Me van a perdonar la osadía, pero como las fiestas de La Blanca no hay en el mundo entero. Es cierto que a mí me toca disfrutarlas entre páginas y fotografías, de trabajo hasta la coronilla y con el pañuelo rojo atado al cuello sin demasiada holgura. Ha sido así desde que tengo uso de razón, que la adquirí con Matusalén como redactor jefe y con Franco ejerciendo de corneta. Pero, aparte de intendencias variadas que no vienen a cuento, no hace falta más que salir a la calle para comprobar que estos días en Vitoria uno disfruta sólo respirando. Es una maravilla que las tradiciones más longevas compartan espacio con las costumbres más irreverentes. Lo cortés no quita lo valiente, que dicen en mi pueblo. Vamos, que el que no disfruta es porque no quiere. Y más en días como el de ayer, el más grande para los festejos gasteiztarras. No faltó ni uno de los blusas y neskas que estaban previstos. Todos en excelente estado de revista para rendir pleitesía a la virgen italiana que guía a Vitoria desde tiempos inmemoriales. Todos ellos, con un respeto proverbial que, con el paso de las horas, se transformó en ansia viva por los katxis llenos de las sustancias más variopintas, por la broma pendenciera, por el salto y por el baile, no siempre por ese orden. De esa forma también se cumple con la tradición que dicta que las cuadrillas han de ser las responsables de azuzar al personal para que en estos lares no pare ni el Tato. En fin, como ven, hay ocasiones en las que es imposible ocultar el espíritu vitorianico que, al fin y al cabo, los de aquí, somos todos VTV. Eso sí, cada uno a su manera, ya que hay tantas como vecinos tiene la capital alavesa. Y el que diga lo contrario es que no sabe por dónde le da el aire. Bueno, escrito lo cual, ya sólo queda desgranar el calendario con la soltura que se le presupone a quien ha esperado todo un año para zambullirse en casi una semana de celebraciones. Hoy habrá que volver a garbear por la ciudad en busca de escenarios, que mañana mandarán los txikis y pasado los veteranos. ¡Ánimo, que queda fiesta para rato!