la vergüenza a ser vistas en una situación de necesidad o el simple desconocimiento hacen que muchas personas no pidan ayuda a entidades que bien se la podrían facilitar, como el Banco de Alimentos de Álava. Es lo que esta organización denomina pobreza oculta, un problema de grandes dimensiones al que trata de poner remedio desde hace bastante tiempo, aunque por desgracia sin el éxito deseado. “Son muchos los pasos que estamos dando y mucho tiempo detrás de ello, pero no hay manera. Llevamos dos años con esta preocupación”, reconoce en declaraciones a este periódico Daniel Fernández, presidente del Banco.
En este contexto, la entidad alavesa ha comenzado a contactar con diferentes asociaciones de Gasteiz para extender su radio de atención a un número más amplio de vecinos que lo están pasando mal y, por ahora, los resultados son esperanzadores. Esta maniobra ha permitido al Banco localizar en poco tiempo a varias familias que hasta ahora no recibían ayuda pese a reunir las condiciones necesarias para hacerlo y, paralelamente, los acercamientos han derivado en el ofrecimiento de otras tantas personas más de estos colectivos para poder participar como voluntarias en las campañas que la organización solidaria pueda desarrollar. Un dos por uno que no puede saber mejor a Fernández, quien reconoce que a las personas pobres, especialmente cuando son autóctonas, “les cuesta muchísimo salir”. “Es muy difícil para ellas que se conozca su situación de necesidad después de haber estado bien durante años”, remarca el presidente.
La primera reunión mantenida por el Banco en el marco de esta nueva estrategia, surgida de la iniciativa del área de Recursos de la entidad, ha sido con la asociación de vecinos de Abetxuko, y ha permitido que aflore la grave situación de cerca de una docena de familias. Aparte de con este colectivo, el Banco de Alimentos ha contactado también en los últimos meses con la Asociación de pensionistas, jubilados y viudas Las Cuatro Torres, un intercambio que ha hecho posible localizar a media docena de familias más en situación de necesidad, cifra parecida a la que ha dejado un contacto similar con el colectivo de jubilados de Telefónica.
Sumadas todas, más de veinte familias en situación de pobreza oculta han comenzado a recibir los alimentos que el Banco pone a su disposición, aunque un exigente Fernández cree que todavía “son pocas”, dado el prolongado tiempo que la entidad lleva tratando de encontrar remedio a esta realidad. Próximamente, el Banco tratará de reunirse con nuevas asociaciones de vecinos como las de los barrios de San Martín o Lakua, con las que ya se ha puesto en contacto. Fernández confía en que esta campaña provoque un efecto dominó y esta colaboración se extienda progresivamente a nuevas asociaciones y también particulares.
Los familiares cercanos y los vecinos conforman el primer círculo de confianza para detectar casos de estas características y dar la voz de alerta, pero a veces esa misma cercanía “empuja precisamente a asumir sin más que es un problema personal y no de la sociedad”, según considera el Banco de Alimentos. Y aunque son los trabajadores sociales quienes ejercen de “filtro imprescindible” para hacer aflorar estas situaciones, el amplio conocimiento de los colectivos vecinales sobre la realidad de las familias que habitan sus barrios constituye, según Fernández, “un aval”. El presidente del Banco recuerda que la entidad trabaja siempre “con discreción” a la hora de facilitar por sus canales habituales las llamadas bolsas de emergencia.