Vitoria - El gasteiztarra Gorka Orive y el vizcaíno Ángel Montero unieron sus caminos en el año 1994, cuando comenzaron a estudiar Farmacia en el campus alavés de la UPV/EHU. Hicieron "piña", completaron también en Vitoria la posterior etapa doctoral, donde desarrollaron numerosos proyectos conjuntos, y aunque después dejaron de ocupar el mismo espacio físico nunca perdieron el contacto ni las inquietudes científicas compartidas. El primero, como profesor e investigador en la propia facultad vitoriana, donde en la actualidad desarrolla su labor en el área de Farmacia y Tecnología farmacéutica. El segundo, tras un periplo postdoctoral que lo llevó a Buenos Aires o Memphis, también como investigador, desde hace un tiempo en el prestigioso hospital Sant Joan de Déu de Barcelona.
Los años de formación y bagaje de Montero y Orive han cristalizado a lo largo del tiempo en múltiples investigaciones multidisciplinares de gran valor y han dado forma ahora a un puntero proyecto, participado esta vez por ambos, que tiene como finalidad el tratamiento del cáncer pediátrico. El trabajo, que suma alrededor de dos años de recorrido desde su gestación, se está centrando principalmente en buscar nuevas armas terapéuticas contra el sarcoma de Ewing y el rabdomiosarcoma, dos raros tipos de cáncer muy comunes en la población pediátrica que afectan a las partes blandas de los huesos y cuentan todavía con muy mal pronóstico.
El descubrimiento hace alrededor de cinco años de multitud de modelos animales y celulares de estas enfermedades abrió el camino hacia la investigación de tratamientos eficaces para combatirlas. En un principio, profesionales como Montero llevaban a cabo en el laboratorio, fundamentalmente, "cultivos normales y modelos animales" de esas patologías, que básicamente consisten en injertar los tumores humanos en ratones inmunodeprimidos. Sin embargo, la necesidad de "dar un salto hacia nuevas herramientas" que permitiesen probar todo tipo de tratamientos y terapias de nuevo cuño, con la mente puesta en los pacientes, activó la colaboración con Orive, que valiéndose de la tecnología de la encapsulación en alginato comenzó a cultivar las células tumorales en un medio artificial.
La herramienta "El alginato es una especie de gel amable con las células, que las hace ver que se encuentran más en un tejido que en un simple frasco o cultivo bidimensional. Las hace estar más a gusto y comportarse de una manera más parecida a como si estuviesen en el cuerpo humano. Lo que hacemos es diseñar unas pequeñas bolitas, unos esferoides tridimensionales de este material, y las células que Ángel nos va proporcionando de las biopsias que se realizan en el hospital crecen de una manera que las hace más viables y que nos permite hacer un screening de fármacos que pueden ser útiles", resume el propio doctor. El proyecto, que cuenta con la colaboración de un grupo investigador portugués (Ibet), se encuentra aún en una fase primigenia, pero ha traído ya resultados esperanzadores. "Todavía hay más pasos que dar, como convertir esto en una herramienta más manejable. Para eso hay otras tecnologías, como son los microchips", ejemplifica de nuevo Orive.
Otra de las inquietudes presentes en el tándem pasa por desarrollar "minitumores" en cultivo, que a juicio de Montero pueden simular incluso mejor el hábitat habitual de los cánceres. "Se trataría de que esos tumores tuviesen todos sus componentes habituales, no sólo las células cancerosas, sino también otras que las están acompañando y quizá son importantes en el microambiente de ese tumor: A la hora de crecer, de expandirse y de hacer el daño que generan", explica el profesional de Sant Joan de Déu. "Aunque ya se ha hecho un primer paso, todavía podemos intentar hacer algo más para convertir esto en una terapia más personalizada", remacha por su parte Orive.
Los "muy agresivos" tratamientos de quimioterapia, radioterapia y cirugía combinadas que a día de hoy se emplean para combatir tanto el sarcoma de Ewing como el rabdomiosarcoma, así como su pobre pronóstico, cargan de razones a los investigadores para seguir adelante. "Contamos con un porcentaje de pacientes que no va a poder sobrevivir a estas enfermedades y por eso debemos buscar nuevos tratamientos y ensayos clínicos. En eso estamos. Todas las herramientas que podamos lograr para poder combatirlas son pocas", apunta de nuevo Montero.