VITORIA. Fue en marzo de 2017 cuando el servicio de Infancia y Familia empezó a asistir a los primeros jóvenes y a sus familias con este recurso específico, inexistente hasta ese momento, para hacer frente a una problemática “en muchos casos invisible pero que sin embargo ha venido experimentando un incremento llamativo”, ha explicado Peio López de Munain, concejal de Políticas Sociales, en la rueda de prensa en la que ha dado cuenta de los resultados del programa.
López de Munain ha advertido que “la violencia filioparental es un problema de tal magnitud que incluso puede derivar en la interposición de denuncias, lo que supone el reconocimiento de la imposibilidad de solucionar esta situación en el ámbito familiar”. En este sentido, en el último año y medio la Policía Local ha registrado 29 casos de violencia de hijos a padres; 8 de ellos protagonizados por menores de 18 años, en quienes se centra el programa.
Su metodología se basa en una intervención a tres niveles: hijos e hijas; padres y madres y, por último, familias. En los adolescentes se fomentan habilidades sociales, conductas de autocontrol y empatía para prevenir actitudes violentas. A los padres y madres se les dota de habilidades para restablecer su autoridad, de tal manera que puedan manejar las conductas agresivas de sus hijos e hijas; y en la familia se fomentan interrelaciones positivas para crear un clima de respeto y afecto.
De esta metodología, recogida en una publicación que servirá de guía y consulta, han participado por ahora 119 personas: 38 adolescentes con conductas violentas -con una edad media entre los 14 y 15 años-, 62 progenitores y 19 hermanas y hermanos. Y los resultados están siendo muy positivos:
- Han disminuido las conductas violentas de los hijos e hijas hacia sus progenitores.
- Se ha reducido la sintomatología depresiva tanto de los padres y madres como de los hijos; lo que implica un empoderamiento para controlar las situaciones difíciles en el ámbito familiar.
- Los padres han accedido a compartir su situación, decisión muy positiva porque la negación del problema impide buscar ayuda.
Pero además de estos resultados, hay una serie de objetivos que cada semana se han ido planteando padres e hijos y que también se han ido alcanzando:
- Establecimiento de unas normas de convivencia.
- Mejora de la comunicación entre las partes.
- Mejora de las competencias parentales.
- Mejora de la responsabilidad y el autocontrol de los hijos.
Todos estos resultados se han conocido a través de las tres evaluaciones que se han realizado a 22 de las familias participantes: una antes de la intervención, otra al finalizar la misma y la última seis meses después de concluir su participación en el programa. Estas valoraciones también han servido para conocer su grado de satisfacción con el programa que ha sido alto.
“Nosotros también estamos satisfechos. No contábamos con un recurso específico para abordar este grave problema y ahora disponemos de uno propio que reduce las conductas violentas de los hijos; da herramientas y capacidades a los padres para controlar mejor la situación y contribuye a mejorar la convivencia en la familia. Autoridad, respeto y autocontrol son algunas de las cuestiones que trabajamos para abordar una realidad que si no afrontamos puede trascender el ámbito familiar. No debemos pasar por alto que un menor agresor puede convertirse en un adulto violento, y esto lo debemos evitar”, ha concluido Peio López de Munain.