- Los daños colaterales que dejará la crisis del covid-19 siguen siendo difíciles de imaginar, pero la falta de apoyos a las personas con dependencia y su "olvido" institucional no han tardado en aflorar debido a la pandemia. Amaia González, presidenta de la asociación gasteiztarra Talur, pone voz a esta realidad, enmarcada en las duras restricciones a la movilidad y al contacto social que se han derivado de la emergencia sanitaria. Unas condiciones que han tenido un impacto extremo sobre las personas con algún tipo de discapacidad intelectual como las que acoge el colectivo, para quienes un parón de estas características está suponiendo "un retroceso en su evolución".
"No se han entendido las necesidades de estas personas y no se han dado ni respuestas ni medios para solucionar la situación. Han sido medidas muy drásticas e incluso hubo parte de la sociedad que no entendió que pudieran salir a la calle durante la cuarentena. Eso es muy triste. Y ahora, aunque puedan salir de casa, no toda la gente puede hacerlo o necesita el apoyo de otra persona. Aparte están sin trabajo, sin talleres ocupacionales, en casa... Funcionamos en una sociedad que tira mucho de talonario. Puedes afrontar una dependencia y una discapacidad si tienes recursos económicos para ello", argumenta González. Pese a la buena voluntad de familiares y cuidadores, éstos "no siempre tienen las capacidades para poder ayudarlas, para que puedan seguir avanzando", lo cual no resuelve el problema.
Talur, que fomenta el desarrollo y la autonomía de este colectivo a través de un ocio inclusivo y accesible, se vio obligada a cerrar sus puertas al decretarse el confinamiento hace ya más de dos meses y, en consecuencia, a cancelar o aplazar las actividades que ofrecía a sus usuarios y familiares, todo un bálsamo para unos y otros que todavía hoy parece lejos de poder retomarse a corto plazo. "Cerrar ha supuesto dejar de dar un servicio muy importante", lamenta la cabeza visible de la asociación, que cuenta con alrededor de un centenar de usuarios fijos que, con el tiempo, no han parado de crecer.
Talur pone a diario a su disposición todo tipo de actividades, con un peso importante para los talleres funcionales basados en los gustos de cada persona, y realiza también acompañamientos o salidas, entre otros servicios, en algunos casos de la mano de otras asociaciones. Junto a estas actividades propias, el colectivo gestiona también udalekus, vacaciones o programas de respiro, en este caso de la mano de las instituciones, de los cuales varios han sido ya cancelados este año o, cuando menos, penden de un hilo. "Trabajamos mucho en este campo, con subcontratas, que no se han llevado a cabo. Hemos perdido mucho dinero", lamenta González. Los respiros de fin de semana previstos para este mayo y el próximo junio, uno de los programas más exitosos financiados por la Diputación y con el sello de Talur, al menos sí podrían recuperarse en la recta final del verano si la mejora de la situación epidemiológica se confirma. "Esperamos poder realizarlos en septiembre, pero estamos con ese miedo".
Más allá de alguna iniciativa puntual realizada durante estos días de larga cuarentena a través de las redes sociales, "la asociación está paralizada por completo", según González, que desconoce cuándo podrá volver, como mínimo, a levantar la verja de su sede de la calle Madre Teresa de Calcuta.
El colectivo, sin ánimo de lucro, ha dejado en consecuencia de solicitar la cuota a sus socios, un dinero que le sirve para cubrir gastos básicos como el alquiler del local, los seguros o los materiales para sus actividades, y ahora se encuentra en una situación económica muy delicada. Talur se sustenta en gran medida en la labor desinteresada de un grupo de alrededor de 20 voluntarios fijos, pero esos recibos no esperan. "La carga económica aumenta y tampoco sabemos cuándo vamos a poder abrir", insiste la presidenta.
Con el objetivo de inyectar liquidez a sus maltrechas cuentas, el colectivo acaba de lanzar un bono solidario a través del que cualquier persona que lo desee puede ayudar a Talur a salir de este "difícil bache". El colectivo ha activado dos cuentas bancarias de Laboral Kutxa y Kutxabank -en la imagen que acompaña a estas líneas- donde pueden realizarse los donativos, de cinco, de diez, de veinte euros o de otra cantidad, y ofrece la posibilidad de recibir de vuelta, por e-mail, el bono personalizado.
Talur lanzó la iniciativa el lunes a través de sus canales habituales y la respuesta, según González, "ha sido muy grande", aunque ha preferido no mirar todavía en cuánto dinero se ha traducido. "Hemos tenido también muchos mensajes de apoyo de nuestras familias, que en muchos casos están justitos para llegar a fin de mes y también van a apoyar", apunta la presidenta. González llama a la "solidaridad" de la ciudadanía, porque no puede esperar "a que nos salven las instituciones". "Sólo el pueblo puede salvar al pueblo", remarca.
Mientras espera poder recuperar una cierta normalidad, las nuevas ideas se agolpan ya en la inquieta cabeza de González, quien confía también en el "factor humano" que siempre ha guiado a Talur desde su creación en el año 2011. No hay que olvidar que el 90% de las personas que trabaja en el colectivo lo hace de forma voluntaria. "Gente fija que ha aceptado el reto y ha entendido la importancia de lo que hacemos", alaba González.
Aunque según su presidenta "la incertidumbre es corrosiva" y las instituciones "no están ayudando mucho" en la planificación del futuro más inmediato "porque un día dicen una cosa y al siguiente otra", Talur cuenta con otros intangibles. "Nos caracteriza esa ilusión, porque somos jóvenes y tenemos ganas y nos hemos conjurado para salir adelante. Habrá que buscar otras vías de trabajo y de apoyo saliéndonos un poco de lo que teníamos estipulado", vaticina González.
Uno de los opciones que la asociación está valorando poner en marcha a partir de este próximo junio, siempre que sea posible por la evolución de la pandemia, es un programa de acompañamientos y servicios "más individualizados y a los domicilios", que permitirían mantener un contacto más directo con las personas usuarias, que éstas salieran a la calle con más regularidad y, de paso, "trabajar otro tipo de habilidades". Habrá que ver si pueden recuperarse todos los programas -de momento- aplazados y, más a la larga, recobrar al menos parte de la normalidad. El colectivo, mientras tanto, ha optado por presentarse a programas de ayudas de fundaciones y asociaciones de ámbito privado.
"No se han entendido las necesidades de estas personas y no se han dado respuestas ni medios"
Presidenta de Talur