Larrea - Las ovejas miran de reojo al todoterreno que pasa a su lado mientras pastan tranquilamente a la sombra de uno de los enormes aerogeneradores. “Se pasan ahí horas y horas”, explica a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA Javier Marcos, uno de los operadores del parque eólico que Iberdrola mantiene en la sierra de Elgea, además del ubicado en la Sierra de Badaia. Recién esquiladas, las ovejas cruzan sin problemas por el camino que enlaza las megaestructuras, se frotan contra las escaleras de acceso a los aerogeneradores para rascarse el lomo y se relajan tranquilamente cobijándose del sol cual cuadrilla de chavales jugando al mus en la única sombra del monte. Para su fortuna, en su caso tienen 78 sombras, el número exacto de aerogeneradores que integran el parque eólico de Elgea-Urkilla, en plena muga entre Álava y Gipuzkoa.
Operarios como Javier Marcos se encargan de que estos quijotescos molinos de viento, de cuarenta metros de altura y 26 metros de palas -“estos son de los pequeños, ahora se fabrican palas de 70 metros de longitud”, apunta-, funcionen como un reloj para suministrar energía a la red del territorio. En un contexto en el que la apuesta por las renovables se antoja ya no deseable, sino imprescindible -en la otra punta de Álava, en Ribera Baja, se construye ahora mismo el mayor parque de energía solar de Euskadi-, el que fuera precisamente el primer parque eólico vasco perfila desde hace casi tres décadas la sierra de Elgea, con vistas a la Llanada a un lado y a los montes guipuzcoanos al otro.
Además de los empleados de Iberdrola, las ovejas, los montañeros que se animan a subir para disfrutar de sus vistas y los cazadores que se acercan a la zona una vez abierta la veda, el parque recibe en ocasiones, como ayer, una visita más moderna y especial: los drones de la firma salmantina Arbórea Intellbird, cuyo Aracnocóptero, como han bautizado a su robot, realiza estos días la revisión de las palas de 18 de los aerogeneradores del parque.
Donde antes era necesario plantarse con una grúa y un sufrido operario para ascender cuarenta metros y comprobar en las alturas el estado de las palas, o incluso con telescopios dotados de cámaras fotográficas, ahora es suficiente con dos jóvenes ingenieros, Luis Llorente y David Vicente, de la citada empresa tecnológica, volando su dron alrededor de las hélices, mientras sus cámaras térmicas escudriñan las palas para generar “una reconstrucción completa” tanto de su exterior como, tan importante o más, de su interior, mediante una recreación virtual que detecta en tiempo real posibles problemas a solucionar. Como Robocop, pero sin pistola.
más de 3.000 palas Sentado en una silla bajo el mastodóntico molino de viento, Luis Llorente se enfunda unas gafas en las que una especie de mira telescópica sobresale en su cristal izquierdo. A través de ella recibe la señal térmica y puede comprobar si existen fisuras o cualquier signo de alarma en el interior de las palas. “En estructuras de este tipo el mantenimiento es la clave. Nosotros hemos creado un procedimiento pionero en el sector eólico que permite optimizar el proceso gracias a los drones, los sensores y el software, analizando todos los fallos posibles y aquellos que serían imposibles de detectar en una inspección visual”, desgrana Carlos Bernabeu, director de Arbórea Intellbird.
El proceso permite ahorrar costes, reducir la accidentalidad laboral y mejorar la fiabilidad de los aerogeneradores. “El cambio climático está provocando tormentas cada vez más violentas que afectan mucho a las palas de los aerogeneradores, lo que puede provocar un envejecimiento acelerado”, subraya. “Es habitual que caigan rayos sobre las palas. Son estructuras ligeras pero muy resistentes”, apunta por su parte Ignacio Armentia, responsable de operación y mantenimiento de Iberdrola en la zona norte. Los drones pueden así, mediante un sistema de termografías, generar un mapeo virtual de la estructura y comprobar por ejemplo si en el interior de las palas las líneas de pegado se mantienen intactas, o si ha surgido alguna fisura que, por milimétrica que sea, puede poner en peligro su correcto funcionamiento y provocar grietas, o algo peor.
“Que una pala de este tipo se caiga supone un coste muy notable”, advierten desde la empresa creadora del Aracnocóptero, que ayer sobrevoló durante la mañana los aerogeneradores ante la presencia de los medios de comunicación congregados por Iberdrola. La eléctrica pone en valor un procedimiento de inspección que ha permitido “sentar las bases de un nuevo estándar en el mercado eólico”. De hecho, se han auditado ya con esta metodología más de 3.000 palas. Culminada la tarea, los ingenieros mimaban al mediodía a su criatura -impulsada por hélices y con una autonomía cercana a los veinte minutos de vuelo- recogiendo sus bártulos para que el dron descanse. Hoy sobrevolará de nuevo el parque de Elgea.