noticias sobre el coronavirus de Wuhan llegaron a Álava a mediados de enero, cuando el letal patógeno comenzaba a provocar sus primeras muertes por neumonía, en un constante goteo, en esta metrópoli china. La alta transmisibilidad del virus le hizo saltar sin control a la mayoría de países del entorno y, después, a Europa, con un alto impacto sobre Gasteiz y su sistema sanitario. Fue a última hora del viernes 28 de febrero cuando el Departamento vasco de Salud detectó los dos primeros casos de coronavirus en Gasteiz.
Tras varios días en una fase de pretendida contención, sin más medidas que las recomendaciones higiénicas básicas, uno de los grandes puntos de inflexión iniciales en esta crisis tuvo lugar el lunes 9 de marzo, cuando los positivos por covid-19 confirmados en Álava experimentaron su incremento más importante hasta entonces, de 79 a 122 en sólo un día. Fue la antesala de la escalada de restricciones que las autoridades de Madrid y Vitoria irían decretando durante toda esa semana, comenzando por el cierre de los centros educativos o la suspensión de todas las actividades colectivas en espacios cerrados. A ellas siguieron el cierre voluntario de un gran número de establecimientos hosteleros y comerciales de la capital alavesa para hacer frente a la rápida expansión del virus.
Apenas 48 horas después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) elevara el brote de coronavirus a pandemia, el Gobierno central decretó el estado de alarma el sábado 14 de marzo, lo cual derivó en el histórico confinamiento de la población al día siguiente.
Hacia al pico de la pandemia
Para entonces, la evolución de la pandemia y su presión sobre el sistema hospitalario alavés no podían ser más alarmantes. El desconocimiento del virus, que había circulado durante las semanas previas sin control hasta que comenzó a afectar a los pacientes más vulnerables, así como a centenares de sanitarios, puso en jaque a un sistema público que tuvo que responder a la crisis a marchas forzadas, con recursos escasos y protocolos cambiantes.
El HUA-Txagorritxu, uno de los flancos por los que el virus irrumpió en el territorio alavés, se convirtió durante varias semanas en un centro dedicado prácticamente en exclusiva al tratamiento de pacientes graves de covid, e incluso las autoridades sanitarias tuvieron que acondicionar dos UCI más y prepararon un stock de camas adicionales en el edificio de consultas externas que, por fortuna, finalmente no fue necesario utilizar. Días luctuosos en los que los fallecimientos diarios por covid-19 se contaban por decenas en Euskadi. Las muertes alcanzaron su tope tanto el 4 como el 9 de abril, con 51 cada día. Unas pocas jornadas antes, el 25 de marzo, la CAV sumaba en sólo 24 horas el que hasta hoy es el número más alto de nuevos positivos por covid-19, con un total de 723, cuando además el volumen de pruebas PCR que podían realizarse era todavía escaso.
La mejora progresiva de la situación epidemiológica y hospitalaria, empujada también por un parón total de la actividad laboral durante las semanas de abril que coincidieron con Semana Santa, permitió enfilar la recta final de ese mes con la relajación de las restricciones de movilidad para los niños menores de 14 años y acabar con el confinamiento estricto el sábado 2 de mayo.
Desescalada y optimismo
La desescalada, que se extendió como la cuarentena durante alrededor de mes y medio, dio comienzo a una etapa de moderado optimismo apoyado en la mejora continuada de los datos de nuevos contagios y en el descenso de ingresos hospitalarios y fallecimientos, que aun siendo todavía elevados habían permitido aliviar de forma notable la presión sobre el sistema sanitario. El último pico de nuevos contagios detectados en Euskadi hasta estos días de nueva normalidad se registró el 8 de mayo, con 56, mientras que la cifra más alta de personas fallecidas hasta hoy data de tres días antes, con un total de 16.
Las buenas condiciones sanitarias y epidemiológicas de Álava y Euskadi permitieron al territorio completar la desescalada en el tiempo mínimo establecido por el Gobierno español, algo menos de siete semanas contando también una fase 0 en la que únicamente estuvieron permitidos los paseos y el deporte individual en franjas horarias concretas. Muchos comercios y algunos bares comenzaron a abrir sus puertas en la fase 1 con cita previa y sólo con sus terrazas, respectivamente, y la vida volvió progresivamente a las calles con el paso de los días.
Los rebrotes del virus, sin embargo, no tardaron en aparecer y uno de los primeros tuvo lugar de nuevo, precisamente, en el HUA-Txagorritxu, a pocas horas de entrar en la fase 3 de la desescalada. Fue detectado el 6 de junio y dejó 15 personas contagiadas, seis pacientes, dos profesionales y siete visitas, antes de ser controlado. Un serio aviso de lo que vendría posteriormente. Dos días después, la movilidad se reactivó con las vecinas Bizkaia y Gipuzkoa.
De la nueva normalidad a las restricciones
Álava estrenó la llamada nueva normalidad en la madrugada del 19 de junio, momento en el que el tránsito con las comunidades autónomas limítrofes también se recuperó. La incidencia del virus continuaba en niveles mínimos, en el entorno de la decena de nuevos casos diarios en Euskadi, pero la apertura total de la movilidad, la relajación de las medidas de seguridad y muchas conductas irresponsables derivaron en la progresiva aparición de múltiples rebrotes en toda la geografía vasca y en un aumento de nuevos contagios que se hizo especialmente evidente a partir del 7 de julio, cuando se detectaron 30 nuevos positivos en la CAV. La cifra más alta desde el 13 de mayo. A diferencia de los compases iniciales de la pandemia, en los que Álava fue durante semanas el territorio más afectado por el covid-19, los focos se han concentrado hasta ahora en distintas localidades de Gipuzkoa y Bizkaia como Ordizia, Zarautz, Eibar o Ermua.
La respuesta a esta deriva, que ya ha sido interpretada por el Departamento vasco de Salud como el posible inicio de la segunda ola del covid-19, se ha traducido en una nueva batería de restricciones por parte del área que dirige Nekane Murga. Primero fue la obligatoriedad del uso de la mascarilla en todos los espacios públicos, dictada el 9 de julio, a la que ha seguido el recorte de los horarios del ocio nocturno a escasos días de La Blanca. Fiestas que, lógicamente, esperarán al próximo 2021.
la cifra
51
Es, hasta la fecha, el número más alto de fallecimientos provocados por el covid-19 en un solo día en Euskadi. Sucedió tanto el 4 como el 9 de abril.